La entrevistada empezaba diciendo: "Llega el día 27 de julio, el último día de cursillo, justo antes de que se fuera con el padre. Me levanto para levantarla y ella, días anteriores me había dicho que estaba mal del estómago, que no iba bien al baño, entonces ese día quiere desayunar una nectarina. Yo lo único que hago es decirle 'Ro, como estás mal del estómago tengo ciruelas, desayúnate unas ciruelas que te van a hacer bien'. Ella me desafía, se guarda la nectarina y al ir a cogerla me cruza la cara", dice tardando en pronunciar estas últimas palabras.
"Yo no me creía lo que estaba pasando y entonces empieza a pegarme, pero mientras me pega va gritando 'no me pegues, no me pegues'. Yo la miraba y era ella la que me estaba pegando a mí. Cuando yo la veía gritar no me pegues se me pasó como una película por toda la cabeza, sabía que eso obedecía a algo que no era normal. Ella me sigue agrediendo...", relata llegando a un punto en el que deciden silenciar la dolorosa historia. Tras esto, con lágrimas en los ojos Rocío Carrasco cuenta: "Lo siguiente que recuerdo es Fidel reanimándome, poniéndome un aparato de pulsaciones. Yo cuando volví en sí le decía 'Fidel, la niña' y tenía las pulsaciones en 140. Me metió un loracepan debajo de la lengua y la niña se fue".
Las dos caras de Rocío Flores
"Paco en ese momento lo que oye es naftalina y él cuenta que él dijo 'hasta aquí hemos llegado, se ha tomado un bote de naftalina'. Él le pregunta si Fidel está en casa y la niña le dice que sí", explica Rocío Carrasco. Sin embargo, después de el momento de preocupación de Rocío Flores aparece su otro lado: "Paco pone en marcha el coche para llevársela al colegio, le dice que se tranquilice porque la niña entra con un ataque de ansiedad en el coche y él cuenta que, de repente, no sabe de dónde, esa niña se transformó, sacó un móvil y dijo 'papá, ya está hecho'".