DIVORCIOS REALES

La ruptura de la Infanta Elena y Marichalar y la de la Infanta Cristina y Urdangarin: semejanzas, diferencias y consecuencias

Del cese temporal de la convivencia de Elena y Marichalar a la interrupción del matrimonio de Cristina e Iñaki. Ha habido semejanzas, diferencias y consecuencias distintas sobre todo para ellos.

Guillermo Álvarez 24 Enero 2022 en Bekia

Galería: La Familia Real Española en imágenes

Galería: La Infanta Cristina e Iñaki Urdangarin en imágenes

Las separaciones y divorcios han sido y son habituales en la Familia Real Española desde el siglo XX. De la Infanta Eulalia y Antonio de Orleans, pasando por los Reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia, separados de facto, pasando por el Príncipe Alfonso, separado por partida doble, o el Infante Jaime y Emmanuela Dampierre y sus dos hijos, que también se divorciaron. Ya en el siglo XXI, Simoneta, Beltrán y Fernando Gómez-Acebo, hijos de la Infanta Pilar, se separaron, pero si hubo una ruptura que causó revuelo fue la de la Infanta Elena y Jaime de Marichalar. Aquello fue en 2007. 14 años y dos años después fueron la Infanta Cristina e Iñaki Urdangarin los que comunicaron su separación. Así, las dos hijas del Rey Juan Carlos, las dos hermanas de Felipe VI, rompieron sus matrimonios.

Ambas se casaron con pocos años de diferencia, y tuvieron a sus hijos en años parecidos, si bien la Infanta Cristina tuvo dos vástagos más que su hermana. Eso sí, nunca se ha podido decir que tuvieran vidas paralelas, y aunque siempre se llevaron bien, hubo unos años en los que quienes tenían un enorme vínculo fraternal fueron Don Felipe y la Infanta Cristina. Rota esa relación desde que estalló el Caso Nóos, Doña Elena y Cristina de Borbón fueron estrechando unos lazos que ya habían crecido al separarse la hermana mayor. De hecho, si la Infanta Cristina apoyó en su momento a la Infanta Elena cuando terminó su matrimonio, ella se lo devolvió con creces apoyando férreamente a su hermana y a Iñaki Urdangarin y se convirtió en su mejor aliada en la familia Borbón y Grecia junto a la Reina Sofía.

Un matrimonio insalvable

Las dos hermanas parecían felices con sus respectivas familias, pero nada más lejos de la realidad. La Infanta Elena, que se había casado con el aristócrata Jaime de Marichalar el 18 de marzo de 1995, no tuvo un matrimonio demasiado feliz. El 17 de julio de 1998 nació su primer hijo, Felipe Juan Froilán. El 9 de septiembre de 2000 vino al mundo su segunda hija, Victoria Federica. La tragedia llegó a sus vidas cuando Jaime de Marichalar sufrió una isquemia cerebral el 22 de diciembre de 2001 cuando hacía deporte en el gimnasio. En aquel momento, la relación ya hacía aguas, pero la Infanta Elena siguió adelante con su matrimonio y le acompañó en su recuperación. Además, no se veía claro que una Infanta de España se divorciara en ese momento por mucho que hubiera habido precedentes. Se esperaba, o al menos los Reyes Juan Carlos y Sofía esperaban, que lograran encauzar su matrimonio.

No fue Marichalar un enfermo fácil, aunque su situación tampoco lo era. Luchaba contra unas secuelas que en los primeros años eran complicadas. Se le convenció para mudarse a Nueva York para recuperarse en el hospital Monte Sinaí, donde el doctor Valentín Fuster dirigía la unidad de cardiología y se interesó en la evolución del paciente. Doña Elena y sus hijos se instalaron también en Nueva York. Marichalar mejoró y volvió a España, pero lo que nunca se recuperó fue su matrimonio.

El 13 de noviembre de 2002, Casa Real anunció la separación de la Infanta Elena y Jaime de Marichalar. Lo hizo con ese famoso eufemismo de un "cese temporal de la convivencia matrimonial", hablando además de un mutuo acuerdo y del afecto que la Familia Real seguía profesando a Marichalar. No solo se omitía la separación o el divorcio, sino que se daba a entender que podría tratarse de algo temporal. No lo fue. La Infanta se fue con sus hijos de la casa que compartía con Marichalar, y tras una estancia temporal en el barrio de Salamanca, se mudó al piso del madrileño Barrio de Niño Jesús en el que se quedó a vivir desde entonces.

