El padre del Rey Juan Carlos lució orgulloso los tatuajes de su época de marinero hasta los 79 años, cuando falleció hace 25 años.
Don Juan de Borbón y Battenberg, Conde de Barcelona, falleció el 1 de abril de 1993. Con motivo del aniversario de su muerte, varios medios han querido conmemorar la figura del padre del Rey Juan Carlos, una persona que fue clave en el proceso democrático de nuestro país y un heredero al trono que nunca llegó a reinar. Don Juan de Borbón era un hombre de carácter, pero sobre todo un hombre de mar, y prueba de ello son los tatuajes que lució hasta el día de su muerte. La única entrevista que existe del Conde de Barcelona fue realizada en 1982 por la periodista Pilar Trenas, un documento audiovisual único donde se puede apreciar a la perfección la personalidad del abuelo de Felipe VI. Sin embargo, esta entrevista, prevista para un programa de TV3, no fue publicada de forma inédita hasta 1993, fecha de su muerte, por Canal Sur. En la conversación, Don Juan de Borbón aparece en manga corta, y por ello se ven perfectamente los dos tatuajes que lucía en sendos brazos.
Trenas no duda en preguntarle por ellos. "Son dragones, uno indio y el otro chino", explica Don Juan, "Me los hice en el año 32, cuando tenía 19 años. En aquella época era muy normal, muy de marino. El que pasaba por oriente, se los hacía. Hoy en día es menos común". Y es que la afición del padre del Rey Juan Carlos por el mar era sobradamente conocida. El Conde de Barcelona ingresó en la Escuela Naval Militar a finales de los años 20, pero tuvo que interrumpir esta formación y continuarla en la Royal Navy británica debido a su exilio, tras la proclamación de la II República en 1931.Su mayor pasión
Don Juan de Borbón pasó dos años a bordo de un barco inglés, con el que recorrió el Océano Índico, y así lo relata en la entrevista. Fue en este viaje donde se tatuó los dos dragones. Él mismo le explicaba a Pilar Trenas que cada uno llevó tres horas de trabajo a mano, un total de 6.000 pinchazos.
El Conde de Barcelona rememoró también los orígenes de esta bonita afición: "Guardo unos recuerdos entrañables de la montaña en Santander, del Palacio de la Magdalena, que era una preciosidad de sitio... y ahí fue donde empezó un poco mi afición marinera". Un hobby que le llevaba a recorrer todos los veranos alrededor de 5.000 millas, incluso cuando la salud comenzaba a no ser tan buena. "Al que le gusta, el mar no le cansa", sentenció por aquel entonces.