ENTREVISTA BEKIA

Antonio Pampliega: "Hay afganas que se queman a lo bonzo porque no quieren vivir con el hombre que les pega y viola cada día"

El periodista nos habla del libro 'Flores para Ariana', del horror que sufrió durante su secuestro, de cómo no se sintió acompañado al ser liberado y del infierno que supone vivir en Afganistán.

Guillermo Álvarez 01 Diciembre 2021 en Bekia

Antonio Pampliega es un hombre valiente. Apasionado del periodismo, no dudó en correr el riesgo que supone ser reportero de guerra y viajó a zonas de conflicto para que el mundo supiera lo que pasa en aquellas zonas del mundo que tienen que vivir con el horror que provoca un conflicto bélico. Su paso por Afganistán le dejó un hondo recuerdo que le llevó a pensar que algún día escribiría una novela en la que narrara en clave de ficción lo que tienen que sufrir las mujeres en un país en el que no son nada, en el que viven sojuzgadas por los hombres de una forma tan real como inimaginable.

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Nunca encontraba el momento para sentarse a escribir hasta que le tocó vivir un infierno que ni en sus peores pesadillas pensó que tendría que afrontar. En 2015 fue secuestrado en Siria por Al Qaeda. Durante el cautiverio de 299 días comenzó a escribir una novela que dio como resultado 'Flores para Ariana', un libro tan duro como necesario publicado por Crossbooks de Planeta del que Antonio Pampliega nos habló en una entrevista que puedes ver en este vídeo.

"Cuando fui a Afganistán hablé con muchas niñas y mujeres y siempre tuve en la cabeza hacer una novela sobre lo que estaba ocurriendo", señala el periodista, que reconoce que su trabajo como corresponsal no le permitía ponerse a escribir hasta que llegó su secuestro. Fue capturado junto a José Manuel López y Ángel Sastre, de los que fue separado. Así acabó encerrado en una celda él solo: "Me dan un cuaderno y un bolígrafo y me dicen que puedo hacer lo que quiera". Y ahí nació 'Flores para Ariana', que escribió para evadirse de una realidad infernal en la que había un hoy, pero quizás no un mañana porque podía ser asesinado en cualquier momento: "Pensé que me iban a matar y ellos en determinadas ocasiones lo escenificaron", señaló Pampliega, recordando la macabra forma con la que sus captores se entretuvieron con él en alguna ocasión. ¿Pensó en escapar? Sí, lo hizo, pero tras comprobar lo que le pasó a otro compañero secuestrado decidió rendirse a la evidencia de que no sería fácil salir de allí y volvió a centrarse en escribir. Como señaló en la entrevista, cuando llevaba 9 meses de secuestro explotó y pidió que le mataran porque ya no podía más. Su respuesta fue una concesión que le hizo darse cuenta del valor que tenía su vida para los secuestradores.

Y por fin, en mayo de 2016 fue liberado junto a José Manuel López y Ángel Sastre. Rememora su agradecimiento al Rey Felipe y a la entonces Vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría "que se implicó personalmente en nuestra liberación". Lo que lamenta es que al llegar a España y tener que retomar su vida, las atenciones terminaron. Confiesa que se supera, pero no se olvida y que aunque ha perdido ciertos miedos y nunca ha tenido ataques de pánico, hay cosas que no quiere o no puede volver a hacer. Pero lo peor no es eso, sino que al volver a España tuvo que buscarse él mismo ayuda psicológica. Buscársela y pagársela. Nadie les dijo que tenían derechos a unas ayudas como víctimas del terrorismo. Cuando lo supo y solicitó lo que le correspondía, le dijeron que ya era tarde. Toda esa desatención, sobre todo en un país con experiencia en terrorismo y con asociaciones de víctimas, le ha llevado a sentir que quienes han sufrido la violencia de Al Qaeda fueron víctimas de segunda. También denuncia que "en este país nadie se preocupa por la salud mental y menos de la de los corresponsales de guerra. Pero es una cosa de la que hay que hablar, y sobre todo nosotros, los corresponsales de guerra, que no le damos la importancia que tiene. No solamente por lo que me ha pasado a mí, sino por las cosas que vemos en la guerra. No encontrarás a ningún compañero que diga que tiene estrés postraumático porque nosotros somos Superman. Es un tabú, nosotros no podemos tener problemas psicológicos".

Una ficción que desgraciadamente es muy real

Volviendo a su novela y a Afganistán, Antonio Pampliega reconoce que "Ariana es una mezcla de historias reales que durante mis 8 viajes de Afganistán me han dado sus historias. En 2018 entrevisto a una niña que tenía 10 años me dijo que tenía tantas cicatrices en la cara porque su suegra y su cuñada le pegaban con unos alicates y le habían partido la nariz". El periodista tomó también la historia de una chica de 15 años casada con un hombre de 53 años. El individuo no solo no tenía remordimiento alguno, sino que respondió que así funcionaban las cosas en Afganistán: "Te lo decía con una cara de sádico y perverso sabiendo que en el momento que terminara esa entrevista, a esa muchacha la iba a violar esa noche y todas las sucesivas noches. Lo único que quería era tener un hijo varón. Eso es Afganistán y no estaban los talibanes. Era el Afganistán de la democracia. Los talibanes son perversos, pero es que los afganos son como los talibanes", comenta con dolor Pampliega.

"Afganistán es el país en el que más mujeres se quitan la vida o se intentan quitar la vida. En Herat hay una unidad de quemados porque las niñas que son obligadas a casarse o las mujeres que son maltratadas compran gasolina y se queman a lo bonzo porque no quieren vivir con un señor que les pega y les viola todos los días. Muchas de ellas no lo consiguen. El médico dice que le piden que les mate, y la respuesta es la misma: 'Yo no soy un talibán', añade, reconociendo con pesar que muchas de ellas terminan muriendo por las heridas. Y en ese Afganistán roto, destruido por la guerra y la violencia, no hay esperanza: "Estuvimos hace 20 años, los echamos y 20 años después han vuelto. Para volver a echarlos hay que volver a iniciar una guerra y nadie está dispuesto. Esta gente se va a quedar ahí y el problema son las mujeres y las niñas, que van a vivir bajo una auténtica dictadura y se les va a volver a eliminar de Afganistán. Van a ser un objeto debajo de un burka". Añade también sobre el colectivo LGTBI que también lo tiene muy mal con esos monstruos: "Imagino que estarán escondidos o intentando salir de ahí. Yo lo haría. Los talibanes de su segunda llegada al poder, a los homosexuales los colgaban de grúas y los exhibían como si fueran trofeos".

Finalmente, critica que la comunidad internacional se quiera sentar a hablar con los talibanes, sobre todo que lo haga España, que tiene "el Gobierno más feminista de la historia". Todavía recuerda cuando en 2011 entrevistó a un portavoz de los talibanes que le dijo que no son moderados, que son lo que son y no lo ocultan y que piensan "que las mujeres son despreciables porque así lo consideramos". Lamentablemente, siente que no hay esperanza para Afganistán, y que hay que tratar de salvar a quien se pueda. Reconoce que aunque "no se puede ayudar a todo el mundo, pero por lo menos no dejarlos abandonados. Que no se nos olvide que siguen ahí".

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