Iñaki Urdangarín y Diego Torres fueron durante años las cabezas visibles del Instituto Nóos, pero no trabajaron solos. Algunos de sus empleados han hablado con Vanity Fair sobre sus jefes, de quienes han dicho que el Duque estaba ansioso por ser alguien en los negocios al margen de la Familia Real, mientras que Diego Torres era inteligente y desconfiado.
Uno de ellos, Xavier Agulló, señala que Torres no confiaba en los demás, por eso estaba encantado cuando conoció al Duque; por su parte, un recién retirado Iñaki Urdangarín, que no acababa de encontrar su sitio tras dejar el balonmano, quería una nueva carrera, hechos que les unieron para beneficiarse mutuamente tras formar un equipo y aprovecharse el uno del otro.
Las bromas de Iñaki Urdangarín en Nóos
"Nunca vimos nada raro", apunta Marc Vallet, que trabajó en Nóos cuando las cosas marchaban viento en popa. Los empleados todavía están sorprendidos por la actividades de Urdangarín y Torres, y es que la normalidad imperaba en la sede barcelonesa de la calle Balmes. "Era una oficina absolutamente normal. Con un ambiente correcto, como en cualquier empresa".
La publicación señala también que a veces iban todos juntos a comer al restaurante japonés de la calle María Cubí o a un bar de tapas. "No había distancias en el trato, pero tampoco una proximidad brutal", apunta Vallet. A pesar de ello Iñaki Urdangarín, que siempre ha tenido fama de ser una persona serio, se permitía chistes y bromas con sus compañeros para relajar el ambiente.
La historia del Instituto Nóos se remonta a 1999, cuando el exprofesor de ESADE y actualmente imputado Diego Torres fundó la entidad para medrar y obtener subvenciones de la Administración, algo que no consiguió hasta que conoció al Duque de Palma y este se incorporó a Nóos. Su llegada supuso el despegue del Instituto sin ánimo de lucro, que obtuvo en pocos años una importante agenda de clientes entre los que estaban el Gobierno Balear y la Comunidad Valenciana, entre otros.