Si bien es cierto que la Familia Ducal de Luxemburgo no es tan dada a los escándalos como la Familia Real Británica o la Española y que tiende a la discreción, no todo es lo que parece. Más allá de divorcios o tensiones familiares, los Nassau esconden problemas protagonizados por la mujer más poderosa del Gran Ducado : María Teresa de Luxemburgo.
El informe Waringo es toda una bomba que amenaza la tranquilidad y estabilidad de la corte luxemburguesa. Fue encargado por el Primer Ministro, Xavier Bettel, a Jeannot Waringo, un exalto cargo que se ha puesto al servicio del Jefe de Gobierno para poner en su sitio a la Gran Duquesa María Teresa, que está siendo un problema para el reinado de Enrique de Luxemburgo.
La dictadora María Teresa
A través de Lëtzebuerger Land y Le Quotidien se ha conocido la existencia de este informe que podría romper el tabú existente hacia la Familia Ducal. Por respeto a la Institución y al Gran Duque se han guardado secretos que dejan en mal lugar a su consorte y que ya han salido a la luz.
La Gran Duquesa María Teresa tiene un carácter autoritario y caprichoso. Se comporta como una dictadora y ha logrado acabar con un buen número de su personal, cansado de soportar a una tirada como jefa, que además es muy poderosa. El problema no es solo una cuestión de imagen, sino de dinero. La constante renovación de personal acarrea unos gastos enormes, ya que a los sueldos hay que sumar unas compensaciones altas para que no hablen de lo que han visto y han sufrido en Palacio.
Una de ellas amenazó con contar lo que había vivido en un libro. La exempleada señaló que había pasado un infierno. Aunque hubo tentativa de juicio, finalmente hubo una compensación que evitó tanto el proceso judicial como el libro o cualquier otro tipo de intervención.
A pesar de que cuenta con el Palacio Ducal para trabajar y el Castillo de Berg para vivir, la Gran Duquesa viviría la mayor parte del tiempo en París. Hasta allí hace ir a su personal para reuniones y otros asuntos, lo que genera más gastos y enfada a sus trabajadores, que no entienden la necesidad de tener que viajar a la capital de Francia.
Aunque es la consorte y no la Jefa del Estado, la Gran Duquesa hace lo que quiera, como quiere, cuando quiere y con quien quiere. Nadie se atreve o ponerle en su sitio salvo el Primer Ministro, que cansado de sus desmanes, quiere poner fin a la actitud de una persona que puede poner en riesgo la Monarquía en Luxemburgo.