La pareja se conoció en la universidad en 2012. Se enamoraron, comenzaron una relación y en 2017 anunciaron su compromiso. La boda tuvo que aplazarse debido a que se descubrió que la madre de Kei Komuro tenía una deuda de unos 30.000 euros con el que había sido su pareja para pagar los estudios de Komuro. Ella decía que se trataba de una donación, mientras que él aseguraba que era un préstamo. El escándalo estaba servido y logró que la boda tardara cuatro años en tener lugar.
Boda discreta y una vida en Nueva York
Una vez cumplido este trámite, y ya con la Princesa Mako despojada de sus títulos, tratamientos, sus joyas, su posición y hasta de la dote que corresponde a las princesas que dejan la Familia Imperial, cifrada en 1,16 millones de euros, la pareja se instaló en un piso en Tokyo que en nada se parece a la residencia palaciega de Akasaka en la que Mako vivía con sus padres y hermanos.
Después de un tiempo de adaptación y de tener el pasaporte, que Mako Komuro ha tenido que sacarse por primera vez debido a que los miembros de la Casa Imperial carecen de él, les espera una vida sencilla en Estados Unidos. Kei Komuro seguirá desempeñando su trabajo como asistente legal en Lowenstein Sandler LLP. y la pareja vivirá en un apartamento de una habitación en Nueva York.
Como señala NHK, se trata de un piso de alquiler que van a pagar ellos mismos, sin ayuda de una Casa Imperial a la que Mako Komuro, nombre tomado tras su boda, ya no pertenece. Se desconoce si Mako tiene ahorros, pero lo que sí se sabe es que no tiene su dote. Se entiende que buscará un trabajo remunerado y privado. No desea conceder entrevistas ni llevar una vida pública al estilo Harry y Meghan. Currículum no le falta. Está graduada en Arte y Patrimonio Cultural, tiene un certificado en conservación y cuenta con un Máster en Museología por la Universidad de Leicester.