La Reina Isabel no solo ostentó el récord de haber protagonizado el reinado más largo de Reino Unido, sino que ha sido de lejos la soberana que más Primeros Ministros ha tenido al frente de su gobierno. Sí, has leído bien, su gobierno. Porque en Reino Unido es el monarca quien "invita" al líder político que haya obtenido mayor respaldo electoral a formar un gobierno en su nombre y liderarlo como Primer Ministro. De ahí que el ejecutivo británico sea denominado formalmente "Gobierno de Su Majestad del Reino Unido".
Desde su llegada al trono en 1952, Isabel II tuvo un total de quince Primeros Ministros tanto conservadores como laboristas y, como no podía ser de otro modo, no con todos tuvo la misma afinidad. Su obligación era ser imparcial, pero la Reina no pudo evitar entablar con muchos de ellos una relación más allá de lo profesional, tanto para lo bueno como para lo malo...
Winston Churchill (1951-1955)
Winston Churchill ya era toda una institución en Reino Unido antes de que la Reina Isabel naciese y, de hecho, en el momento en que ella se convirtió en soberana, ya era la segunda vez que ocupaba el cargo de Primer Ministro. Y antes de eso había sido Primer Lord del Almirantazgo, Ministro Del Interior, de Municiones, de la Guerra, de Colonias y de Hacienda.
No es extraño por lo tanto que un hombre con tanta experiencia y con una mentalidad propia de su época tuviese ciertos reparos ante la idea de trabajar mano a mano con una joven de tan solo 25 años a la que había visto nacer. Pero todas sus dudas y recelos se disiparon en cuanto descubrió la dedicación y el empeño por aprender de la joven reina. Y así lo reconoció años después la hija del político, Mary Churhill: " La Reina lo cautivó muy rápidamente y él cayó bajo su hechizo. Creo que desde el principio sintió su inmenso sentido del deber y esperaba con ansias sus reuniones del martes por la tarde con ella ".
Unas reuniones que Sir Winston dedicó a enseñar a la Reina Isabel todo lo que necesitaba saber para el desempeño de su cargo y que constituyeron la mejor formación que ella podría haber obtenido nunca. Según el periodista Nicholas Davies: " Pasaba horas con ella, taladrándola durante semanas, explicándole lo que estaba pasando y lo que tenía que hacer. Sin duda, Isabel tenía mucho que aprender de Churchill, que quería ser su maestro, su guía y su mentor, educándola en los caminos del mundo".
Al final todo ese tiempo acabó derivando en una mezcla de cariño y admiración mutuos que se reflejó incluso en sus declaraciones en público. El primero en reconocerlo fue Winston Churchill durante la última cena que celebró en Downing Street tras anunciar su retirada en 1955. Ante todos los allí presentes no dudó en reconocer (sin evitar emocionarse): " Nunca los augustos deberes que recaen sobre el monarca británico han sido cumplidos con más devoción que en la brillante apertura del reinado de Su Majestad. Por lo que agradecemos a Dios el regalo que nos ha otorgado ".
La Reina Isabel prefirió responder a estas palabras en privado, a través de una carta que escribió a los pocos días y en la que decía: " Sería inútil pretender que cualquiera de los sucesores que le seguirán en el cargo podrá jamás ocupar el lugar de mi primer Primer Ministro, a quien mi esposo y yo debemos tanto y por cuya sabia dirección durante los primeros años de mi reinado siempre estaré tan profundamente agradecida".
Un agradecimiento que se demostró por última vez en el funeral de Churchill en 1965 y que supuso una renuncia al protocolo por parte de la Reina. Primero, por el propio hecho de acudir al funeral de un plebeyo (cosa que ningún monarca había hecho antes). Segundo, llegando antes de que el ataúd estuviera en la iglesia. Incumpliendo así la norma no escrita según la cual la Reina es siempre la última en llegar a un evento. Pero la ocasión lo merecía y su "primer Primer Ministro" más aún.
