La falta de descendencia masculina del Rey Federico IX de Dinamarca (1899-1972) y la Reina Ingrid de Dinamarca (1910-2000) obligó a que en 1953 se aprobase en referéndum la supresión de la Ley Sálica y la igualdad entre hombres y mujeres en la Línea de Sucesión al Trono. Gracias a esto, la Reina Margarita II ha podido ser la primera soberana mujer del país desde el siglo XIV. Ella y sus dos hermanas no solo son uno de los contados ejemplos de matriarcado en la realeza europea, sino también un ejemplo poco común de excelente relación fraterna y de unidad frente a la adversidad.
La Reina Margarita de Dinamarca
La primogénita de los Reyes Federico IX e Ingrid de Dinamarca nació el 16 de abril de 1940 en el Palacio de Amalienborg. Sus padres eran todavía Príncipes Herederos por aquel entonces y atravesaban uno de los momentos más críticos de sus vidas: la invasión alemana durante la Segunda Guerra Mundial. De hecho el nacimiento de su hija se produjo solo una semana después de que los tanques de Adolf Hitler penetrasen en suelo danés.
La cuestión matrimonial, sin embargo, no fue tan exitosa como podría haberse esperado. La Reina Margarita de Dinamarca encontró el amor, sí, pero en la persona equivocada o, cuanto menos, en la menos adecuada para ocupar el cargo de consorte. Enrique de Laborde era un diplomático francés al que la hija de Federico IX conoció en Londres a mediados de los años 60. Fue amor a primera vista y nada ni nadie pudo impedir que se casasen el 10 de junio de 1967.
Se le concedió el título de Príncipe de Dinamarca, pero nunca mostró el más mínimo interés por adaptarse a su país de acogida, ni a su idioma, ni a sus costumbres. Aunque lo peor fue tras la subida al trono de su esposa, ya que el consorte se negó a aceptar el puesto secundario al que le relegaba el protocolo. Serían décadas de desplantes, salidas de tono y escándalos constantes en un intento de llamar la atención. Pero Margarita se mantuvo siempre inflexible tanto en su amor hacia él como en la firmeza de su posición al frente de la Familia Real Danesa.
El 13 de febrero de 2018, el Príncipe Enrique murió a los 83 años tras más de medio siglo al lado de su esposa. Llevaba ya unos años retirado de la vida pública y afectado por la demencia, pero eso no consiguió paliar el dolor de su esposa. Es más, por primera vez en toda su vida, la Reina se permitió romper su férreo sentido del deber: dejó a un lado su papel como soberana y las lágrimas cayeron de sus ojos durante el funeral por el alma de su difunto marido.
Nunca hasta entonces se le había visto llorar en más de 40 años de reinado. Cuatro décadas en las que ha hecho gala de un compromiso inquebrantable con la Corona y una personalidad única. Amante del arte, diseñadora de moda, traductora literaria, fumadora empedernida... Margarita II de Dinamarca es una reina fuera de lo común y, a pesar de que las nuevas generaciones vienen pidiendo paso, ella se mantiene firme: "No voy a abdicar ni a dejar de fumar".
La Princesa Benedicta de Dinamarca
Cuatro años después del nacimiento de la primogénita, el 29 de abril de 1944 llegó al mundo la Princesa Benedicta. Había grandes esperanzas en que los príncipes herederos Federico e Ingrid concibiesen esta segunda vez a un heredero varón, pero al tratarse nuevamente de una mujer la preocupación por la futura sucesión al Trono comenzó a ser cada vez más acuciante.
Con derechos sucesorios o no, Benedicta siempre estaría llamada a ocupar un lugar secundario detrás de su hermana mayor. Sin embargo, a medida que fue creciendo se hizo evidente que de las tres hermanas era la que más destacaba por sus actitudes regias. La propia Reina Margarita reconoció en 2019 en la biografía 'Benedicta, una princesa real' (2019) que su hermana llama la atención de todos por su frialdad y rigidez: "Si conoces a Benedicta, sabrás perfectamente cuál va a ser su reacción en nueve de cada diez situaciones". Su futuro marido también llegaría a confesar que, cuando empezaron a vivir juntos, le sorprendió comprobar que la princesa no sabía cocinar y ni siquiera preparar café. Según la Princesa Benedicta: "Las princesas no deben hacer este tipo de cosas".
