El locutor de radio Carlos Herrera ha visitado la casa de Bertín Osborne en 'Mi casa es la tuya' de nuevo para someterse a una entrevista con el presentador. Como ya es costumbre, Osborne consigue que todos sus invitados se sientan, valga la redundancia, "como en casa", y por ello se sinceren con él, entablando una conversación muy natural y fluida. Durante la charla que los dos hombres han mantenido, el locutor ha hablado sobre algunos de los aspectos más íntimos de su vida, como la relación que mantiene con su hija, Rocío Crusset, y el romance de esta con Maggio Cipriani.
La hija del locutor reside en Nueva York por trabajo desde hace varios años. Fue en esta ciudad donde conoció al que ahora es su pareja, el empresario hotelero Maggio Cirpiani, descendiente de dos importantes familias italianas, los Cipriani y los Gardini. Aunque ahora los dos están muy enamorados y el empresario es uno más de la familia, los inicios entre Cipriani y su suegro, Carlos Herrera, no fueron los mejores. El locutor de radio ha desvelado a Osborne cómo fue ese primer encuentro y el recuerdo que guarda de él, algo que ha convertido en una divertida anécdota. Durante una de las visitas de Herrera a Nueva York para ver a su hija, las cuales hace una vez al año, el periodista decidió ir a comer a uno de los restaurantes de Cipriani.
El locutor cuenta divertido cómo fue ese intento de comer en el restaurante Cipriani. Según relata, en el momento en el que quiso entrar estaba completamente vacío, pero el empleado que estaba a las puertas del restaurante no le permitió acceder porque no tenía reserva: "Le digo: 'Pero si lo tiene usted vacío y voy a tardar veinte minutos'". Aunque él hizo varios intentos por conseguir mesa, a pesar de no haber reservado con antelación, pues el interior del local estaba vacío, no consiguió acceder al restaurante y tuvo que marcharse. En ese momento, un pensamiento cruzó por la mente del periodista: "Digo: 'Yo me voy a acordar de los muertos de Cipriani el resto de tu vida'".
Todo olvidado
Tiempo después, durante otra de las visitas a su hija, descubrió un gran ramo de rosas rojas que alguien le había regalado a Crusset. Según especifica el locutor, había hasta "90 rosas rojas". Cuando le preguntó a su hija por las flores, esta le respondió que eran de un amigo, Cipriani. Al descubrir que su hija y el dueño del restaurante al que no pudo acceder se conocían, Herrera ideó un plan: "Tengo una venganza histórica pendiente". Pidió a Crusset que llamara al restaurante, sin reserva previa, para ir a cenar ese mismo día. La sorpresa de Herrera fue mayúscula al descubrir cómo los empleados del local trataban a su hija: " Cuando llegamos salen dos a recibirla. Ríete tú de los japoneses cuando saludan. Le dije: 'Tú tienes mano aquí. El de las rosas quiere algo contigo'".
"Es un tipo extraordinario. Tienen una relación magnífica, que no voy a describir porque me llamaría la atención", dice ahora Carlos Herrera sobre su yerno. Su primer desencuentro, a las puertas del restaurante, ha quedado olvidado. En su lugar, el locutor de radio ha aceptado la relación de su hija con el empresario de buen agrado y ha conseguido entablar una estrecha relación con él: "Me presentó al muchacho y el muchacho forma parte de la familia ya". También su recuerdo sobre el restaurante Cipriani ha cambiado tras descubrir que el dueño pasaba a ser parte de la familia: "Cenamos muy bien. Cipriani es un restaurante muy agradable".