Jorge Molist: 'El latido del mar' es una historia de supervivencia, de superación, de amor y, finalmente, de venganza. La historia empieza cuando un noble muere en la guerra y su esposa lo pierde todo. Se queda sola porque no puede vivir con su familia y en manos de sus enemigos. En esta situación, en el siglo XIII, en la Sicilia ocupada por los franceses, a quien se le consideraba traidor, en el caso de los hombres, se les ejecutaba y a las mujeres se las encerraba de por vida. Esa es la situación que tiene Blanca, la protagonista, y su único interés es salvar la vida de su hijo, de solo un año, Roger. A partir de ahí, ella tendrá que usar todo su ingenio para salvar la vida de su hijo y también tendrá que soportar los peores abusos de sus enemigos. Ese es el inicio de la novela: tenemos a la protagonista en una situación muy apurada, pero el niño crece y cuando alcanza una edad, muy pequeña aún, a los ocho o diez años, logra embarcarse en una galera para poder huir del hambre y de la miseria. La galera, en ese momento, era la nave más terrible. Era una nave durísima donde las condiciones de supervivencia eran muy malas y mucho más para un niño. Pero él buscará en el mar que siente como algo vivo, algo que late al mismo ritmo que su corazón, encontrar la familia perdida que su madre ansía, la libertad y, finalmente, que pueda hacer su justicia, y eso se llama venganza.
B.: Es una novela histórica, basada en hechos reales. Tiene mucha ficción, pero también mucha realidad, porque Roger de Flor es un personaje que existió realmente en la historia.
B.: ¿Qué le hizo decidirse para elegir a este personaje e investigar su vida en concreto?
B.: Se trata de recordar una historia que tenemos olvidada.
J. M.: Así es. Es una historia olvidada, pero es una historia muy brillante. Se inició con la Corona de Aragón. En aquel momento, Francia dominaba el Mediterráneo y la Corona de Aragón era muy pequeña en comparación. Francia tenía 16 millones de habitantes y la Corona de Aragón solo uno. Y, a partir de ahí, y en alianza con los sicilianos, batimos una y otra vez a los franceses que además estaban apoyados por los papas franceses de la época. Y bueno, yo creo que es algo apasionante, ese imperio que se inició aproximadamente en los tiempos de Pedro III de Aragón y luego, también, en los tiempos de Roger de Flor, que es el protagonista de la novela.
B.: En el libro, además del enfrentamiento con Francia, también habla de la Orden del Temple.
J. M.: Sí, eso es histórico. El niño, que era un golfillo que corría por el puerto de Bríndisi, ubicado al final de la Vía Apia romana, que es por donde llegaban las mercancías de Tierra Santa, de Oriente, y por donde salían los ejércitos romanos. La época de la que hablo, el siglo XIII, también es el camino que hacían los cruzados y también los peregrinos, desde el centro de Europa hacia Tierra Santa. Todo eso nos hará recorrer, junto con esa galera que he mencionado y que aparece la portada, las islas griegas, incluida Ítaca, la isla de Ulises y nos hará llegar a una Tierra Santa que en ese momento era apasionante. La gran ciudad de San Juan de Arce, que tenía doble muralla y doble foso, era un verdadero emporio. Ahí estaban los templarios, los hospitalarios, los caballeros teutónicos, estaban los venecianos, genoveses, y no se llevaban muy bien entre ellos. Hay que tener en cuenta que, en esa ciudad solo, generaban más riqueza que en todo el Reino de Inglaterra de la época. Los propios cristianos tenían guerras entre ellos. Pero, quizá, lo más relevante de la novela son los templarios porque el niño, Roger, se embarcó en una galera templaria y creció en ella bajo la tutela de otro personaje histórico, Fray Vasall, que era un fraile templario y capitán de la galera. Y este viene a ser un tutor duro, pero que le ayuda a crecer por el camino más difícil. La supervivencia de un niño en una galera era muy difícil, pues era una nave que solo podía navegar desde la mitad de la primavera hasta la mitad de otoño porque un buen golpe de mar la hundía. En esa época, cinco galeras aragonesas se hundieron frente a Mallorca en una tempestad y, cada una llevaba 250 hombres. La supervivencia era prácticamente cero. Entonces era algo muy duro, pero que el niño, en su fase de crecimiento, tiene que afrontar y va a conocer, con sus ojos, y nosotros también, cómo era la vida en una galera de la época, cómo era la vida en el Temple de la época y nos sorprenderemos de algunas cosas. Por ejemplo: el gran maestro templario del momento consideraba la Corona de Aragón como enemiga en el área de Tierra Santa. En la Corona de Aragón los templarios tenían muchas posesiones y no querían entrar en conflicto, pero al otro lado del mar el papa consideraba enemiga a la corona.
B.: La novela tiene mucha historia, ¿ha sido muy complicado documentarse para escribirla?
J. M.: Yo llevo un tiempo estudiando el Mediterráneo, estudiando esa época y luego épocas posteriores. Tenemos unos cronistas de la época que nos cuentan toda la historia de Roger de Flor y la historia de los almogávares, esas fieras tropas españolas que consiguieron nuestra supremacía en el mar y en la tierra. Son esos mismos que acompañan a Roger de Flor en el Imperio bizantino. En el Senado tenemos un cuadro precioso que muestra a Roger de Flor entrando con sus tropas españolas en Constantinopla y con el emperador y su corte inclinando la cabeza frente a los españoles. Tuvieron grandes victorias y se quedaron con Atenas. Es importante la parte histórica y desde luego la he estudiado profundamente, pero para mí es más importante el sentimiento que refleja la novela. La novela tiene situaciones muy dramáticas, es una historia, primero de amor, de madre a hijo, de hijo a madre y finalmente de pareja, con la madre y un personaje de la novela. Es una novela de sentimientos. La historia está muy bien estudiada, que conste, pero lo que quiero es que el lector se enganche en las primeras páginas y que a partir de ahí siga la novela con emoción. Que, en ocasiones, tenga una sonrisa en la boca, en otras tenga una lágrima en los ojos y que cuando termine la novela diga: 'Qué bien que me lo he pasado, qué pena que termine, pero he aprendido cosas sorprendentes de una época que yo ignoraba y que me ha aportado realmente algo nuevo'. Pero ya digo, para mí lo principal es que el lector lo pase bien. Que cruce el mar con 'El latido del mar' y que lo mismo que ve en la portada con esa galera cortando las aguas con las velas henchidas, lo sienta en el corazón.