El caso es que todos ellos son instruidos desde nacimiento en un amplio abanico de idiomas que precisamente les permitan poder defenderse en cualquiera de estas situaciones, pero sobre todo en los numerosos actos oficiales a los que tienen que acudir en sus respectivos países. Sin embargo, no todos ellos tienen las mismas facilidades lingüísticas...
Doña Sofía: una Reina políglota
El castellano es considerado por muchos expertos uno de los idiomas más complicados de aprender, pero no imposible. Para prueba de ello está la Reina Sofía, que pese a ser griega de nacimiento no dudó en empaparse de la lengua de su nuevo país cuando llegó a España en los años 60. Más de media vida después, a conseguido alcanzar un dominio del español fluido en los discursos oficiales y más todavía en las conversaciones informales. Sin embargo, lo que no ha conseguido ha sido librarse de un marcado acento ya característico.
Los expertos aseguran que en su caso esa peculiar pronunciación es más bien la propia de personas políglotas, a lo que habría que unirle además un carácter tímido e introvertido que le supondría no pocas dificultades a la hora de hablar en público.
Educada en griego, alemán, francés e inglés, la Reina Emérita también tiene nociones de ruso y danés, así como un notable entendimiento de hindi (uno de los idiomas oficiales de la India) y afrikáans . De todos ellos, su preferido es el inglés: es el que mejor domina y el que acostumbra a hablar tanto con sus familiares extranjeros como dentro de La Zarzuela con sus hijos y nietos.
Charlene de Mónaco y sus dificultades para hablar francés
Si la Reina Sofía es un ejemplo de que con perseverancia e interés uno puede aprender cualquier idioma que se proponga, la Princesa Charlene de Mónaco representa todo lo contrario. Pese a no ser una recién llegada al Principado, la exnadadora sudafricana todavía muestra serias dificultades para expresarse en francés. Se desconoce si por poca habilidad lingüística o por una posible actitud de rebeldía hacia la corte de los Grimaldi.
Cuando en 2007 se instaló en Mónaco tras varios años de noviazgo con el Príncipe Alberto, Charlene no tenía ni la más mínima noción de la lengua oficial del país. Pese a que desde ese momento fue instruida en ese y en otros menesteres propios del rango que adquiriría, tras su boda con Alberto II en julio de 2011, los resultados no fueron los esperados y son contadas las ocasiones en las que se la puede escuchar hablando francés.
Una de las últimas (y únicas) veces en las que pronunció un discurso en ese idioma fue en 2015, con motivo del décimo aniversario de la subida al trono de su esposo. Fue entonces cuando sorprendió a los allí presentes y sobre todo al Príncipe Alberto al pronunciar unas palabras muy cariñosas y emotivas dirigidas al padre de sus hijos: "Tu es le Prince de mon coeur" (eres el Príncipe de mi corazón). Con ello intentó zanjar los continuos rumores sobre su matrimonio y sobre sus capacidades idiomáticas. Sin embargo, a la luz de los acontecimientos, sus palabras no surtieron demasiado efecto en ninguno de los objetivos.
Chris O'Neill y sus dificultades con el sueco
Parecido al de Charlene de Mónaco, aunque todavía más llamativo, es el caso del marido de la Princesa Magdalena de Suecia, que aunque lleva casado desde 2013 con la hija pequeña del Rey Carlos XVI Gustavo, no se apaña con el sueco. Él mismo reconocía en una entrevista reciente que le estaba "costando mucho aprenderlo" porque lo considera "complicado".
No ayuda que la Princesa Magdalena hable un perfecto inglés y sea la lengua en la que se comunica la pareja, como tampoco que haya residido en Nueva York y Londres, y nunca en Suecia. El financiero visita el país escandinavo para actos muy concretos, y le sigue costando aprender el idioma. Además, antes de su bodarenunció a los títulos y tratamientos que le corresponderían como marido de la Duquesa de Hälsingland y Gästrikland. Con ello lo que buscaba era poder continuar con sus negocios en el sector financiero e intentar mantener una vida normal.
Dicha decisión ha puesto en más de un apuro a la familia O'Neill-Bernardotte, que ha ido variando de residencia a lo largo de los últimos años y que se ha encontrado con el problema de que si sus hijos quieren conservar su tratamiento de príncipes suecos, deberán ser educados en Suecia. Es ahí donde la decisión del padre afecta a los hijos, que a diferencia de él, ya saben hablar sueco.
Ellas no han tenido tantos problemas
Estos tres casos son quizás los más llamativos porque contrastan con los numerosos royals que, pese a proceder de diferentes lugares, no han manifestado ningún problema a la hora de adaptarse a su nueva nacionalidad. Ilustrativo de esto resulta el caso de la Reina Máxima de Holanda, argentina de nacimiento y que desde que llegó a Países Bajos se propuso aprender neerlandés y lo consiguió. A este idioma habría que añadirle también el inglés, el francés y el italiano. Además, ella ha sido la encargada de introducir el español en la Corte de los Orange: gracias a ella el Rey Guillermo Alejandro lo habla ligeramente y sus tres hijas lo dominan a la perfección.
El ejemplo de la Reina Máxima es digno de destacar porque además de dominar el idioma, también ha conseguido empaparse de la cultura de su país y ganarse el cariño y la aceptación de sus conciudadanos. Es por ello por lo que es considerada una de las royals extranjeras más carismáticas, pero lo mismo ocurre con la Princesa Mary de Dinamarca (el inglés es su lengua materna y habla danés a la perfección) y su cuñada, la Princesa Marie: nacida en Francia y que aparte de dominar el danés destaca por sus conocimientos de inglés, español e italiano. Sin duda, son todo un ejemplo.