La Marquesa de Griñón ha contado una de las cosas que más odia su marido en cuanto a la estética de una mujer.
Tamara Falcó ha desvelado en el plató de 'El Hormiguero' un detalle desconocido sobre su marido. Isabel Preysler, Tamara Falcó e Íñigo Onieva acudían a la inauguración de 'Maestras', la nueva exposición del Museo Thyssen Bornemisza, y ahora ahí donde la colaboradora de televisión posaba con su madre, pero no con ella y su marido, sino que el empresario prefirió quedarse en un segundo plano.
Fue más tarde cuando se pudo ver que estuvieron todos juntos en armonía, acompañados también por la hermana de él, la actriz Alejandra Onieva. Ha sido en la tertulia del programa charlando con Juan de Val, Cristina Pardo o Nuria Roca, cuando Tamara Falcó y Pablo Motos han comentado un vídeo de un tiktoker que se ha hecho viral por la reacción de su chica al verle que se había afeitada la barba. "¡Qué feo!", le decía la chica a su pareja. Ha sido en ese momento cuando Pablo Motos ha preguntado a sus compañeros qué no les gusta de su pareja, y viceversa. Llegado ese momento Tamara Falcó no ha tenido ningún inconveniente en dejar al descubierto una de las mayores 'fobias' de su marido, y todo por algo que al diseñador no le gusta de la Marquesa de Griñón.
"A Íñigo no le gustan nada los aros", ha confesado Tamara Falcó en el plató del programa, para seguir diciendo: "Tiene como una especie de fobia. Cuando me los pongo me dice: '¡qué horror!'", ha comentado entre risas. Si bien es cierto no se trata de una fobia como tal, sino de la aversión que siente por unos pendientes de ese tipo, que no le gustan nada. Además esa noche justo la colaboradora llevaba unos pequeños aros de oro y contó que en cuanto llegase a casa se los quitaba.Cuando a su madre se le fue de las manos
Por otro lado, y hablando de su familia, ha contado una anécdota relativa a su madre, Isabel Preysler, y a su hermana Ana Boyer. "Para que no molestásemos al resto del avión, mi madre nos daba unas gotitas. Una vez, viajamos a Marbella. Cuando nos íbamos a bajar nos dimos cuenta de que no había forma de despertar a Ana. Empezaron a golpearla para ver si reaccionaba y nada. Fue entonces cuando mi madre le preguntó al tío Miguel cuántas gotas le había dado. Le dijo que 'las que me habías dicho, 18'. Pero no tenía que haberle dado 18, eran 8", ha comentado entre risas.