Quien sea amante del misterio conocerá a Javier Pérez Campos, periodista de 'Cuarto Milenio' al que no le importa pasar miedo, ni tampoco hacérselo pasar a los demás. Por si no era bastante con el programa de Cuatro, hace ya tiempo que se lanzó a escribir para seguir desentrañando misterios. En 'Los Intrusos' (2021) que llegó menos de dos años después de 'Los Guardianes' (2019) se adentra en lo que da verdadero miedo: lo que se esconde en los hogares. Son el lugar en el que deberíamos estar protegidos pero... ¿lo estamos realmente? De todo esto y mucho más nos ha hablado Javier Pérez Campos en esta entrevista.
Bekia: ¿Cómo surgió 'Los intrusos'?
Javier Pérez Campos: Después de publicar 'Los Guardianes', donde investigaba el fenómeno de apariciones y voces que salvan vidas y alientan a los testigos, quise ir a la otra cara de la moneda, y hablar con personas que se han visto aterradas por estos encuentros. Y no hay un miedo mayor que a lo que sucede en tu propia casa. El hogar es el sitio donde uno debería sentirse protegido, pero he conocido a familias que han tenido que pasar noches en el coche, o incluso abandonar su vivienda, por estos fenómenos.
B: De todos los lugares que has visitado para escribir este libro. ¿Cuál te ha impresionado más y por qué?
J.P.C: Un palacio de Jerez de la Frontera, en el que actualmente no vive nadie y donde los vecinos veían por las ventanas a una niña jugar. El lugar fue cárcel de la Inquisición, y se han encontrado huesos bajo los cimientos. Quienes lo han habitado han tenido experiencias de todo tipo. Pero lo que más llamó mi atención fue una foto que estaba allí, en la que aparecía una niña de unos cinco años. Era una foto de principios del siglo XX. Cuando retiré el marco descubrí que detrás alguien había pegado un mechón de pelo rubio que debió pertenecer a la niña. Aquello me hizo investigar qué pintaba allí ese mechón. Y descubrí un mundo fascinante que tenía que ver con tejedores de cabello, guardapelos y una antiquísima costumbre funeraria de almacenar el pelo del difunto para llevarlos más cerca.
B: ¿Cómo nos puede afectar en el presente lo que ha pasado en nuestra casa en el pasado?
J.P.C: Existen autores interesantísimos como Alan Moore que han investigado el mundo de la psicogeografía: cómo la mente de las personas que habitan un lugar a lo largo de los siglos, puede influir en estos entornos. A mí, el mero planteamiento, me parece maravilloso. ¿Quién habitó las casas en las que hoy vivimos? ¿Y los castillos que visitamos? ¿Cuál fue su historia, cómo eran sus lazos con el lugar, qué sintieron allí...?
B: ¿Cómo sabemos que una casa está infectada y cómo podemos protegernos?
J.P.C: Los testigos cuentan que los fenómenos suelen empezar de manera gradual. Desde lo anecdótico hasta lo aterrador. A veces empiezan con una llamada a la puerta, otras con una luz que aparece encendida o un objeto que parece haberse movido de sitio. También la propia historia del lugar nos puede indicar algo. Por ejemplo, en muchos pueblos existe la típica vivienda que nadie quiere comprar. O la clásica casa del crimen, que algún incauto desinformado termina comprando. En algunos estados de Estados Unidos están obligados a informar a los posibles compradores de los sucesos que se han producido en una casa en los últimos treinta años. Pero aquí no sucede lo mismo. Y muchos relacionan la existencia de un pasado truculento con estos fenómenos.
B: ¿Se pueden liberar las casas infectadas?
J.P.C: En la Antigua Grecia ya se hablaba de estas casas infectadas y cómo acabar con su influjo. Plinio el Joven recoge la historia de Atenodoro de Tarso, un filósofo que compró una casa demasiado barata en Atenas. Allí se le apareció un fantasma encadenado, que le señaló un punto en el suelo del patio. A los pocos días, Atenodoro de Tarso picó en ese lugar, y encontró los restos de un muerto encadenado, mal enterrado. Al darle digno entierro, el fantasma dejó de aparecer. Es la historia clásica, que se repite en todas las partes del mundo, a lo largo de todas las épocas.
B: ¿Cómo fue tu encuentro con M. Night Shyamalan?
J.P.C: Fue muy interesante, porque él explicó de manera maravillosa la hipótesis del fantasma como un ser desubicado que deambula entre dos realidades sin ser consciente. Me habló de que para él, el fantasma es como una mente abstraída, que va y viene y se manifiesta de manera inconexa. Pero lo más revelador fue su confesión de que él mismo había visto un fantasma. Esa experiencia, sea su origen cual sea, le marcó indudablemente para ser uno de los grandes contadores de historias sobrenaturales de nuestra era.