Anthony Eden (1955-1957)
Ocupar el lugar que dejaba Winston Churchill tras dos mandatos y una guerra mundial que lo convirtió en un mito viviente era un reto difícilmente alcanzable para cualquier político de la época. Pero alguien tenía que hacerlo y el elegido fue Anthony Eden, hasta ese momento Viceprimer Ministro y responsable de Asuntos Exteriores en el propio gobierno de Churchill.
Su experiencia estaba más que acreditada tras décadas de servicio público, pero eso no fue suficiente ni para ganarse el afecto de la Reina Isabel ni para superar con éxito la crisis de reputación internacional en la que Reino Unido quedó sumido tras la pérdida del Canal de Suez en 1956. El antiguo Imperio Británico se desquebrajaba a pasos agigantados y la antigua potencia veía cómo iba perdiendo peso en el tablero geopolítico mundial.
Fueron muchos los que culparon a Anthony Eden de esta situación y cada vez eran más las presiones desde el Partido Conservador, desde el Gabinete e incluso se dice que también desde el Palacio de Buckingham para que dimitiera. Algo que hizo finalmente en enero de 1957, alegando que su salud no le permitía seguir en el cargo y poniendo fin así a dos intensos años de estancia en Downing Street.
Harold Macmillan (1957-1963)
La Reina sí consiguió tener una relación mucho más cordial con el sucesor de Eden. Al fin y al cabo, Harold Macmillan consiguió mantenerse al frente del gobierno durante más tiempo que sus predecesores. Fueron seis años en los que Isabel II departió semanalmente con un Primer Ministro que la definía como "encantadora y muy bien informada" y al que, según cuentan, permitía sentarse durante sus audiencias.
Pero esta relación cordial se vio notablemente deteriorada cuando en 1963 se hizo público que el Secretario de Defensa, John Profumo, mantenía una relación extramatrimonial con una bailarina 30 años menor que él y que ella a su vez se relacionaba también con un espía soviético. Un escándalo que mermó la reputación del Gabinete al completo y muy especialmente la del propio Primer Ministro, quien no solo se mostró incapaz de sofocar esta crisis política, sino que además adoptó una actitud que muchos califican de cobarde.
Harold Macmillan tenía entonces 69 años y padecía problemas de próstata. Unas circunstancias que el político conservador utilizó como pretexto para presentar su dimisión y evitar así tener que afrontar las consecuencias del 'Caso Profumo'. Lo cual dejó a la Reina Isabel en la difícil tesitura de tener que elegir ella misma a la persona encargada de asumir el cargo de Primer Ministro en medio de la crisis que sumía al Partido Conservador en su conjunto.
Tras consultarlo con el propio Macmillan, Isabel II decidió proponer a Alec Douglas-Home. Una decisión que fue bastante criticada y de la que la opinión pública culpaba al Primer Ministro saliente. Consideraban que Macmillan tendría que haber dejado a un lado su enfermedad (de hecho con el tiempo de demostró que no era tan grave como él afirmaba y aún vivió 23 años más ) y ahorrarle a la Reina el mal trago de tomar una decisión errónea.
Alec Douglas-Home (1963-1964)
La elección de Alec Douglas-Home como Primer Ministro puede que no fuese de las mejores decisiones de la Reina Isabel en términos puramente políticos. Pero en lo personal, cabría señalar que Douglas-Home pasará a la historia - aparte de ser el Primer Ministro con el segundo mandato más breve del siglo XX (prácticamente un año exacto en el cargo) - sobre todo por haber sido el único que antes de ocupar el cargo ya era amigo personal de la Reina.