El divorcio no llegaría hasta enero de 2010. La Casa Real se cuidó de que se conocieran los detalles y todo se blindó. Lo que si se conoció fue que Jaime de Marichalar perdía su título y su tratamiento. Adiós a ser Duque de Lugo con tratamiento de Excelentísimo Señor. Abandonaba también la Familia Real, si bien ya no participaba en actos de representación desde la separación. Perdió mucho, pero rehízo su vida al margen de la Casa Real, intentando ser siempre lo más discreto posible y hacer lo mejor para sus hijos. En eso siempre han estado de acuerdo tanto ella como él. Su separación no fue fácil, y su relación es nula. Tan solo hablaban por sus hijos, Felipe y Victoria, con los que se volcaron para evitar que sufrieran por el divorcio de sus padres.

El eterno matrimonio que no lo fue

Mientras eso pasaba en el hogar de los Lugo, las cosas no podían ser más diferentes para la Infanta Cristina e Iñaki Urdangarin. Se conocieron en Atlanta 96, se casaron el 4 de octubre de 1997 y fueron padres de cuatro hijos: Juan (1999), Pablo (2000), Miguel (2002) e Irene (2005). Simpáticos, guapos, modernos y carismáticos, el matrimonio era la viva imagen de felicidad, una alegría multiplicada por cuatro con el nacimiento de sus vástagos. Residían en Barcelona y tenían una vida acomodada, sí, pero distinta a la de los entonces Duques de Lugo.

Su felicidad plena comenzó a esfumarse cuando todavía no se habían dado cuenta. En 2009 se mudaron a Washington por motivos de trabajo de Iñaki Urdangarin, que tras ser invitado a abandonar el Instituto Nóos, consiguió un empleo en Telefónica. César Alierta, que mantenía muy buena relación con el Rey Juan Carlos, no dudó en ofrecer al exdeportista, retirado del balonmano desde el año 2000, un puesto en la capital de Estados Unidos.

Y allí se fueron los seis como si alejándose pudieran mantenerse al margen de las investigaciones en las que ya resonaba, aunque lejos, el nombre de Iñaki Urdangarin. La Infanta Elena no fue feliz en Estados Unidos, y aunque su hermana Cristina sí lo fue en Washington, solo pensaba en volver a Barcelona, donde tan buenos recuerdos tenía. En 2011 estalló el Caso Nóos, Urdangarin fue apartado de la Casa Real e imputado y en 2012 declaró ante el juez Castro. Por su parte, Cristina de Borbón fue imputada, después dejó de serlo y finalmente volvió a estar imputada.

En 2012, los Urdangarin de Borbón regresaron a Barcelona. Allí aguantaron un año hasta su marcha a Ginebra en 2013, donde el Aga Khan ofreció trabajo a la Infanta Cristina. Allí se fue también Iñaki Urdangarin, ya sin trabajo y caído en desgracia. Las presiones para que la Infanta Cristina se divorciara iban en aumento. El Rey Juan Carlos lo deseaba, como si eso sirviera para liberar de toda presunta culpa a su hija, pero ella encadenó su destino al de su marido, al que amaba, al que adoraba, al que perdonó todo, en el que no dejó de creer pese a las pruebas en su contra, pruebas por las que fue juzgado y condenado en 2016. Ella fue juzgada, pero salió absuelta. Quedaba libre de culpa y seguía amando y apoyando a su marido. En 2018 llegó para Iñaki Urdangarin el momento de entrar en la cárcel, que abandonó en 2021 para irse primero al Centro de Inserción Social Melchor Rodríguez García de Alcalá de Henares primero, y después a la prisión de Zaballa en Álava. Obtuvo el tercer grado y gracias al control telemático dejó de tener que ir a dormir a la cárcel, pudiendo pernoctar diariamente en casa de su madre en Vitoria. Consiguió además un trabajo en Imaz&Asociados que fue clave para esta nueva vida en la que parecía que estaba la Infanta Cristina, que al igual que la Infanta Elena, no dejó solo a su marido en sus peores momentos, aunque una lo hizo con todo el convencimiento, lo hizo por amor.

La Infanta Cristina viajó todo lo que pudo a España para visitar a Urdangarin en la cárcel. Cuando tenía permisos, los pasaban juntos. Estuvo a su lado siempre, incluso a lo largo de un 2021 en el que ya ocurría algo. Disfrutaron de las vacaciones en Bidart en familia. Se dejaron ver el 23 de octubre de 2021 en el debut de Pablo Urdangarin en el Barça de balonmano y hasta se cogían de la mano. Sin embargo, él mantenía una relación con Ainhoa Armentia, una compañera de trabajo. El 19 de enero de 2022 se publicaron unas imágenes en Lecturas donde se veía a Urdangarin paseando junto al mar de la mano de una mujer que resultó ser Ainhoa Armentia. El propio exjugador de balonmano reconoció la relación: "Las cosas pasan y vamos a gestionarlo de la mejor manera posible. Es una dificultad que gestionaremos con la máxima tranquilidad y juntos, como siempre hemos hecho". También habló del asunto Pablo Urdangarin, que dejó claro que siempre se iban a querer y que la familia estaba bien.

