Ha sido un viaje muy amargo para la nieta de Joan Manuel Serrat, seguramente el peor de su vida. Luna Serrat se ha convertido, por desgracia, en otra de las tantísimas mujeres que ha sufrido en sus propias carnes el acoso y la intimidación de un hombre. Aunque está "bien", como ella misma aseguraba, ha relatado a través de la sección de historias de su cuenta de Instagram que el trayecto que recorría en tren para regresar a Madrid de sus vacaciones en Huelva ha sido un auténtico infierno para ella.
"Hoy a las 17:50 he cogido el AVE, a mi lado un señor americano con pinta de pocos amigos, sin duda no era el compañero ideal para cuatro horas viaje, nada más verme me chequea de arriba a abajo y se ríe, me pongo nerviosa, saludo y me siento", comenzaba narrando la joven periodista. Serrat no se equivocaba y más pronto que tarde el señor empezó a demostrar de qué calaña estaba hecho: " El señor se pone a ver 'Cincuenta sombras de Grey' y me pide que la vea con él, su torpeza con el castellano me sirve de excusa y digo que no le entiendo, él insiste y yo me giro. En cada escena de sexo, se ríe, me mira, me siento intimidada y a él le gusta".
Aterrada y muerta de miedo, Luna Serrat decidió ponerse "contra la ventana, tapada por mi bolso y chaqueta, lo más alejada que podía de él, sin escuchar música y sin leer por miedo a quedarme dormida". Aún así, el hombre continuaba mirándola y "gritando en cada escena en la que aparecía la chica en la cama. Me ponía caras y me invitaba a ver la película con él", aunque ella repitió muy contundente: "Te he dicho que no". Por fortuna, un revisor del tren pasó por el vagón para preguntar por una maleta y la periodista aprovechó la ocasión para contarle lo que estaba sucediendo, "sin detalles" porque le "daba mucha vergüenza".
La importancia de contarlo
El operario no dudó ni un segundo del testimonio de la chica y "notó al segundo lo que estaba pasando. Mis lágrimas y mi voz entrecortada lo decían todo ". Luna Serrat pudo descansar un poco cuando el trabajador del AVE le ofreció cambiarse de asiento, aunque volvió a cruzar una mirada con el susodicho cuando fue al baño a lavarse la cara porque " tenía el rímel corrido. Nada más salir, le vi. Me sonrió. Creo que se burlaba de mí". La madrileña insiste en que el señor ni la tocó ni la rozó, pero aún así se sintió completamente "desnuda" y defiende que "nadie merece una hora de pánico".
La periodista ha reivindicado la importancia de visibilizar estos sucesos para que no se normalicen y para que todas las mujeres que se enfrenten a estas situaciones sean capaces de reaccionar. "Siento la necesidad de contarlo. No me perdonaría que le pasase a mi hermana pequeña y que, por vergüenza, no me lo dijese. Por primera vez, me he sentido víctima y tengo el deber de contaros mi historia", terminaba la periodista, que por fortuna se encontró con su madre, "la única persona que quería ver", en la Estación de Atocha: "No sé cómo lo hace, pero siempre está".