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ENTREVISTA BEKIA

Paloma Sánchez-Garnica: "Nazismo y estalinismo son una moneda con dos caras que equiparo en 'Últimos días en Berlín'"

Paloma Sánchez-Garnica: "Nazismo y estalinismo son una moneda con dos caras que equiparo en 'Últimos días en Berlín'"
Guillermo Álvarez
Publicado el Martes 19 julio 2022 18:00 Última actualización: Jueves 24 noviembre 2022 13:15
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Recorrimos la capital alemana con la autora de 'Últimos días en Berlín', novela finalista del Premio Planeta 2021 que nos sumerge en la sinrazón del nazismo y el estalinismo.

Nadie duda que la II Guerra Mundial ha sido el mayor horror al que ha tenido que enfrentarse la humanidad, que por otra parte tiene una historia de sombras que muestran que si bien somos capaces de lo mejor, también lo somos de cometer atrocidades. Los años avanzan y todo aquello va quedando atrás, con el riesgo de que se olvide aquello que nunca debió producirse, y ya se sabe que el que olvida su historia está condenada a repetirla.

Paloma Sánchez-Garnica ante el Reichstag en BerlínPaloma Sánchez-Garnica ante el Reichstag en Berlín | Foto: Carlos Ruiz B.k.

Por eso es tan importante la memoria, recordar. Se puede hacer cuando se pasea por una ciudad que ha vivido algo tan terrible como Berlín, donde a cada paso te encuentras memoriales que ejercen como testigos de aquel sufrimiento. Se puede hacer estudiando y se puede hacer leyendo. Y aquí nos ayuda Paloma Sánchez-Garnica con su libro 'Últimos días en Berlín'.

La escritora se presentó al Premio Planeta 2021, donde quedó finalista con esta novela cuyo protagonista, Yuri Santacruz, nos lleva por los mayores horrores del siglo XX. Nacido en la Rusia zarista, la Revolución bolchevique arrasa con todo lo que ha conocido y termina exiliado con algunos de sus familiares en España, el país de su padre, una tierra a la que llegaron cuando eran ajenos a la barbarie que esperaba años después con la Guerra Civil y el franquismo. En Rusia se quedaron desgraciadamente su madre y su hermano Kolia, a los que juró que volvería a ver algún día. Eso le llevó a Berlín, donde obtuvo trabajo en la Embajada de España y pensó que desde Alemania quizás podría llegar hasta Rusia para recuperar a su familia.

Lo que se encuentra Yuri Santacruz es un Berlín que ya en nada se parecía al de aquellos locos años 20, que pese a las penurias tras la I Guerra Mundial, la inflación y la crisis económica fue el escenario de vanguardias y de una apertura que parecía impensable en otras capitales europeas. Ese Berlín de 1933 vio al ascenso del nazismo, la 'entronización' de un Hitler al que ya nada ni nadie osaba a ponerse por delante. El infierno se había instalado en la tierra con el apoyo de unos, la indiferencia de otros, el temor de algunos y la oposición de otros tantos que pronto comprobaron que el nazismo no toleraba contestación alguna.

Un paseo por Berlín, un paseo por la historia

Hubiera sido interesante haber recorrido Moscú con Paloma Sánchez-Garnica, que también es un escenario de la novela. Quizás en otro tiempo hubiera sido posible pasear con la autora por la capital rusa sintiéndonos Yuri Santacruz, pero no desde luego en un 2022 en el que Putin invadió Ucrania y comenzó una guerra en Europa, un terrible conflicto que llegó cuando el mundo pensaba que las armas eran lo último, que los problemas podían resolverse de otra manera. Nuevamente el ser humano, o algunos seres humanos, optaron por la deshumanización que tan bien expone Paloma Sánchez-Garnica en su novela.