Cinco días más tarde, la Infanta Cristina e Iñaki Urdangarin emitieron un comunicado a Efe, el comunicado que debieron emitir mucho tiempo antes. Ella es una Infanta de España, por muy apartada que haya estado y esté o por mucho que no forme parte de la Familia Real, pero Infanta nació e Infanta morirá, y como tal debe actuar en estos casos. "De común acuerdo, hemos decidido interrumpir nuestra relación matrimonial. El compromiso con nuestros hijos permanece intacto. Dado que es una decisión de ámbito privado, pedimos el máximo respeto a todos los que nos rodean".

Eufemismos para evitar hablar de separación o divorcio

Y así se confirmaba la ruptura matrimonial de la pareja que mejor marchaba en la Casa Real años atrás. Ambas hermanas coincidían en utilizar eufemismos para evitar pronunciar separación o divorcio. Unos hablaban de "cese temporal de la convivencia", mientras que los otros habían decidido "interrumpir nuestra relación matrimonial". No podían hablar los Urdangarin de Borbón de cese temporal de la convivencia porque no vivían juntos desde que Urdangarin había entrado en la cárcel el 18 de junio de 2018. Y más diferencias. La Casa Real se encargó de comunicar la separación de los entonces Duques de Lugo, no así con respecto a la Infanta Cristina y Urdangarin, que no formaban parte de la Familia Real. Es por eso que Casa Real no quiso saber nada de este asunto. Institucionalmente, este divorcio no tiene relevancia alguna.

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Las circunstancias de una ruptura y otra fueron muy distintas. El matrimonio de los Lugo llevaba mucho tiempo roto. Diferencias irreconciliables se podría decir. Mientras, Cristina e Iñaki parecían tan enamorados como siempre a pesar del desgaste en su relación provocado por el Caso Nóos, el juicio, la cárcel y la distancia. Se une además que no hubo terceras personas para Elena y Jaime, y de hecho, ya divorciados tampoco se les han conocido otros romances. En este caso ha sido precisamente una tercera persona la que ha provocado la interrupción del matrimonio Urdangarin de Borbón.

Sobre los hijos, Felipe y Victoria sufrieron más al ser tan pequeños cuando sus padres se separaron. Juan, Pablo, Miguel e Irene ya son mayores, y salvo la pequeña, residente con la Infanta Cristina en el momento del comunicado, el resto están repartidos entre España y Reino Unido, viven su vida y pueden entender mejor la ruptura. En cuanto a las reacciones, puede que para la mayor parte de los Borbón y Grecia sea un alivio, aunque ya llegue tarde para según qué cosas, pero está claro que la Reina Sofía sufrió con la separación de su hija mayor, y lo ha hecho con la de su hija mediana.

Iñaki Urdangarin, con menos que perder

Sobre las consecuencias, también son distintas. Iñaki Urdangarin no tiene posición que perder como sí la tuvo su excuñado. No es Duque de Palma ni Excelentísimo Señor desde la retirada del Ducado de Palma por parte de Felipe VI a la Infanta Cristina en junio de 2015. No dice adiós a la Casa Real porque se le invitó a marcharse en 2011. Tampoco a la Familia Real porque salió de ella cuando Don Felipe subió al trono en 2014. No ha perdido algún que otro trabajo como sí le pasó a Marichalar. No va a dejar de ser invitado a según qué eventos porque ya era persona non grata en algunos ambientes, no así en los deportivos, donde se le tiene en estima por lo grande que fue como jugador de balonmano.

Para Jaime de Marichalar todo fue más traumático, mientras que para la Infanta Elena, que deseaba el divorcio y no era quien perdía su posición, fue tan triste como liberador. Para Urdangarin, que poco tenía ya que perder, no será plato de gusto la persecución mediática ni las críticas, pero después de su paso por la cárcel y a la espera de terminar de cumplir su condena, quiere ser libre y feliz, solo que no con la Infanta Cristina, a la que tanto amó, aunque no hasta el final como sí hizo ella, que ha tenido que entender que su amor incondicional no es bidireccional.

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