B: ¿Después de este libro miras tu casa de otra forma?
J.P.C: Siempre he tenido esa visión que ahora vuelco en el libro. La idea de que las casas son entidades vivas que conectan con quienes la habitan. Por eso creo que es importante, como decía el conde Drácula a Jonathan Harker en su invitación a entrar al castillo, dejar en ellas parte de la felicidad que llevamos con nosotros.
B: ¿Crees que el confinamiento ha cambiado la relación que tenemos con nuestros hogares?
J.P.C: Sin duda. De hecho, muchos han descubierto que el lugar que habitaban no era como creían. Durante el confinamiento pasamos de visitar nuestras casas para dormir, a estar 24 horas en ellas. Solo tenemos que ver las cifras de personas que se han mudado para darnos cuenta de que algo ha cambiado. Algunos se han hartado de vivir en treinta metros cuadrados y se han ido a vivir al campo, a teletrabajar entre olivos. Hemos sido plenamente conscientes de que las paredes que nos rodean tienen una enorme importancia en el día a día.
B: ¿Te quedas con 'Los Otros', con 'Los Guardianes' o con 'Los Intrusos'?
J.P.C: Como autor me quedo con los tres, pero como testigo elegiría sin duda a 'Los Guardianes'. Son figuras protectoras, que surgen para alentarnos y ayudarnos, para insuflar esperanza y alivio. Los necesitamos.
B: ¿Qué es lo más raro que has experimentado en primera persona?
J.P.C: Sin ninguna duda, la visión de una sombra en Belchite, un pueblo arrasado durante la Guerra Civil, que hoy sigue en pie como una oda a los desastres de la guerra. Tras un largo rato a solas en una de las iglesias, de noche, vi una sombra caminando hacia mí. Me he preguntado millones de veces qué fue aquello. No tengo respuesta aún, pero sí una conclusión: Si fue un fantasma o una alucinación, no importa. Porque el impacto psicológico que tuvo en mí fue real. Para el cerebro, nuestro gran computador e intérprete de la realidad, no hay diferencia.
B: ¿Cuál es el secreto del éxito de 'Cuarto Milenio'?
J.P.C: El secreto del éxito de Cuarto Milenio se llama Iker Jiménez. Su motor es el entusiasmo auténtico y contagioso. Se pregunta por todo, con honestidad. Su gran error ha sido enfocar una parte de su mirada a un aspecto denostado como es el misterio. Pero gracias a ello, lo ha dignificado con el tiempo. Es un programa donde hay espacio para el misterio, para la ciencia, para la historia, para la arqueología... ¿Y cómo se liga todo esto? Con curiosidad auténtica. Con una forma de trabajar y de hacer que es una anomalía en la tele de hoy en día. Además, somos los entusiasmados escribas de la España mágica; compiladores y contadores de nuestras leyendas y patrimonio inmaterial, que agonizan con la muerte de las antiguas generaciones.
B: ¿Qué significa Iker Jiménez para ti?
J.P.C: De niño leer su libro 'Enigmas sin resolver' me cambió la vida. Me dio esperanza, me llenó de entusiasmo. Crecí y he terminado trabajando con él. Lo siento como un hermano mayor, y a ratos como un Guardián a los que describe el mitólogo Joseph Campbell. En un momento jodido de mi vida, cuando vine a estudiar Periodismo a Madrid y estaba a punto de dejarlo todo, me lo encontré de casualidad por la Gran Vía de Madrid. Charlamos unos minutos, y seguimos nuestro camino. No le conté nada, pero a mí me hizo reflexionar sobre los motivos reales por los que me había mudado a Madrid. Y decidí seguir luchando. Por eso creo que la perspectiva y el modo de interpretar la realidad tiene mucho poder sobre nosotros. Si hubiera creído que el encuentro fue una mera casualidad, habría regresado a Ciudad Real, a estudiar cualquier otra carrera, y hoy, seguramente, no estaría aquí. Pero lo interpreté como una señal que me inspiraba a seguir. Y lo hice.
B: ¿Cómo empezó tu interés por la temática del misterio?
J.P.C: Mi padre siempre ha sido una persona que se maravilla con las historias. Es médico, de mente analítica y científica, pero siempre muy inspiradora y soñadora. Fue el primero que me habló de las caras de Bélmez, de las voces del Palacio de Linares o de las psicofonías. Pero cuando leí 'Enigmas sin resolver', de Iker Jiménez, que estaba en la librería de un tío mío, descubrí que uno podía investigar estos fenómenos y escribir sobre ellos. Así que 'Los Intrusos', en el fondo, es un homenaje a esas aventuras que me fascinaron de niño. Y es también un homenaje a ese niño, que aún perdura.