Porque Douglas-Home era ante todo aristócrata y ostentaba el título de Conde de Home. Un título al que tuvo que renunciar cuando llegó a Downing Street pero que inevitablemente condicionaba su forma de ser y de relacionarse con la Reina, quien por primera vez podía hablar casi de tú a tú con su Primer Ministro. De hecho, personas que tuvieron la oportunidad de verles juntos afirmarían tiempo después que " Su Majestad hablaba con Douglas-Home como con un viejo amigo, discutiendo sobre perros y yendo a disparar juntos ".
El vínculo que unía a la Reina y a su Primer Ministro no solo era cuestión de clase social, sino que además compartían en cierto modo lazos familiares. Dado que el sobrino del político, Robin Douglas-Home, era a su vez primo hermano de John Spencer y por lo tanto tío segundo de la futura nuera de la Reina: Lady Diana Spencer. Un vínculo con los Spencer que iba todavía más allá, puesto que la casa donde nació Alec Douglas-Home se convertiría años después en la residencia de la famosa escritora Barbara Cartland, madre de Raine Spencer (madrastra de la Princesa de Gales).
Aparte de esto, el sobrino del Primer Ministro fue conocido por haber tenido una relación (que casi termina en boda) con la Princesa Margarita de Suecia a finales de los años 50 y posteriormente ser amante de la propia hermana de la Reina de Inglaterra mientras ella estaba aún casada con Anthony Armstrong-Jones. De hecho, los rumores dicen que el fin del romance con esta última fue lo que llevó a Robin Douglas-Home a suicidarse en 1968, con tan solo 36 años.
Harold Wilson (1964-1970, 1974-1976)
Quien no era amigo previamente de la Reina pero acabó convirtiéndose en ello fue Harold Wilson, el primer Primer Ministro laborista del reinado de Isabel II y curiosamente líder también de uno de los gobiernos más abiertamente republicanos de la historia de Reino Unido.
Un gobierno cuyo programa político fue ampliamente reformista y que, entre otras cuestiones, acabó con la pena de muerte, despenalizó la homosexualidad, legalizó el aborto y amplió el acceso a la educación. También aplicó medidas que afectaban directamente a la Familia Real, como fue la reducción del presupuesto que cada año se destina de los fondos públicos al mantenimiento de sus propiedades y los gastos derivados de su actividad representativa.
Lejos de granjearse la enemistad de la Reina con actuaciones como esta, lo cierto es que desde el primer momento hasta el propio Harold Wilson se sorprendió por la buena dinámica de trabajo que mantenían y el afecto con el que la soberana lo trataba. Incluso a pesar de que el político laborista era la primera persona de orígenes humildes en llegar a Downing Street.
Según escribió el periodista Craig Campbell en The Sunday Post: " La Reina lo veía como un tipo británico con los pies en la tierra que podía contarle todo sobre la vida real y lo que realmente pasaba en las calles ". De ahí que el periodista califique a Wilson como el "confidente improbable pero de confianza" de Isabel II, quien llegó a sentirse muy cómoda con el político gracias a su similitud en la edad y al "profundo respeto por la inteligencia femenina" del Primer Ministro.
Harold Wilson tuvo un primer mandato entre 1964 y 1970 y, al igual que Winston Churchill, repitió años después en el cargo. Volvió a ser Primer Ministro en 1974, pero tan solo dos años después anunció su dimisión. Faltaban pocos días para que cumpliese 60 años y todavía quedaban tres años para las próximas elecciones, pero el Alzheimer que acabaría con su vida en 1995 ya empezaba a manifestarse y a mermar su capacidad de trabajo.
De nuevo al igual que en el caso de Winston Churchill, la Reina aceptó la invitación para acudir a la cena de despedida que Harold Wilson organizó en Downing Street tras su dimisión. Sin duda un honor al alcance de muy pocos y que a día de hoy solo ha sido concedido en estas dos ocasiones.
