A Motos le contó lo siguiente: "Salí supercontenta, pensando 'ha ido super bien, son encantadores y les encanta el deporte'. Y por la tarde estaba viendo el móvil y vi que me había saltado el protocolo. Yo, con toda la ilusión del mundo fui a darles un beso porque ya les había visto otras veces. En varias ocasiones me he dado besos con ellos... Les encanta el deporte, siempre apoyan mucho a los deportistas y yo me fui de allí supercontenta, aunque después vi que había metido la pata un poquito".
Más allá de este hecho anecdótico, ha contado algunos secretos de la natación sincronizada, y es que después de 14 años en la élite y más de 10 horas de entrenamiento diario, cree que ha pasado unos 6 años de su vida bajo el agua. Y como en el agua no se desenvuelve en ningún sitio, como ha aclarado: "Estamos tantas horas en ingravidez que nos falta impacto en las articulaciones. Me duele mucho la espalda si estoy más de una hora de pie. Tengo que hacer estiramientos y saltar a la comba para hacer impacto", y ha añadido: "Pero mi mundo es el acuático, luego puedo estar seis horas en el agua sin tocar el bordillo".
El lado más desconocido de su profesión
Por otro lado, ha contado lo duros que son sus entrenamientos, algo que no se conocía con tanto detalle: "Nos sumergen en piscinas con hielo hasta el cuello y luego pasamos a otra piscina de agua caliente. Normalmente estamos ocho minutos en la primera y luego pasamos a la segunda". Y por último se somete a muchos controles de dopaje: "En ocasiones estamos durante horas haciéndonos las pruebas".