Paloma Sánchez-Garnica entre periodistas durante un paseo por BerlínPaloma Sánchez-Garnica entre periodistas durante un paseo por Berlín

No pudo ser Moscú, pero sí lo fue Berlín, una ciudad que ha vivido mucho y que no olvida, una urbe en la que la memoria está en cada rincón y que es resultado de una historia en la que destacan el Imperio Alemán, las dos Guerras Mundiales, la ocupación, la Guerra Fría y el Muro y por supuesto la reunificación. Y allí, el guía, Andrés, un argentino instalado en Alemania que entendió perfectamente lo que mostraba Paloma Sánchez-Garnica en 'Últimos días en Berlín', nos acompañó en un recorrido que pasó por el Reichstag, el Memorial a los opositores políticos, Tiergarten y el Monumento soviético, el Memorial a las víctimas homosexuales, el Memorial del Holocausto y otros lugares nombrados en la novela.

El paseo nos llevó al barrio judío de Berlín, donde Paloma Sánchez-Garnica nos atendió amablemente tras haber pasado por la Sinagoga y haber disfrutado del ambiente de los Heckmann Höfe. Y allí, en uno de esos patios nos sumergimos en la novela nuevamente durante una charla que puedes ver en este vídeo en la que la escritora expresó que todo empezó cuando se puso a leer para "entender qué falló para que ocurriera lo que ocurrió. Entender cómo la sociedad alemana, parecida a la nuestra, se dejó llevar por un salvapatrias como era Hitler, por una ideología perversa y por qué le siguieron o callaron o miraron para otro lado y permitieron que este hombre se hiciera con el poder en 1933 ".

La finalista del Premio Planeta 2021 durante un recorrido por BerlínLa finalista del Premio Planeta 2021 durante un recorrido por Berlín | Foto: Carlos Ruiz B.k.

Reconoce Sánchez-Garnica que la base de escribir es leer, quizás por eso tenía en su memoria al Doctor Zhivago, un personaje al que recurrió para su protagonista, Yuri Santacruz, un hombre de grandes valores y con una integridad y unos principios que eran mayores que el miedo que pudiera tener a las represalias por enfrentarse a los nazis. Pero como señalaba anteriormente, no solo la Alemania nazi aparece en 'Últimos días en Berlín', sino también Rusia, sobre todo la Rusia estalinista.

Y finalmente no pudo evitar que los dos totalitarismos tomaran la novela: "Cuando estaba con la idea de entender el ascenso del nazismo para que la humanidad llegase al horror de la II Guerra Mundial se me cruzó otra lectura y pensé 'tengo que contar esto'. Estuve pensando si dejar la historia en Rusia o plantearla en la Alemania nazi como había pensado, y leyendo a Hannah Arendt me di cuenta de que el nazismo y el estalinismo son una moneda con las dos caras. El estalinismo fue brutal desde el principio hasta el final, pero en los años 30 fueron las purgas y en ese Moscú estalinista me pareció una buena forma de contar esa moneda con dos caras que es el totalitarismo y que al final condicionó la vida de millones de personas, que causó muchísimo sufrimiento, que atormentó a millones de personas. Quería equiparar un poco esas dos ideologías".

Paloma Sánchez-Garnica en el Monumento Soviético en Tiergaten, BerlínPaloma Sánchez-Garnica en el Monumento Soviético en Tiergaten, Berlín | Foto: Carlos Ruiz B.k.

Paloma Sánchez-Garnica equipara por tanto nazismo y estalinismo sin olvidar que " se sigue siendo condescendiente con el bolchevismo y el comunismo. Decirle a alguien que es nazi es denostarle. Decir que eres estalinista, comunista, leninista... se tiene más condescendencia". Y por supuesto salió Putin, "una mezcla entre el zarismo y esa gran Rusia patria que quiere volver a ser temida por el mundo. Se fragua todo, un poco el Zar, pero también con el control ha bebido de la KGB, se ha criado en ella y utiliza los mecanismos que utilizaron los servicios secretos tan brutales". Esta conexión entre presente y pasado también nos devuelve a la novela porque "los rusos consideran que fueron ellos, en la Gran Guerra patria, los que acabaron con el nazismo y eso se mantuvo con el estalinismo y ha vuelto a retomar esa sensación que tiene Putin. Quiere que a Rusia se la tema otra vez y quiere expansionar los territorios que considera que son parte rusa ".