Edward Heath (1970-1974)
En los cuatro años que transcurrieron entre el primer y el segundo mandato de Harold Wilson el encargado de asumir el gobierno de Reino Unido fue el conservador Edward Heath. Un hombre tranquilo que permaneció toda su vida soltero (lo cual le llevó a lidiar con rumores nunca confirmados ni desmentidos en torno a su posible homosexualidad) y que, más allá de su afiliación política, era sobre todo conocido por su pasión por la música clásica y por la navegación.
Durante su mandato tuvo que lidiar con una profunda crisis económica y social que sin duda limitó su margen de maniobra, por lo que su legado quedó reducido a una cuestión que tampoco es menor: fue el encargado de liderar las negociaciones que culminaron con la entrada de Reino Unido en la Unión Europea en 1973.
Todos coinciden al afirmar que Edward Heath no era precisamente lo que podría denominar "el alma de la fiesta". De hecho, t odas sus biografías hacen hincapié en su carácter taciturno y en lo callado que solía estar en casi cualquier acto. Algo que sin duda contribuyó a su poca o nula afinidad con la Reina, quien llegó a decirle al propio Heath que era una persona "prescindible".
Esta falta de afinidad quedó reflejada también en una escena de la serie 'The Crown' en la que Isabel II (Olivia Colman) habla con su familia sobre la dimisión de Heath en 1974. Reconoce haber sentido "un júbilo inconstitucional" ante la noticia y lo justifica diciendo que lo que más rechazo le provocaba de él era su compañía, no sus políticas.
James Callaghan (1976-1979)
Mucho mejor - aunque sin llegar al extremo de Winston Churchill o Harold Wilson - fue la relación de la Reina con el laborista James Callaghan, a quien le bastaron sus tres años como Primer Ministro para despertar en Isabel II una clara simpatía que nunca se excedió de lo puramente constitucional. Algo que él aclaraba siempre diciendo: " Lo que se obtiene de la Reina es simpatía, pero no amistad ".
En sus audiencias la conversación era muy fluida y ambos apreciaban mucho la compañía del otro. Sobre todo el Primer Ministro, quien tras abandonar Downing Street se deshizo en elogios hacia la Reina: " Una de las cosas buenas de ella es que siempre parece ver el lado divertido de la vida. Con ella las conversaciones fluyen libremente y pueden vagar hacia cualquier lugar sobre una amplia gama de temas sociales, políticos e internacionales ".
Como manda el protocolo, Isabel II nunca llegó a expresar públicamente su opinión sobre James Callaghan y muchísimo menos corresponder a sus palabras. Pero al menos en una ocasión hay constancia de que la soberana dejó a un lado el protocolo para mostrar su aprecio al Primer Ministro. Y es que, según cuentan, durante un paseo por los jardines del Palacio de Buckingham, la Reina no dudó en agacharse a coger una flor y colocarla en el ojal de la americana de Callaghan. Un gesto sin duda muy ilustrativo de la simpatía que le generaba.
Margaret Thatcher (1979-1990)
Tras dos siglos y medio de varones desempañando el cargo de Primer Ministro, en 1979 la conservadora Margaret Tharcher se convirtió en la primera mujer que consiguió hacerse con él. Y no solo eso, sino que su mandato de once años pasaría a la historia como el más largo de Reino Unido. Un récord que todavía permanece imbatible a día de hoy a pesar de lo cerca que estuvo Tony Blair de igualarlo con sus diez años en Downing Street.
La idea de poder departir semanalmente con otra mujer ilusionó a la Reina Isabel durante la campaña electoral de 1979, pero su ilusión acabó convirtiéndose en decepción en cuanto conoció a la mujer que se convertiría en Primera Ministra. De carácter y formas de pensar totalmente opuestas, las dos mujeres más poderosas del país protagonizarían públicos y notorios desencuentros a lo largo de esos once años. Sobre todo a causa de las políticas que aplicó Margaret Thatcher.