Por suerte para ella, su marido también pertenecía al círculo de la realeza: el Príncipe Richard zu Sayn-Wittgenstein-Berleburg era el jefe de una de las dinastías nobiliarias más importantes de Alemania y sus orígenes familiares se remontaban al siglo XVI. Se conocieron en la boda de la futura Reina Beatriz de Holanda en 1966 y al poco tiempo ellos mismos pensaron en pasar por el altar. Con lo que menos contaban entonces era con el grave conflicto que su decisión provocaría en Dinamarca.
Tan solo habían pasado 20 años desde la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial y los daneses no aceptaban que su princesa se casara con un alemán. Además estaba el hecho de que en esa época la Princesa Benedicta era la segunda en la Línea de Sucesión al Trono, por lo que fueron meses de duras negociaciones y al final se establecieron unas condiciones para poder autorizarse la boda. En caso de que Benedicta se convirtiese en la heredera al Trono más cercana, sería obligatorio que la pareja viviese en Dinamarca y el Príncipe Richard tendría que renunciar a la nacionalidad alemana. Además, para que los futuros hijos del matrimonio pudieran tener derechos a la sucesión, deberían ser criados en Dinamarca.
Así las cosas, la pareja se casó el 3 de febrero de 1968 y al poco tiempo se establecieron en el castillo familiar de los Sayn-Wittgenstein en Alemania. Dado que tras el nacimiento de sus sobrinos la Princesa Benedicta fue quedando relegada en la Línea de Sucesión, ella y su marido optaron por no mudarse a Dinamarca. De hecho sus tres hijos - Gustavo (1969), Alejandra (1970) y Natalia (1975) - perdieron sus derechos dinásticos daneses por no haber sido educados en el país de origen de su madre.
La Princesa Benedicta y su marido estuvieron casados durante casi cinco décadas, pero su relación estaba muy lejos de ser considerada un cuento de hadas. En primer lugar porque, a pesar de vivir en Alemania, la hermana de la Reina Margarita nunca abandonó sus obligaciones y actividades reales en Dinamarca y se pasó toda su vida viajando de un país al otro (con la consiguiente repercusión que estas ausencias tenían en el hogar familiar). Posteriormente, con el paso de los años, la salud del Príncipe Richard comenzó a resentirse y fue entonces cuando él mismo sacó a la luz las fisuras de su matrimonio: "Benedicta no es dulce conmigo. Somos como el día y la noche. A veces me sorprende que hayamos tenido hijos".
El príncipe fue operado en 2003 de un cáncer de próstata y anteriormente ya había sufrido un cáncer de piel. Sobrevivió a ambos, pero finalmente falleció el 13 de marzo de 2017 a los 82 años. Antes de morir quiso dejar constancia de lo abandonado que se había sentido por su esposa en una última entrevista: "A Benedicta no le gustan las enfermedades ni las personas enfermas". De hecho, posteriormente se supo que en el momento de su muerte, ella no estaba con él.
En los buenos y en los malos momentos, la Princesa Benedicta se ha refugiado siempre en sus obligaciones reales. Se trata de algo que para ella está por encima de cualquier otra consideración y que la ha convertido, superados ya los 70 años, en uno de los miembros más trabajadores de la Familia Real de Dinamarca.
La Reina Ana María de Grecia
El nacimiento de la benjamina de la familia el 30 de agosto de 1946 fue un motivo de inmensa alegría para todo el país, puesto que hacía tan solo unos meses que Dinamarca había sido liberada de la ocupación alemana y la Segunda Guerra Mundial había llegado a su fin. Una alegría que transcurría paralela al convencimiento de que, después de tres embarazos, la Reina Ingrid ya no tendría más hijos y mucho menos un varón. Fue así como, involuntariamente, la Princesa Ana María activó el proceso que llevaría en 1953 a la supresión de la Ley Sálica.
La diferencia de edad entre las tres hermanas era muy corta, pero aún así lo suficientemente grande como para que hubiese ciertas diferencias. Así lo reconoció la Reina Margarita en una biografía publicada en 2019: "Benedicta es cuatro años más joven que yo y esa es una gran diferencia de edad hasta que casi eres adulto. Dos años más tarde nació Ana María y las dos estaban unidas entre sí de una manera completamente diferente. Aunque crecimos en un hogar donde convivíamos diariamente, en realidad había una gran distancia".
Curiosamente, a pesar de ser la menor de las hermanas, la Princesa Ana María fue la primera en casarse con tan solo 18 años con el Rey Constantino de Grecia. Ambos se conocían ya desde la infancia pero no fue hasta la adolescencia cuando surgió el amor. La princesa tenía 15 años y se encontraba estudiando en Suiza, pero eso no le impidió aprovechar cualquier oportunidad para cartearse o encontrarse con su amado pretendiente. Eso sí, todo envuelto en un gran secretismo debido a su minoría de edad y el escándalo que eso podía suponer.
