Una vez el fuego estuvo controlado gracias a la labor de los servicios de extinción, que "han evitado lo peor", según palabras del Presidente de Francia: "Más de 500 bomberos se baten desde hace horas y siguen ahí, lo hacen con un coraje extremo y gran profesionalidad". Pasadas las tres de la madrugada, el Cuerpo de Bomberos de la capital francesa aseguraba que "la estructura está a salvo y preservada de la destrucción total". Ahora que "lo peor ha pasado", palabras de Macron en un tweet, franceses, católicos, no católicos y ciudadanos del mundo se unen para salvar el monumento más visitado de Francia.
El primero en iniciar las donaciones ha sido François-Henri Pinault, esposo de Salma Hayek, que donará cerca de 100 millones de euros según ha anunciado en un comunicado la agencia AFP. Pinault es el CEO de Kering, un grupo al que pertenecen marcas de lujo como Gucci, Alexander McQueen, Yves Saint Laurent y Balenciaga, y quiere aportar con su fortuna a esta causa, junto con la de su padre que también colaborará. Además, se une la familia Arnault, del grupo Louis Viutton, que donará la cantidad de 200 millones de euros.
Estados Unidos ha comenzado las recaudaciones
La plataforma de microfinanciamiento GoFundMe, por su parte, también ha sido de las primeras en poner en marcha un mecanismo de recaudación. Estas dos organizaciones donarán directamente los fondos recibidos a la catedral a través de más de 50 campañas: "En las próximas horas trabajaremos con las autoridades para encontrar la mejor manera de asegurarnos de que los fondos lleguen al lugar donde harán el mayor bien", afirmó el portavoz de la firma John Coventry.
Apoyo del Vaticano
La tragedia de Notre Dame, como símbolo cultural y sobre todo, católico, ha conmovido también a la Santa Sede que recibía la noticia con "incredulidad y tristeza". El portavoz interino, Alessandro Gisorri, ha lamentado en un comunicado el "terrible" fuego que ha devastado la cubierta e interior de la catedral, y ha manifestado la "cercanía" del Vaticano a los católicos franceses. El que antaño fue el edificio cristiano más grande del mundo occidental y símbolo de la riqueza y de la potencia de la capital parisina, hasta hace un día recibía más de 13 millones de turistas al año, ahora necesitará una profunda labor de reconstrucción para volver a todo su esplendor.