Unas políticas que la Reina consideraba "excesivas" por su falta de atención a los miembros más pobres y desfavorecidos de la sociedad británica y con las que no podía estar más en desacuerdo. Hasta el punto de que por primera vez en su reinado se filtraron las opiniones de Isabel II sobre la líder de su gobierno y The Sunday Times las hizo públicas en 1986 con un titular demoledor: "La Reina, consternada por la indiferencia de Thatcher".
Este titular generó una grave crisis institucional entre el Palacio de Buckingham y Downing Street y supuso la constatación pública de las tensiones que se vivían de puertas a dentro. Como cuando en 1983 la Reina mantuvo a Margaret Thatcher de pie durante toda una audiencia para mostrarle su desagrado por no haberla informado de la invasión de la Isla de Granada.
Solo el tiempo consiguió limar las asperezas e Isabel II no pudo evitar compadecerse de la "Dama de Hierro" por su truculento abandono de la política en 1989. A partir de entonces su relación se relajó e incluso compartieron momentos de intimidad en celebraciones familiares de ambas. Una buena sintonía al fin que se demostró por última vez cuando en 2013 la Reina acudió al funeral de Margaret Thatcher en la Catedral de San Pablo. Un hecho excepcional y que no se repetía desde el fallecimiento de Winston Churchill en 1965.
John Major (1990-1997)
Tras la convulsa dimisión de Margaret Thatcher y la crisis interna que sumía al Partido Conservador desde hacía tiempo, el encargado de sustituirla y poner orden en la formación fue John Major. Se convirtió así en el nuevo Primer Ministro y, con 47 años, en el primero de la larga lista de antecesores en el cargo que era más joven que la Reina.
En lo político, su principal logro fue conseguir en 1994 el alto al fuego de la organización terrorista IRA. Algo que sin duda contribuyó a aumentar su popularidad. Pero quizás aún mayor fue su logro de conseguir ganarse no solo la estima de la Reina, sino también su gratitud por el papel clave que John Major desempeñó durante el complicado divorcio del Príncipe Carlos y Lady Di.
Separados desde 1992, fue en 1995 cuando la pareja inició los trámites para un divorcio en el que había muchos flecos que atar y mucho que negociar. De hecho, hicieron falta seis meses de negociaciones para llegar finalmente a un acuerdo el 28 de agosto de 1996. John Major no solo ocupaba el cargo de Primer Ministro durante esas negociaciones, sino que a petición de la Casa Real intervino directamente en ellas para velar por los intereses del Príncipe de Gales y de sus hijos.
El Príncipe Carlos quedó tan satisfecho con el trabajo del político que, tras la muerte de Lady Di en 1997, tomó la decisión de nombrarle tutor legal del Príncipe Guillermo y del Príncipe Harry. De este modo, el ya ex Primer Ministro se convirtió en responsable de velar por los intereses legales y administrativos de los jóvenes príncipe s durante las negociaciones que envolvieron la aplicación del testamento de la difunta Princesa de Gales.
Como muestra de gratitud, John Major fue el único político invitado a la boda del Príncipe Harry y Meghan Markle en 2018. Algo sin duda sorprendente, ya que el propio Palacio de Kensington había indicado previamente que los invitados a la ceremonia serían elegidos exclusivamente en base a "su relación con la pareja más que por los cargos que ocupan".
Tony Blair (1997-2007)
Si John Major fue el primer Primer Ministro en ser más joven que la Reina, Tony Blair se convirtió en 1997 en el primero de ellos en haber nacido durante el reinado de Isabel II. Una brecha generacional que indudablemente condicionó la relación entre ambos y no precisamente en el buen sentido. La tensión se apoderó de sus audiencias semanales prácticamente desde la primera.
La vanidad y el afán modernizador del político laborista irritaban a la Reina, quien nunca le perdonaría al Primer Ministro su papel protagonista en el momento de crisis para la monarquía que supuso la muerte de Diana de Gales. En opinión del personal del Palacio de Buckingham, su actitud en esta crisis "creó más problemas de los que resolvió". Y aunque en cierto modo Tony Blair acabó contribuyendo a que la monarquía recuperase su popularidad, quienes la conocieron afirmaban que " a la Reina no le gustaba estar en deuda con él ".
