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Una había nacido a finales del siglo XIX y la otra a principios del XX. Una descendía de la mismísima Reina Victoria de Inglaterra y la otra de un empresario de la construcción. Dos currículos vitales casi opuestos pero que derivaron en un punto común: el ejercicio de consorte de un Jefe de Estado soberano. Estas dos mujeres tan diferentes fueron la Reina Victoria Eugenia de España y la Princesa Grace de Mónaco, quienes a pesar de todo lo que las separaba, mantuvieron durante años una profunda y sorprendente amistad.
A priori podría parecer difícil comprender las motivaciones de una amistad entre dos personas tan distintas entre sí, pero si uno hurga en las circunstancias vitales de estas dos mujeres se da cuenta de que se trataba de algo natural y casi inevitable. Pero... ¿Cómo llegaron a convertirse en amigas íntimas la viuda de Alfonso XIII y la esposa de Rainiero III?
Una boda boicoteada por la realeza
El inicio de esta curiosa historia podría fijarse en la fecha de anuncio del compromiso oficial entre el Príncipe Rainiero de Mónaco y la por entonces actriz estadounidense Grace Kelly el 5 de enero de 1956. Se trataba de un hecho insólito, puesto que nunca antes un príncipe reinante había contraído matrimonio con una plebeya. Hasta ese momento, los matrimonios morganáticos o desiguales estaban totalmente vetados a miembros de la realeza.
Mientras que los fans de la actriz y el público en general recibieron con gran alegría esta historia de amor, los compañeros de estamento del Príncipe Rainiero no podían ocultar su rechazo a algo que consideraban poco menos que denigrante. Era tal la situación que ningún representante de las Casas Reales europeas acudió a la boda celebrada el 19 de abril de 1956 en la Catedral de Mónaco.
El Rey Faruk de Egipto fue la única presencia regia entre los 600 invitados que ese día se desplazaron hasta el principado monegasco. El resto de invitados eran en su mayoría actores de Hollywood y familiares, al margen de los 1.500 periodistas de todo el mundo que se desplazaron hasta allí para cubrir uno de los acontecimientos del siglo.
Pero por si no hubiese sido bastante con el boicot sufrido en el que tendría que haber sido el día más feliz de su vida, Su Alteza Serenísima la Princesa Grace de Mónaco (título que recibió la exactriz tras dar el 'sí, quiero') tendría que vivir un difícil periodo de adaptación a la vida palaciega que ella misma relataría años después con estas palabras: " Cuando acabó la boda no pensé en nada. Me pasé al menos un año sin leer un recorte de prensa. Era una pesadilla. Hubo uno o dos momentos realmente maravillosos, pero en general fue un periodo muy difícil".
La Reina en el exilio y su protegida
Todos estos acontecimientos fueron vistos con la impasividad de la distancia por la Reina Victoria Eugenia de España desde su residencia en Lausana (Suiza). Allí vivía su exilio la viuda del Rey Alfonso XIII desde hacía décadas sin prácticamente más actos en su agenda que cuidar de sus nietos de vez en cuando, acudir a actos sociales y, en definitiva, dedicarse a la vida contemplativa.
Ella, como era de esperar, también se sumó al boicot orquestado por la realeza europea a la boda celebrada en Mónaco. Aunque no sin ciertos reparos, puesto que el vínculo de los Borbón con el principado era bastante estrecho: su hijo, el Conde de Barcelona, recalaba asiduamente allí con su velero y ella misma solía frecuentar las lujosas avenidas de Montecarlo. Y quizás por este motivo, una vez superado el escándalo inicial del enlace, decidió fijarse detenidamente en la Princesa Grace.
Veía en ella a una joven que lo tenía todo para triunfar pero que no acababa de encontrar su sitio en el nuevo papel que debía desempeñar. Victoria Eugenia conocía por su propia experiencia lo difícil que era adaptarse a un país que no es el tuyo y a una Corte reacia a dejarte formar parte de ella. Por lo tanto, sin dudarlo, decidió que a la espera de una remotamente probable reinstauración monárquica en España, su nueva misión en la vida sería hacer de la oscarizada actriz de Hollywood toda una princesa de cuento de hadas.
Por su parte, la Princesa Grace tenía a su vez una profunda admiración por la exreina española y así lo sostiene el periodista Martín Bianchi, según el cual cuando la actriz se comprometió con el Príncipe Rainiero se puso a investigar sobre las monarquías europeas como si del guion de una película se tratase : "Así fue cómo descubrió a la Reina Victoria Eugenia, que se convirtió desde ese momento en un modelo para ella".
La creación de un vínculo familiar
Fue así como la abuela del Rey Juan Carlos comenzó a prolongar cada vez más sus estancias en Mónaco y a ser una inquilina más que habitual en el ala de invitados del Palacio Grimaldi. Sus veteranos consejos fueron clave para convertir a Grace Kelly en el icono que todavía sigue siendo a día de hoy y, para agradecérselo, la esposa de Rainiero III tuvo un gesto muy significativo con ella.
El 14 de marzo de 1958 nació el Príncipe Alberto, segundo hijo de los soberanos monegascos e inmediato Heredero al Trono. En calidad de futuro Jefe de Estado, su nacimiento fue el mayor acontecimiento de ese año en Mónaco y la ocasión perfecta para que su madre agradeciese públicamente a la Reina Victoria Eugenia todo lo que había hecho por ella hasta entonces. Decidió así nombrarla madrina del retoño, que recibió las aguas bautismales el 20 de abril de 1958 y es el único de los tres hermanos Grimaldi que cuenta con un miembro de la realeza entre sus padrinos.
