Una costumbre centenaria
La decisión del juez McFarlane de mantener en secreto el testamento del Príncipe Eduardo no es nada extraño ya que desde 1910 la Familia Real británica ha presentado solicitudes judiciales para sellar el testamento de los miembros de alto rango con el objetivo de que impedir que se conozca el legado del fallecido y de esta manera proteger la intimidad de los herederos. A pesar de que se filtraron algunos detalles de la distribución de las propiedades del Duque de Edimburgo, la Casa Real no confirmó ni desmintió la noticia asegurando que este era un asunto personal.
Una vez pasados estos 90 años, los testamentos tampoco serán públicos, sino que se podrán consultar de forma privada, por lo que es casi imposible que se revele el contenido de alguno de ellos. El juez apuntaba que los documentos agregados más recientemente son del año 2002 y serían los que contienen las últimas voluntades de la Reina Madre y la Princesa Margarita, mientras añadía que la publicación del listado de documentos pretende ser una muestra de transparencia y nada más.
McFarlane aseguró que cualquier solicitud de apertura de los testamentos antes del vencimiento del plazo tenía una alta probabilidad de fracaso en el caso de que no se presente una justificación específica, particular o privada relacionada con la administración del patrimonio del fallecido con el objetivo de "proteger la dignidad y la posición del papel público de la soberana y otros miembros cercanos de su familia.