Tampoco mejoraron mucho la relación otras decisiones de Tony Blair como la de modificar el día de las reuniones semanales (trasladándolas del martes al miércoles), con el perjuicio que eso supuso para la apretada agenda de la Reina. O asimismo el desmantelamiento del yate real Britannia tras 22 años en servicio supuestamente para "ahorrar dinero".
Aparte de todo esto, Isabel II sintió desde su primera audiencia que Blair no era una persona en la que se pudiese confiar demasiado y sus temores se vieron confirmados años después cuando el ya ex Primer Ministro publicó sus memorias. En ellas no solo hablaba de sus años en Downing Street, sino que rompía el pacto de silencio y confidencialidad que envuelve la relación de un Primer Ministro con su Soberano. Desvelando detalles íntimos de su relación con la Reina.
Como por ejemplo su primer encuentro con ella tras la muerte de la Princesa Diana: "Yo me sentía nervioso. Ella también. Yo hablé, tal vez sin la sensibilidad que debía haber demostrado, de la necesidad de aprender lecciones de lo ocurrido. Me preocupó después que pensara de mí que estaba dándole lecciones o que era presuntuoso, puesto que en algunos momentos de la conversación Su Majestad asumió una postura de cierta altivez. Pero al final ella misma dijo que había que aprender ciertas lecciones ".
Gordon Brown (2007-2010)
El escocés Gordon Brown también llegó a Primer Ministro prometiendo aplicar un amplio programa de reformas que afectaban directamente a la Familia Real. Unas reformas que iban mucho más allá de las de su predecesor y que suponían acabar con siglos de tradición en Reino Unido.
Una de ellas era la abolición de la ley que prohíbe a los miembros de la Familia Real casarse con personas católicas y/o convertirse a esta religión, así como poner fin a la prevalencia de los herederos varones frente a las mujeres en la línea de sucesión. Brown pretendía además limitar las prerrogativas reales (los poderes que tiene reconocidos la Reina) para que entre ellas dejase de estar la de iniciar una guerra y firmar la paz.
Por suerte o por desgracia, el estallido de la crisis financiera en 2008 lastró todos los planes del Primer Ministro y todas estas reformas quedaron guardadas en un cajón. Tuvo que priorizar la ingrata tarea de la gestión económica y, de hecho, no faltaron voces críticas que le culparon a él por no haber tomado medidas previamente en calidad de Ministro de Hacienda durante el gobierno de Tony Blair.
Acabó dimitiendo tanto del cargo de Primer Ministro como del liderazgo del Partido Laborista en mayo de 2010 y abandonó Downing Street en compañía de su esposa e hijos. Una imagen tan emotiva que la Reina, al verla en televisión, decidió invitar a toda la familia a una audiencia. Fue la primera en la historia vez que un Primer Ministro acudía al Palacio de Buckingham acompañado de sus hijos.
Más allá de esta anécdota, poco se sabe sobre cómo fue la relación que mantuvieron la Soberana y Gordon Brown en las distancias cortas. Pero se rumorea que no era muy buena, puesto que el escocés fue el único ex Primer Ministro - aparte de Tony Blair - que no fue invitado a la boda del Príncipe Guillermo y Kate Middleton en 2011.
David Cameron (2010-2016)
Tras más de una década de gobiernos laboristas, el conservador David Cameron ganó las elecciones en 2010 y a sus 43 años se convirtió en el Primer Ministro británico más joven desde 1812. Prácticamente la misma edad que el hijo menor de la Reina, el Príncipe Eduardo; con quien el político compartió aulas en la Heatherdown Preparatory School de Berkshire.
