El paraÃso esta semana ha recibido la visita de dos Evas y dos Adanes, pero sobre todo, ha presenciado el sentimiento de la inquietud. Raúl, un gaditano de 27 años, llegaba a la isla para encontrar el amor de una chica que se lo pusiera dificil. Entonces, con esa descripción, Sandra, una colombiana que reside en Bilbao, era su chica.
Sin esperárselo, aparece una tercera en discordia, Rosa, una malagueña de 29 años que se define como "una chica muy fina". Su llegada no le hace ninguna gracia a Sandra, quien a pesar de afirmar que le da igual "porque ni siquiera me he liado con él", tarda pocos minutos en mostrar sus celos tachando a la malagueña de "pija".
Al dÃa siguiente, la isla recibe otra visita inesperada, la de Miguel, un cordobés de 25 años que "viene a por todas". Pero lejos de conquistar a las chicas, éstas se lo pusieron muy dificil porque Raúl ya habÃa ocupado un hueco en sus corazones.
La presentadora, Mónica MartÃnez, les propone un juego con una gran recompensa, embadurnar a los chicos de barro con el poder de expulsar a alguien del paraÃso. Sandra resulta la ganadora y decide expulsar a Rosa, con quien a pesar del acercamiento, las disputas fueron continuas.
Sin Rosa, Sandra se siente mucho más cómoda y consigue acercarse un poco más al gaditano que tanto le habÃa conquistado. La colombiana y Raúl protagonizan una cita con mucha pasión en la que ambos salen encantados. Y con esto, Sandra tenÃa más que clara su elección.
Suena la campana final que indica el término de la estancia en el paraÃso y por tanto, Sandra tenÃa que elegir entre Miguel, con quien acababa de tener una cita en la que faltaba excesivamente el 'feeling', o Raúl, y la colombiana no tardó ni un minuto en decantarse por el gaditano que la enamoró cantando nada más llegar.
Una vez vestidos, Raúl tiene el poder de elegir si quiere continuar la historia que habÃa empezado con Sandra en la isla o por lo contrario, marcharse tal y como habÃa llegado, solo. El gaditano, sin dudarlo, decide comenzar una nueva vida junto a Sandra y ambos se marchan besándose encantados de haber encontrado a sus respectivos Adán y Eva.