Tatarabuela y tataranieta
Las dos están unidas por la sangre, ya que son tatarabuela y tataranieta. La Reina Victoria I dio a luz al Rey Eduardo VII, que a su vez fue padre de Jorge V, progenitor de Jorge VI, que fue el padre de la Reina Isabel. Tres hombres, tres reyes separan a ambas mujeres, tres Monarcas que no tuvieron reinados demasiado largos, aunque sí muy importantes históricamente debido a la I Guerra Mundial (Jorge V) y a la II Guerra Mundial (Jorge VI).
Eduardo VII, eterno heredero de la Reina Victoria, asumió el Trono a los 59 años, ese 22 de enero de 1901 en el que murió la Reina. Se mantuvo al frente de la Corona durante 9 años, falleciendo el 6 de mayo de 1910 a los 68 años. Su reinado apenas es recordado, ya que más se recuerda que hizo historia al ser la persona que más tiempo ha ostentado la dignidad de Príncipe de Gales (59 años y 45 días). Su tataranieto, el Príncipe Carlos, le ha robado el 'honor' de ser quien más tiempo ha pasado como heredero, pero no como Príncipe de Gales, ya que la Reina Isabel esperó a que su hijo cumpliera 21 años para concederle el título. Una divergencia entre reinas dentro de la semejanza de haber hecho esperar tanto a sus hijos.
Herederas indirectas
Su destino era ciertamente inesperado, al menos en el momento de nacer. Ninguna de ellas estaba destinada a ceñir la Corona, sino que el Trono les llegó de forma indirecta. La Princesa Victoria de Kent se convirtió en Reina tras la muerte sin descendencia legítima de su tío Guillermo IV. Ese 20 de junio de 1837 comenzó el largo reinado de Victoria I, que a sus 18 años era una Reina muy joven e inexperta. Pese a que la línea de sucesión no hizo más que acercar a Victoria de Kent y ya en 1830 era la presunta heredera, no se preparó suficientemente a la joven para la tarea que le esperaba.
En el caso de la Princesa Isabel de York nació como hija primogénita del Príncipe Alberto, Duque de York, y sobrina de Eduardo VIII, que renunció a ser Rey casi 11 meses después de haberse convertido en Monarca para casarse con la dos veces divorciada y filonazi Wallis Simpson. Así, en 1936 hubo tres reyes: Jorge V, su hijo Eduardo VIII y su otro hijo Jorge VI. Isabel Windsor pasó a ser la Heredera, y 15 años más tarde y dos meses más tarde, la Reina de Inglaterra.
Dos reinas longevas que se casaron jóvenes
La Reina Victoria se casó joven. Contrajo matrimonio con el Príncipe Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha el 10 de febrero de 1840, cuando tenía solo 20 años. Estaba profundamente enamorada del royal alemán, conectada con numerosas Casas Reales. Fueron padres de nueve hijos y abuelos de cuarenta y dos nietos. De ellos, todos sus vástagos se casaron con miembros de la realeza, mientras que 26 de sus 42 nietos también contrajeron matrimonio con royals. Así, Victoria fue conocida como la abuela de Europa, y de hecho, incluso la Familia Real Española desciende de forma directa de Victoria y Alberto. Desgraciadamente, su unión con el Príncipe Alberto no duró demasiado, ya que el 14 de diciembre de 1861, el consorte murió a los 42 años a causa de la fiebre tifoidea. Desde ese día, la Reina vistió de luto y casi no se dejaba ver en público. Nunca llegó a recuperarse del todo de la prematura muerte del amor de su vida.
La Reina Isabel también se casó joven. Contrajo matrimonio con Felipe de Mountbatten, nacido Príncipe de Grecia y Dinamarca, el 20 de noviembre de 1947, cuando tenía 21 años. Dijo adiós a la soltería con poca edad y lo hizo con otro miembro de la realeza emparentado con la mayor parte de la realeza, como hizo su tatarabuela. Sin embargo, no tuvo tantos hijos, cuatro, y ninguno de ellos se ha casado con otros royals. Sus cuatro vástagos le dieron 8 nietos, un número muy inferior al de nietos de Victoria y Alberto.
Aunque se casó enamorada, Isabel II no ha vivido una historia de amor tan intensa como la de su tatarabuela, de hecho la Reina y el Príncipe Felipe han pasado graves crisis que han puesto en riesgo su matrimonio. Sin embargo, lograron estar 73 años juntos, con sus buenos y sus malos momentos. La Reina más longeva calificó en su momento al consorte que más años ha ejercido como su roca y le ha agradecido todo lo que ha hecho por ella, por la Corona y por Reino Unido.
La cuestión del apellido
Hay una semejanza que les une, que en realidad es un tanto divergente. La Reina Victoria fue la última monarca de la Casa de Hannover en Reino Unido. Al contraer matrimonio con el Príncipe Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha no se pensó que al menos el heredero tendría que llevar el apellido de la dinastía, cambiando así uno por otro. Sin embargo, no tuvo mucho recorrido, ya que el nieto de Victoria y Alberto, el Rey Jorge V, ordenó el cambio de apellido el 17 de julio de 1917. Debido a la I Guerra Mundial, el Monarca consideró que era poco apropiado que la dinastía reinante fuera la Sajonia-Coburgo-Gotha, un apellido alemán, país con el que estaban en guerra. Se decidió que sería Windsor, en referencia al castillo ubicado en la localidad homónima y que tan importante era y es para la Familia Real Británica.
El apellido Windsor fue llevado por todos los hijos de Jorge V y traspasado por los varones, pero entonces llegó Isabel II. Casada desde 1947 con el Príncipe Felipe de Grecia y Dinamarca, que renunció a sus títulos de origen para ser Alteza Real de Reino Unido, Duque de Edimburgo, Conde de Merioneth y Barón Greenwich. Su grave crisis matrimonial de finales de los años 50 del siglo XX solo terminó cuando la Reina, que no había nombrado a su marido Príncipe Consorte, como sí hizo enseguida la Reina Victoria con el Príncipe Alberto, le otorgó la dignidad de Príncipe de Reino Unido y emitió una Carta Patente para aclarar la cuestión del apellido. La dinastía es y seguirá siendo la Casa de Windsor, pero el apellido de sus descendientes que no son Alteza Real y que por tanto sí usan apellido, es Mountbatten-Windsor. Así, mientras Victoria I dejó que su apellido se perdiera en la rama británica, Isabel II mantuvo el apellido para la dinastía.