Además de esto, David Cameron era también primo en quinto grado de Isabel II: ambos descendían directamente del Rey Guillermo IV. Pero nada de esto sirvió para sofocar la doble crisis en la que el Primer Ministro sumió al país y a la monarquía con dos de los principales acontecimientos que marcaron su mandato: el referéndum sobre la independencia de Escocia en 2014 y el referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea en 2016.
Este último acabó derivando en un Brexit que todavía sigue dando numerosos titulares y que, según publicó en su día The Sunday Times, llevó a la Reina a confesar a su círculo más cercano estar " consternada y decepcionada con la clase política por su incapacidad para gobernar correctamente ". Pero, más allá de eso, nunca manifestó abiertamente si estaba a favor o en contra del Brexit. Se limitó a cumplir con su tradicional y debida imparcialidad.
Algo que no hizo David Cameron cuando se celebró el referéndum escocés, ya que el Primer Ministro fue captado en una conversación hablando sobre cómo había reaccionado Isabel II al conocer los resultados de la votación: " La definición de alivio es llamar a la Reina para decirle: 'Todo está bien'. Ella resopló aliviada. Nunca había visto a nadie tan feliz". La oleada de críticas que recibió tras hacerse pública esta conversación le obligó a pedir disculpas, alegando estar "muy avergonzado" y prometiendo volver a hacerlo.
Pero sí lo hizo años después, al igual que Tony Blair, en las páginas de sus memorias: 'For the Record' (2019). En el libro no solo admite que pidió a la Reina que levantase una ceja en un acto público durante la campaña del referéndum por la independencia para favorecer el voto negativo, sino que también revela detalles de la Monarca como que "conduce a toda pastilla" y "está orgullosa de ser la única mujer que ha llevado en coche al Rey de Arabia Saudí".
Theresa May (2016-2019)
Más de dos décadas después de que Margaret Thatcher abandonase Downing Street, la también conservadora Theresa May se convirtió en 2016 en la segunda mujer en ocupar el cargo de Primer Ministro del Reino Unido. Y al igual que su predecesora, May se encontró a su llegada al puesto un panorama de crisis con poco margen a la celebración: David Cameron había gestionado la votación del Brexit, pero ahora era ella la que tenía que gestionar la salida de la Unión Europea.
Todo su mandato estaría marcado por esta dura negociación que no consiguió culminar, pero que al menos le sirvió para ganarse la admiración y el respeto de la Reina y de varios miembros de la Familia Real Británica. Así lo revelaba el periodista Chris Ship tras la dimisión de la Primera Ministra en 2019: " Si bien los miembros de la Familia Real se mantienen ajenos al debate político, he escuchado a algunos de ellos hablar con admiración de Theresa May por el nivel de arduo trabajo y las muchas horas de negociación que ha invertido en su papel durante los últimos tres años".
De hecho, varias personas del entorno más cercano a Isabel II afirmaron en su día en el Daily Star que había muy buena sintonía entre ambas mujeres: " La Reina realmente se entusiasmó con la discreta modestia de la señora May. Hablaban sobre el campo, sobre temas religiosos e incluso de la familia. Para que la Reina hable de la familia en esa escala... Nunca haría eso con un Primer Ministro".
Algo que sin duda contrasta con la relación con los anteriores inquilinos de Downing Street: "Con Tony Blair se notaba que no había vínculo y lo mismo con Gordon Brown e incluso con David Cameron, a pesar de que era conservador. Sin embargo, con Theresa May realmente podía verse ese vínculo".
Boris Johnson (2019-2022)
Después de todas estas experiencias, con más de seis décadas en el trono y tras haber conocido a trece Primeros Ministros, la Reina Isabel II se encontró en 2019 con uno de los políticos más inefables y menos convencionales de los últimos tiempos asumiendo el liderazgo del país : Boris Johnson. Con él llegó el escándalo a Downing Street.
