Pero más que sorprender a su admirador, Jesús Rivero, el diestro ha acabado sorprendiendo a la audiencia del programa. Le confesó a Carlos Sobera que llegó un momento en su vida en el que quiso tirar la toalla: "Yo estaba en Getafe", confesaba y "me senté en un banco y me dije: Esto se ha acabado, yo no voy a ser torero".
Si por algo se caracteriza el Cordobés, es por no perder nunca su sonrisa y su positivismo, pero, es una persona de carne y hueso que a veces flaquea. Se planteó muy seriamente dejarlo todo y volver a casa: "Me vuelvo a mi casa con mi madre y me pongo a trabajar de lo que sea. Hasta aquí llegó la historia".
Sin embargo, su verdadero miedo era volver a casa como un fracasado: "¿Cómo iba a volver a casa si yo era la única esperanza que ellos tenían?", confesó. Por eso, el diestro ha dado las gracias no solo a quienes le apoyaron en aquella época tan dura, también a la soledad que le permitió ver más claras las cosas: "La soledad, a veces, hace que des esos pasos que solamente tú eres capaz de dar".
Además, reconoció que cuando sale al ruedo prefiere olvidarse de quién es: "Cuando estoy delante del toro estoy solo. Me olvido de que soy padre, de que soy marido, de que soy hermano, de que soy hijo. Ahí soy torero". El diestro prefiere centrarse en su tarea y, una vez que acaba y ve que todo ha salido bien y que su gente lo ha disfrutado, entonces vuelve a ser Manuel.
¿Hijo torero?
En un momento de la noche, Carlos Sobera le preguntó qué es lo que piensa cuando baja al ruedo y, Manuel Díaz el Cordobés confesó que se acordaba de su infancia, cuando los apoderados le decían: "Hoy tienes que jugarte la vida". A día de hoy, él sabe que sería incapaz de decirle a un hijo esta misma frase que tanto escuchó cuando era pequeño.