Con el paso del tiempo la pareja mostró su intención de casarse y la idea fue descartada de lleno por los Reyes de Dinamarca, quienes consideraban que su hija era demasiado joven y tal decisión era prematura. No obstante, la publicación en 1963 de unas fotos de Ana María y Constantino en la prensa precipitó las cosas y finalmente hubo compromiso oficial. Eso sí, habiendo esperado el tiempo prudencial hasta que la princesa cumpliese los 18 años.
La boda se celebró en Atenas el 18 de septiembre de 1964 y para ello la princesa tuvo que convertirse a la fe ortodoxa y renunciar a sus derechos dinásticos daneses. Ana María entró al templo siendo Princesa de Dinamarca y salió convertida en Reina de Grecia, puesto que su marido era ya soberano. Se convirtió en la reina consorte más joven de Europa, pero su particular cuento de hadas no tuvo un final feliz.
En 1967 se produjo un Golpe de Estado que acabó con la monarquía en Grecia y obligó a la Familia Real a exiliarse. En aquel momento ya habían nacido los dos hijos primeros del matrimonio - los Príncipes Alexia (1965) y Pablo (1967) - pero el resto de ellos nacerían en el exilio: el Príncipe Nicolás (1969) en Roma y los más pequeños, Teodora(1983) y Felipe (1986) en Londres. Tendrían que pasar casi décadas hasta que pudiesen regresar a Grecia de manera definitiva.
Durante estos largos años de exilio, sin embargo, la Reina Ana María pudo disfrutar de algo que sus dos hermanas nunca tuvieron debido a sus responsabilidades reales: una vida familiar estable. Alejada de la apretada agenda de compromisos de una reina, pudo poner todas sus energías en su papel de esposa, madre y posteriormente abuela de una familia que presume aún a día de hoy de ser una piña. De ese modo, aunque su vida haya tenido tintes de tragedia griega, la Reina Ana María ha conseguido encontrar el éxito en el lugar donde sus hermanas mayores fracasaron.
Así se llevan las hermanas Glücksburg
Desde muy pequeñas las hijas del Rey Federico IX estuvieron muy unidas y crearon un vínculo entre ellas que supera lo fraternal. Las unas son para las otras al mismo tiempo hermanas, amigas, confidentes e incluso paños de lágrimas. Las tres lucharon por casarse con los hombres a los que amaban y desgraciadamente las tres han tenido que sufrir el deterioro físico de sus maridos.
Mientras que la Reina Ana María es la que más años ha estado casada, la Reina Margarita y la Princesa Benedicta se quedaron viudas con tan solo un año de diferencia. Un hecho que sin duda contribuyó a unirlas todavía más. Aunque a decir verdad siempre fueron las que más unidas han estado: tanto por la cercanía de sus residencias como por su trabajo a tiempo completo para representar a la Familia Real de Dinamarca. De hecho, la Reina Margarita nunca ha dejado de agradecer la inestimable ayuda de su hermana y en una ocasión llegó a confesar que en muchos actos se habría visto en apuros de no ser por ella: "Benedicta tiene mejor memoria que yo y en algunos actos le he tenido que preguntar quién es tal o cual. A lo que ella me contesta indignada '¡Daisy! ¡Pero cómo no vas a saberlo!'".
La hermana menor abandonó el hogar familiar para establecerse en Grecia, pero eso nunca le impidió regresar a sus orígenes. Desde que los depuestos Reyes de Grecia pasaran en Dinamarca la segunda etapa de su exilio (después de haber estado en Roma y antes de instalarse definitivamente en Londres) nunca han dejado de reunirse con su familia. Al fin y al cabo, todos ellos descienden del Rey Cristian IX y por ello no hay celebración de la Casa Real de Dinamarca a la que falte la Familia Real Griega.
Con el tiempo las generaciones más jóvenes han ido cobrando cada vez más protagonismo y esto les ha permitido a las hermanas Glücksburg relajarse y poder disfrutar de más tiempo para rememorar tiempos pasados. Algo que sin duda hicieron en 2018, cuando las tres vivieron un emotivo reencuentro en el yate real en el que veraneaban cuando eran pequeñas. Llevaban 20 años sin navegar juntas en él y no cabe duda de que supieron sacar provecho de la situación para hacer balance de sus vidas. En la felicidad y en la adversidad, siempre unidas.