Nadie había conseguido hablar con el Rey Juan Carlos tras su abdicación en favor de su hijo Felipe. El que hasta hace poco menos de un año era el monarca de todos los españoles, desde que dejara sus responsabilidades políticas aparcadas, ha pasado a un discreto segundo plano, sin querer interferir demasiado en la vida pública y dejando todo el peso del cargo sobre los hombros del Rey Felipe VI.
Pero ya se sabe que Juan Carlos es muy "campechano" y siempre le ha gustado bastante explayarse. El suplemento dominical del diario ABC ha recogido las primeras declaraciones del Rey tras su abdicación, extractos de una entrevista que formará parte del libro de Fernando Ónega 'Juan Carlos I. El hombre que pudo reinar" y donde habla sobre los sentimientos enfrentados que le asaltaron cuando vio a su hijo recoger su testigo el día de la proclamación.
"Quizá la palabra emoción se quede corta. Fueron sentimientos contradictorios: la satisfacción del deber cumplido y el dolor de la despedida; la pena de pensar que me retiro y el orgullo de un padre de ver a su hijo allí ", asegura Juan Carlos.
El rey emérito destaca dos momentos fundamentales en su vida: cuando Franco le transmitió su deseo de que fuera su sucesor a título de rey y el 23F. "La monarquía se jugó su prestigio y continuidad ese día", afirma. Entre su objetivo de situar a España en el mundo, Juan Carlos recuerda de forma especial su intermediación para que nuestro país ingresara en la OTAN y Europa.
De gente de izquierda y penas de muerte
El rey Juan Carlos agradece el comportamiento de los miembros de la izquierda durante la Transición. "Aunque no guste a todo el mundo, nunca podré olvidar el comportamiento del Partido Comunista y del PSOE durante la Transición... Si en aquellos momentos a la izquierda española, y concretamente a Santiago Carrillo, se le hubiera ocurrido sacar su militantes a la calle, hoy ni tú ni yo estaríamos aquí".
Como anécdota, destaca que de todos los poderes que le concedió el dictador Franco, había uno que no le dejaba dormir por las noches. " Figuraba uno terrible: la potestad de firmar una pena de muerte. No dormía pensando en eso. Fueron -hasta la aprobación de la Constitución de 1978- tres años conviviendo con esa angustia", dice el rey sobre los tumultuosos tiempos previos a la llegada de la democracia.