Ahora, dos años después, vuelve para abrir una puerta al colectivo LGTBIQ+, a las persona queer, para hacerles ver y entender que sus realidades van mucho más allá de la representación anecdótica -y a veces caricaturística- de series y películas y que hemos formado parte de la historia a pesar de que nadie lo diga cuando tenemos la obligación de estudiarnos la historia de España. ¿Había entonces un maricón en Atapuerca? Pues lo podría haber en las mismas posibilidades que podría haber un heterosexual porque, por aquel entonces, ni una cosa ni la otra existía y las evidencias de su forma de vida son tan pocas que es igual de loco decir que había heteros como que había maricones.
¿No pudo haber un maricón en Atapuerca?
También ofrece un prisma a sus lectores para hacernos conscientes de que no es la norma lo que hace lo disidente, sino a la inversa: es aquello que se quiere dejar fuera lo que delimita lo que está bien y lo que está mal. Porque cuando se ignora y se desconoce lo disidente, no hay necesidad de aclarar qué es lo que está bien.
Además también nos enseña que lo que estaba mal en un siglo, incluso lo que está mal ahora, hubo momento en los que la sociedad lo veía bien, lo veían normativo. Es el caso del sexo sodomita entre hombres en la antigua Atenas donde se interpretaba -en función de la diferencia de poder entre activo y pasivo- que era como una acto formativo y un paso a la adultez para los aprendices. Así es, hablando mal y rápido, cuando en Atenas un hombre mayor y con conocimiento daba por culo a un adolescente estaba bien visto. Pero cuidado, si eran dos adultos y del mismo estrato social estaba igualmente criminalizado.