Su situación personal supuso el primer quebradero de cabeza para el Palacio de Buckingham nada más jurar el cargo. Y es que en ese momento Boris Johnson mantenía una relación amorosa con Carrie Symonds pero todavía no se había divorciado oficialmente de su esposa. Lo cual, según el protocolo, lo incapacitaba para dormir bajo el mismo techo que la Reina. De ahí que Johnson y su pareja tuviesen que alojarse en un edificio anexo al Palacio de Balmoral durante la tradicional invitación de la Reina al Primer Ministro y a su cónyuge a pasar unos días con ella en su residencia de verano.
De sobra conocido es el rechazo moral que Isabel II sentía hacia el divorcio, pero más aún hacia el adulterio. Por lo que desde el primer momento resultó difícil que viese con buenos ojos a su nuevo Primer Ministro. Algo que se tornó en imposible tras la sucesión de escándalos protagonizados por Boris Johnson durante los siguientes años y que tuvo su punto de no retorno tras la muerte del Duque de Edimburgo en abril de 2021.
En plena desescalada del coronavirus, con restricciones sociales aún vigentes y mientras la Reina lloraba la pérdida de su marido, el Primer Ministro se dedicaba a celebrar fiestas ilegales en su residencia de Downing Street junto a su esposa y personal de su oficina. Un escándalo conocido como 'Partygate' y que no solo supuso el rechazo unánime de la sociedad británica hacia el comportamiento nada ejemplar de su principal dirigente, sino que provocó el mayor conflicto personal entre la monarca y un Primer Ministro en 70 años.
Este episodio supuso la caída en picado de Boris Johnson, que comenzó a perder progresivamente el apoyo del pueblo y de sus propios compañeros del Partido Conservador hasta que finalmente se vio obligado dimitir. Tras meses de presiones internas y en el contexto de una grave crisis política y social, el Primer Ministro anunció en julio de 2022 que abandonaba el cargo.
Johnson se unía así a la larga lista de inquilinos de Downing Street que no llegaron a finalizar su mandato electoral y acabaron dimitiendo. Pero con la diferencia de que, durante los 70 años de reinado de Isabel II, nunca antes la soberana había tenido tan pocas fuerzas para pilotar el proceso de elección del nuevo Gabinete. A sus 96 años y tras haber celebrado su Jubileo de Platino hacía tan solo unos meses, la Reina Isabel vivía sin saberlo su última crisis de gobierno.
Liz Truss (2022)
Tras el proceso de primarias que celebró el Partido Conservador a lo largo del verano de 2022, los tories acabaron eligiendo a Liz Truss como nueva líder de la formación. Se convirtió así en la tercera mujer en desempeñar este cargo en los casi dos siglos de historia del partido y, por lo tanto, en la tercera Primera Ministra de la Reina Isabel.
Truss llegaba a Downing Street en medio de una profunda crisis económica y con la tarea de reconducir al país tras el escandaloso mandato de su predecesor. Pero con lo que sin duda no contaba era con que tendría que hacerse cargo también de tener un papel protagonista en uno de los acontecimientos más trascendentales en la historia del Reino Unido: el fallecimiento de la Reina Isabel II.
Y es que la monarca más longeva de la historia fallecía tan solo dos días después de haberle encargado a Liz Truss la tarea de formar un nuevo gobierno en su nombre. De hecho, la líder conservadora será recordada siempre por haber sido la última persona con la que Isabel II se fotografió en público antes de fallecer en el Castillo de Balmoral y por ser la última de la larga lista de Primeros Ministros que se sucedieron desde 1952.
Setenta años separan la primera audiencia de la por entonces joven Reina Isabel con su "primer Primer Ministro" y la que mantuvo antes de fallecer con la decimoquinta. Setenta años en los que ocurrieron muchas cosas pero en los que Isabel II permaneció siempre fiel a su mandato constitucional: ser imparcial y nunca hacer un comentario sobre política en público.