Putin ha hablado de desnazificar Ucrania, 'desnazificar', "una palabra que atrae porque supone el enemigo a batir". Enemigo, otra palabra muy habitual para las dictaduras en general y los totalitarismos en particular: "El nazismo y el estalinismo tenían mucho en común. El comunismo es la dictadura del proletariado, el nazismo es la supremacía racial. Ambos son un partido único con pensamiento único y culto al líder. Con el miedo, el terror como elemento de control de la población y el discurso del odio y la creación de enemigos externos e internos", cuenta la autora, que señala a los judíos, comunistas y opositores en general como los enemigos que se buscó el nazismo, mientras que en el estalinismo eran los contrarrevolucionarios y los aristócratas, así como por supuesto cualquier opositor".

La autora de 'Últimos días en Berlín' en el campo de concentración de SachsenhausenLa autora de 'Últimos días en Berlín' en el campo de concentración de Sachsenhausen | Foto: Carlos Ruiz B.k.

Los identificados como enemigos sufrieron y lo pagaron hasta con su propia vida y a veces también la de sus familias: " En estos sistemas el disidente es perseguido, pero también sus seres queridos. Es lo que más duele. Cuando van contra tu familia, me trago mis valores y vuelvo la cabeza y sigo al rebaño. Ese es el problema de los totalitarismos, el miedo, el control". Sufrieron los judíos, los opositores políticos y también un colectivo perseguido por los nazis que fue el último en ser reconocido como tal: los homosexuales. Los hombres gays fueron perseguidos, señalados con un triángulo rosa, detenidos, internados en campos de concentración y asesinados. En su memoria, el 27 de mayo de 2008 se inauguró un memorial en un extremo de Tiergarten situado enfrente del Memorial a las víctimas del Holocausto.

Libros contra la manipulación

Paloma Sánchez-Garnica no se olvidó de las personas homosexuales en 'Últimos días en Berlín', y tampoco olvida que todavía hoy hay que estar alerta "para evitar que vengan poderes que nos vuelvan a coartar la libertad. O estás con lo que yo establezco o estás fuera y eso tienen consecuencias graves. ¿Qué podemos hacer para no ser una sociedad manipulable? La lectura, los libros. Leer nos convierte en una sociedad libre, con criterio, con opinión, difícilmente manipulable, que pueda plantar cara a un poder que quiera aplastar este estado de derecho en el que vivimos. La lectura nos enseña a cribar. Los principios de Goebbels están a la orden del día, no es algo del pasado. Es la base de la manipulación, de la propaganda. Lo utilizan todos, no solo los políticos. Si sabemos cribar la información que nos viene, si somos una sociedad que no nos dejamos programar por esos flashes que aparecen y que son repetitivos y que los tomamos como si fuera verdades, no podrán manipularnos, podremos reaccionar", añade la escritora sobre un peligro que no es cosa del pasado. Y si alguien duda del poder de los libros y cómo se vieron como una amenaza no hay que recordar la quema de libros en Bebelplatz en la que el 10 de mayo de 1933 ardieron miles de libros. Entre las obras quemadas estuvieron las de Heinrich Heine, que precisamente escribió en 1817, mas de un siglo antes de la llegada del nazismo: "Ahí donde se queman libros, se terminan quemando también personas".

Paloma Sánchez-Garnica con su libro en FriedrichstraßePaloma Sánchez-Garnica con su libro en Friedrichstraße | Foto: Carlos Ruiz B.k.

"Los totalitarismos no se anuncian, van llegando poco a poco y cuando ya no puedes reaccionar y tienen el poder brotan y la disidencia no puede actuar porque se juega la vida, la cárcel. Está instalado el miedo y la ley se ha doblegado, los principios se han doblegado y ya no puedes actuar. Es lo que pasó en la sociedad alemana, confiaron en que Hitler podía ser la solución y en dos meses tenía poder absoluto. Hay que estar alerta y proteger los derechos y saber que nos lo pueden quitar. Toda la libertad que tenemos es un bien tan preciado que deberíamos estar constante alerta y solamente podemos luchar convertidos en una sociedad libre, en una sociedad que no nos dejemos manipular", concluyó la valiente autora de 'Últimos días en Berlín'.

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