Galería: La Familia Real Sueca en imágenes
La Princesa Magdalena de Suecia y su marido, el financiero estadounidense Chris O'Neil, han echado ya el cierre final a su aventura entre los rascacielos más prestigiosos de todo el mundo. Exactamente, fue en el año 2010 cuando la princesa decidió emprender un nuevo capítulo de su vida lejos de las fronteras de Europa, instalándose indefinidamente -o eso se llegó a pensar en un primer momento- en la Gran Manzana y dejando en la corte sueca un sabor de boca un tanto agridulce.
Una sensación que, para bien de los Reyes, terminó durando bien poco, concretamente cuatro años. Así, a finales del 2014, la princesa Magdalena volvía a sorprender con una de sus repentinas decisiones: el viaje de vuelta a tierras europeas, junto a O'Neill y a su pequeña Leonor, que zanjaría por completo su aventura en el continente americano. Una noticia que se dio a conocer en la televisión sueca a través del programa 'Året med kungafamiljen 2014' -El año con la Familia Real 2014- y que volvería a instalar al matrimonio cerca de los Bernardotte.
Aunque, eso sí, no quisieron especificar, en aquel momento, el punto concreto en el que finalmente se asentarían. Sin embargo, poco tiempo después de su regreso, se pudo conocer que Londres había sido la ciudad elegida para dar comienzo a su nueva etapa en familia . Aun así, y a pesar de haber cruzado el charco sin intenciones de volver -al menos, a corto plazo-, seguía habiendo un elemento que mantenía unidos a Magdalena de Suecia y Chris O'Neill con la ciudad de Nueva York.
Por supuesto, no se trataba de todas aquellas amistades que, durante todos estos años, habían formado parte del día a día de la pareja, sino de una de las magníficas y lujosas propiedades que la princesa sueca y el empresario habían decidido adquirir años atrás. Nada más y nada menos que un apartamento instalado en el prestigioso barrio neoyorquino de Upper East Side, donde la distinción, el lujo, la privacidad y la seguridad estaban de su mano.
Sin embargo, a pesar de su tan buena imagen, solo supuso para la Princesa Magdalena de Suecia y Chris O'Neill una inversión más, ya que nunca llegaron a vivir en el interior del inmueble. Si lo hicieron en otra de las propiedades del mismo edifico, dejando su propio apartamento disponible para quien quisiera alquilarlo. Aunque una vez anclados de nuevo en Europa, la necesidad por cerrar definitivamente su etapa neoyorquina parece haber invadido, por completo, a la hija menor de los reyes suecos.
Presidiendo Upper East Side
De ahí que hace unos meses decidiera encomendar al agente Fredrik Eklund una de las más arduas tareas del momento: encontrar un comprador para esta auténtica joya de colección. Un piso catalogado, por el propio portal inmobiliario, con una calidad de cinco estrellas y en el que cada característica parecía estar analizada bajo el más riguroso detalle. Como si de un palacio se tratase aunque, eso sí, a escala pequeña. Y decimos parecía porque, desde hace tan solo unos meses, este enclave de Upper East Side tiene ya nuevo dueño. Reto superado para el agente sueco Eklund y del que también él ha querido presumir en sus propias redes sociales.
"Mi carrera tiene varios hitos importantes, pero hoy conseguí alcanzar uno nuevo e importante. He vendido casas para algunas de las celebridades más importantes y hoy he podido añadir una familia real especial a mi lista. Puedo confirmar: ¡hoy he cerrado la venta del apartamento de Nueva York para la Princesa Magdalena de Suecia! Gracias en confiar en mí para vender tu apartamento. Gracias por ser una amiga. Gracias por ser tan hermosa e increíble. Te quiero, Magdalena Bernadotte, y enhorabuena por esta fantástica venta", daba a conocer Eklund a finales del mes de noviembre en su perfil de Instagram.
Más de medio año buscando a la persona indicada y, por fin, este diamante en bruto puede volver a presumir de dar cobijo a nuevos inquilinos. Su identidad se desconoce por el momento, aunque lo que sí se puede advertir es que dicha persona adquiere una gran fortuna entre sus propios bienes. Y es que, aún sin saber la cifra exacta por la que se ha dado por concluida la venta, ya desde un principio, su precio de salida tan solo se encontraba apto para los más adinerados del planeta, situándose muy cerca de los dos millones de dólares.
Porque tanto su ubicación como su interior, sin dejar de lado su ya pasado vínculo con la realeza sueca, tienen un precio. Y no uno cualquiera, sino el que más se adapte a todas y cada una de las cualidades que ofrece. Con todo ello, hay que reconocer que nada más cruzar la puerta del hall, la sensación de que algo grande se avecina en su interior comienza a surgir en cualquiera que se atreva a visitarlo. Como si de un auténtico palacio se tratase, un recibidor con una escalinata en madera y una lámpara repleta de cristales son los encargados de dar la bienvenida a esta increíble aventura neoyorquina.
Una primera toma de contacto que desvela la evidente calidad del inmueble y que se convierte en el acompañante perfecto para cualquiera de los inquilinos del edificio. Concretamente, el que un día fuera propiedad de la princesa Magdalena de Suecia se caracteriza, sobre todo, por sus más de 232 metros cuadrados de superficie y por albergar en su interior una serie de instalaciones y comodidades aptas para todo tipo de gustos. En total, un salón comedor, un dormitorio, un baño y una cocina son las estancias principales que este "pequeño" palacete guarda entre sus paredes. Aunque son sus detalles lo que le hacen ser aún más grande.
Techos altos combinados con grandes ventanales, tarima maciza de espiga de roble blanco, suelos y encimeras de mármol de Calacatta, decoraciones en tonos pastel, electrodomésticos de marca de lujo, inmobiliario hecho a medida, una cama de grandes dimensiones en el dormitorio principal, paredes de mármol en el cuarto de baño... Sin pasar por alto, por supuesto, los propios servicios que incluye el edificio, entre los que destacan el gimnasio, la bodega, el trastero, un cuarto para guardas bicicletas, servicio de vigilancia durante todo el día y una azotea con impresionantes vistas a la ciudad de Nueva York.