Siendo ya prácticamente de la familia, la Reina Victoria Eugenia no dudó en incluir a su comadre y al marido de esta en las propias celebraciones de la Familia Real Española. Fue el caso, por ejemplo, de la boda de Don Juan Carlos y Doña Sofía en 1962. Un evento en el que se dieron cita todas las Casas Reales europeas y al que los Príncipes de Mónaco acudieron precisamente gracias a la abuela del novio, ante la negativa de la madre de la novia, la Reina Federica de Grecia.
Tal y como cuenta la periodista Pilar Eyre en su libro 'La soledad de la Reina' (2012): " La Reina Federica estuvo a punto de no enviarle la invitación, puesto que para ella una actriz de cine era poco más que una prostituta. Solo accedió a invitarla a instancias de la Reina Victoria Eugenia". Para agradecérselo, Grace y Rainiero organizaron una fiesta para los recién casados en el Sporting Club de Mónaco durante la luna de miel y les regalaron un velero.
Unos años después, con motivo de la boda de la Infanta Pilar con Luis Gómez-Acebo, los Condes de Barcelona organizaron una cena de gala el día antes de la ceremonia y los Príncipes de Mónaco volvieron a estar presentes. Es más, la Princesa Grace ocupó un lugar de honor en la mesa principal, sentada a la derecha del propio Don Juan de Borbón.
La exactriz se convirtió acabaría convirtiéndose en un pilar fundamental para la Reina Victoria Eugenia durante los últimos años de su vida. Hasta el punto de que a principios de 1968 la exreina española estaba pasando unos días en Montecarlo como invitada de los Príncipes de Mónaco cuando recibió la noticia del nacimiento de su bisnieto, el Príncipe Felipe. A la mañana siguiente, la propia Princesa Grace acompañó a su amiga al aeropuerto de Niza para que tomase uno de los vuelos más importantes de su vida.
La Reina Victoria Eugenia no solo viajaba para amadrinar al hijo de Don Juan Carlos y Doña Sofía, sino que volvía a España por primera vez desde que la instauración de la Segunda República la obligase a exiliarse en el año 1931. Se trataba de un momento de lo más emotivo y no es casualidad que su gran amiga estuviese ahí junto a la escalerilla para darle todo su apoyo. Tal y como ella había hecho años atrás.
El enfriamiento de las relaciones pasado el tiempo
La Reina Victoria Eugenia falleció en Lausana el 15 de abril de 1969 y desde ese momento las relaciones de los Grimaldi y los Borbón ya nunca volverían a ser lo mismo. Al menos no con la intensidad del afecto mutuo que se tenían la Princesa Grace y la reina española, pero sí con una cordialidad propia de dos familias conocidas y que, por el bien de sus respectivos países, están condenadas a entenderse.
Los Príncipes de Mónaco acudieron a la proclamación del Rey Juan Carlos I en 1975 y años después, cuando la Princesa Grace falleció en un fatídico accidente de coche, fueron los Condes de Barcelona los encargados de representar a la Casa Real Española en el funeral. Cuando la vida de estos últimos llegó a su fin (Don Juan murió en 1993 y Doña María de las Mercedes en 2000), los Grimaldi quisieron corresponderles y acudieron también a sus funerales.
Los Grimaldi y los Borbón no solo se encontraban en esos momentos de tristeza, sino también en otros de mucha alegría. Sobre todo en bodas: Rainiero de Mónaco asistió a la de la Infanta Elena y Jaime de Marichalar en 1995 y a la de la Infanta Cristina e Iñaki Urdangarin en 1997. En el caso del enlace entre el Príncipe Felipe y Letizia Ortiz, fue la Princesa Carolina la encargada de representar a Mónaco.
Todo iba bien hasta que en 2005 el Comité Olímpico Internacional se reunió para elegir la sede de los Juegos Olímpicos 2012. La ciudad de Madrid presentaba su candidatura y, de manera totalmente inesperada, el Príncipe Alberto de Mónaco cuestionó públicamente la seguridad de la capital española tras el atentado perpetrado por la banda terrorista ETA en el estadio de La Peineta.
Su intervención no solo contribuyó al fracaso de la candidatura española, sino que supuso la ruptura de relaciones formales e informales entre la Familia Real de Mónaco y la Española. Desde entonces han sido contadas las ocasiones en las que representantes de ambas se han visto y, las veces que lo han hecho, la tensión era más que palpable en el ambiente.
Especialmente representativo de esto fue que ningún miembro de la Casa Real Española acudió a la entronización del Príncipe Alberto en 2005 ni a su boda con Charlene Wittstock en 2011, siendo la única Familia Real europea que no envió representación alguna al enlace. En 2016 y en 2019, el soberano monegasco realizó sendas visitas a Madrid por motivos relacionados con la fundación que lleva su nombre y, quizás obligado por el protocolo, el Rey Felipe VI lo recibió en La Zarzuela.
El último capítulo (por el momento) en esta historia se vivió en el verano de 2019, cuando de manera totalmente inesperada, la Infanta Cristina acudió a Mónaco a la inauguración de una exposición de Salvador Dalí. Allí se mostró de lo más sonriente con el Príncipe Alberto, por lo que muchos interpretaron el gesto como una "alianza con el enemigo". Pero... ¿Qué pensarían la Reina Victoria Eugenia y la Princesa Grace de la relación que mantienen sus descendientes? Desgraciadamente, nunca lo sabremos.