B: ¿Nunca has tenido miedo cuando te has documentado para tus libros o en tu trabajo en 'Cuarto milenio'?
J.P.C: Cuando investigas un caso durante semanas, entrevistas a mucha gente y lees sobre un tema con desmesura, terminas, irremediablemente, obsesionado. Y a veces, fruto de la obsesión, surgen pesadillas que ya querría Stephen King para sus novelas.
B: ¿Te has encontrado con alguna historia que estuvieras investigando para alguno de tus libros o para 'Cuarto Milenio' que fuera una farsa?
J.P.C: Nunca, la verdad. Siempre te planteas que pueda tratarse de alguna confusión o buscas la respuesta más razonable. Porque somos humanos y necesitamos amparar nuestra incertidumbre en el gobierno de la razón. No admitimos la falta de respuestas, ni lo intangible, ni la poesía. Necesitamos el tener y el parecer, siempre, por encima del ser. Pero, por fortuna, el misterio aún nos coloca contra las cuerdas, y nos enfrenta a nuestras raíces más arcaicas.
B: ¿Los sucesos a los que te enfrentas llegan a tener una explicación científica?
J.P.C: A veces la ciencia ayuda a despejar dudas, por ejemplo en uno de los casos en el que llevamos a un equipo de técnicos de georradar, o en el caso de Bélmez, en el que llevamos a analizar un trozo de suelo a uno de los mejores laboratorios de Europa en análisis del cemento. Son herramientas que pueden ayudar.
B: ¿Qué misterio te gustaría investigar y desentrañar?
J.P.C: Me encantaría viajar al hotel Stanley, en Colorado, que sirvió de inspiración a Stephen King para escribir 'El Resplandor'. Si lo piensas, es el influjo del lugar sobre la mente. El poder de un pasillo solitario, una recepción oscura, un comedor vacío, modelando la mente de un escritor para crear una obra maestra del género. En el fondo, de eso hablo en 'Los Intrusos'. De cómo los espacios pueden condicionar la mente.
B: ¿Qué misterio nacional o internacional te parece más atrayente?
J.P.C: Últimamente me atrae mucho más lo luminoso, lo esperanzador... El hilo invisible que, en ocasiones, inesperadamente, nos reúne con la vida. El neurólogo Oliver Sacks investigó en profundidad el fenómeno de las voces y apariciones que salvan vidas. Y llegó a convertirse en testigo de lo que él denominó la Voz de la vida. Qué término tan hermoso. Lo mismo le sucedió a John Geiger, autor de 'El Tercer Hombre'. Tras analizar el fenómeno, fue testigo del mismo. Existe un misterio que ha cambiado la vida de las personas para bien. Me interesa.
B: ¿Te crees teorías de la conspiración como si Lady Di fue asesinada, quién está detrás del asesinato de Kennedy o sobre el origen del coronavirus?
J.P.C: La conspiración es una respuesta urgente y necesaria porque nos tranquiliza más pensar que existe un grupo de gente maligna con ansia de poder, a aceptar que en ocasiones los dirigentes nos llevan a la deriva y que no hay nadie al volante. Con el coronavirus, ha ocurrido un curioso fenómeno que nunca antes se había producido. En febrero de 2020, los conspiracionistas eran los que decían que había que llevar mascarillas, que había que evitar aglomeraciones, o que había que evitar los espacios cerrados. Decir esto era sufrir una lapidación pública. Lo que dictaminaba la 'corriente' era reír las gracias a los serios periodistas que en Twitter hacían chascarrillos con el virus, que era una simple gripe, o hacer la ola a los que salían sin mascarilla en las conexiones desde las zonas más afectadas de Italia. Ahora, en febrero de 2021, los conspiracionistas son los que dicen lo contrario. Es el reflejo distorsionado y esperpéntico de la realidad en los espejos de Luces de Bohemia.
B: ¿Quiénes son tus referentes en el periodismo y la literatura?
J.P.C: Me encanta la ficción, y evidentemente soy un gran lector de Stephen King, de Richard Matheson, de Murakami, de Don Winslow, de Cormac McCarthy... O de Carlos Ruiz Zafón, que me enseñó a amar los libros cuando lo descubrí. Sentí, por eso, mucho su pérdida. Como la de alguien que, sin conocerte, fue un importante maestro, de los que dejan un legado imborrable. Pero mis hijos, espero, lo leerán, y él será inmortal.
B: ¿Quieres seguir publicando? ¿De qué has pensado o de qué te gustaría escribir?
J.P.C: Como amante de la comunicación y de la literatura, me interesa seguir investigando y contando historias. Siento que con 'Los Intrusos' se cierra algo que ahora cobra mayor sentido.