'Los Bridgerton' ha vuelto a superarse, y al hacerlo, ha conseguido que la segunda temporada sea mejor que la primera. No es una opinión aislada, p arece que se ha convertido en el sentir general de todos aquellos que han podido disfrutar en ocho capítulos más de las aventuras de esta familia de clase alta. En su primera entrega se convirtió en la serie más vista de Netflix, solo destronada después por 'El juego del calamar', y ahora su nueva trama ha conseguido atrapar aún más a su audiencia.
Se podría decir que la segunda temporada supera a la primera en prácticamente todo, salvo en el misterio que se creó en la primera entrega al no conocerse la identidad de Lady Whistledown, pero aunque ya sepamos quién es, resulta más que efectivo saberlo por diversas tramas que surgen a raíz de esta revelación.
Hay una cosa que sigue formando parte de ambas temporadas, y es su ágil ritmo, eso sí, a pesar de que sus capítulos sean más largos de lo que suelen serlo las series que ahora se estrenan en las diversas plataformas a las que tenemos acceso. Parecía que la ausencia de Regé-Jean Page iba a ser un duro golpe para la serie, pero no ha sido así, porque pese a que quizás el protagonista no tenga su increíble atractivo, ha conseguido atrapar a los fans de esta familia desde el primer minuto.
Aquí hay una recompensa por esa ausencia, y es que la historia de amor es más pasional, más profunda, más bonita. Jonathan Bailey, el actor que da vida a Anthony, experimenta una evolución, convirtiéndose en el gran protagonista, en el protagonista que esta serie merece. Simone Ashley, la actriz que da vida a Kate Sharma, tiene una química increíble con el actor, y solo hay que dejarse llevar para disfrutar de una trama apasionante.
El 'obstáculo amoroso' está mejor construido
Encantó y mucho la supuesta razón de peso por la que Simon -Regé-Jean Page en la vida real- no quería casarse, o más bien no quería tener hijos. Pero también se exageró de tal manera que los problemas de pareja se agravaron demasiado, algo para lo que no había necesidad. Se hizo demasiado drama para que el protagonista se saltase a la torera sus propias convicciones. Pero ahora no ha sido así.
Aquí las cosas están mucho mejor medidas, y es que el pasado también es relevante para la toma de las decisiones presentes, pero no es tan crucial, sino más bien emotivo y necesario para poder entender la personalidad de cada cual. El pasado de Anthony marcó para siempre la persona que iba a ser, pero el drama venía por ambas partes.
Ahora los espectadores además han podido disfrutar aún más de la trama principal por el hecho de que los personajes ya son conocidos, y no hay que esforzarse para aprenderse todos los nombres o los vínculos que existen entre ellos.
Menos sexo, más adicción
Una de las posibles quejas que más se ha hecho notar en las redes sociales es que en esta temporada el sexo es tan escaso que llega a ser prácticamente inexistente, pero ha quedado claro que no era necesario, más que nada porque la tensión sexual no resuelta crea una increíble adicción, haciendo que el espectador quiere fumarse la serie de una tirada, por la intriga que se genera.
Esos pequeños momentos de intimidad entre los protagonistas se convierten en más que suficientes para la que la historia continúe y se cree un increíble vínculo entre ellos. Es más, una de las escenas en las que hay un acercamiento entre Anthony y Kate en la que un pequeño insecto hace de las suyas, seguro que se ha convertido en una de las preferidas de la temporada, y eso que realmente no llega a pasar nada entre ellos. O al menos se puede decir, que aun sin pasar nada, está pasando mucho.
Lady Whistledown ya no es un misterio
Con respecto a los libros en los que esta serie se basa, hay un cambio más que sustancial, ya que al final de la primera temporada se desvela la identidad de Lady Whistledown, por lo que algunos personajes secundarios dan mucho juego, y generan subtramas de lo más entretenidas. Puede que la intriga en esta temporada haya desparecido, pero ofrece otros entretenimientos, además sabiendo que solo los espectadores saben que Lady Whistledown es Penélope.
Y es Penélope la que deja al descubierto su lado más oscuro y despiadado. Lo cierto es que quizás Netflix decidió darse demasiada prisa al descubrir su identidad en la primera temporada, no obstante, no se conocía cómo iba a evolucionar la historia en la pequeña pantalla, si iba a tener el arrollador éxito que ha tenido o no. ¿Podría haber esperado hasta la cuarta temporada para revelar el nombre de la misteriosa escritora como ocurre en el cuarto libro? Podría, pero así también ha surtido un efecto más que beneficioso.
Puliendo los errores
En conclusión, aunque ambas temporadas tienen su parte bonita, coincidentes en la agilidad de sus capítulos y en el increíble enganche que generan, la temporada dos ha aprendido de los errores y es una versión mejorada. En este caso la historia ha tenido más peso que las escenas marcadas por la intriga o el sexo, y ha conseguido funcionar de una manera asombrosa.
Por otro lado, las actuaciones han estado a la altura de lo esperado, igual que los guiones, que recuerdan a las telenovelas, sin perder esa elegancia con líos enrevesados y sorpresas. Insinuar es muchas veces mejor que enseñar, y este es un claro ejemplo, por el toque juguetón que da paso a que la imaginación del espectador piense en todo lo que puede llegar a pasar. O no. Se ha perfeccionado todo lo que ya funcionaba en la serie, puliendo los errores.