La Reina Isabel nació el 21 de abril de 1926 como hija primogénita de los entonces Duques de York, el Príncipe Bertie y Elizabeth Bowes-Lyon. Cuatro años más tarde, el 21 de agosto de 1930, venía al mundo su hermana, la Princesa Margarita, completándose así la felicidad familiar de los York, que entonces no imaginaban que en 1936, tras el breve reinado del hermano mayor de Bertie, Eduardo VIII, y su abdicación, la corona recaería en el padre de la entonces Princesa Isabel de York, el que sería hasta su muerte Jorge VI.
Nada de eso separó a los cuatro, sino que les unió más. Las dos hermanas crecieron en un ambiente de cariño y armonía familiar alterado por la II Guerra Mundial. Terminada la contienda y en aquellos duros años de posguerra, la Princesa Isabel hizo saber a sus padres que estaba enamorada de aquel primo tercero griego, el Príncipe Felipe de Grecia y Dinamarca, y que deseaba casarse con él. Los Reyes no veían con buenos ojos a su sobrino, pero consintieron dejar de ser "nosotros cuatro", para acoger a Philip Mountbatten. El 20 de noviembre de 1947 se celebró aquella boda real que Churchill calificó como "un toque de color en medio del oscuro camino que nos queda por recorrer".
La Reina Isabel II como madre
Los Edimburgo, llamados así por el Ducado de Edimburgo, título principal recibido por Philip de manos de Jorge VI antes de su boda al haber tenido que renunciar a sus dignidades greco-danesas, fueron padres enseguida. El 14 de noviembre de 1948 nació su hijo Carlos, el futuro heredero, mientras que el 15 de agosto de 1950 venía al mundo la segunda, la Princesa Ana. Tuvieron que pasar muchos años para que nacieran el tercero, el Príncipe Andrés, y el cuarto, el Príncipe Eduardo, que vinieron al mundo el 19 de febrero de 1960 y el 10 de marzo de 1964, respectivamente.
No se puede decir que Isabel II fuera una madre especialmente afectuosa, sino más bien distante. Cierto es que su propia madre no lo había sido, pero ella, por carácter y quizás por estilo regio y obligaciones, sí lo fue. La crianza de los royals ha cambiado mucho, y en aquellos finales de los 40 y los años 50 del siglo XX, e incluso posteriormente, era más habitual dejarlo todo en manos de las niñeras y no pasar tanto tiempo con los hijos.
La Princesa Ana, con otro carácter y muy parecido a su padre, el Duque de Edimburgo, no lo llevó mal, y de hecho siempre tuvo una relación muy cercana con sus padres, mientras que el entonces Príncipe Carlos, muy sensible y que demandaba mucho afecto, creció sintiéndose un tanto solo y no mantuvo en aquellos años una relación tan cercana con sus padres como le hubiera gustado. En ese sentido, el afecto que no le dio su madre fue suplido por la Reina Madre, siempre cariñosa con su querido nieto, y que le dio tanto amor de abuela como de madre.
No ayudó la subida al trono de Isabel II el 6 de febrero de 1952, con sus hijos tan pequeños. Si en años anteriores, Lilibet y Philip habían dejado en Londres con sus abuelos a los pequeños Carlos y Ana en las temporadas que pasaron en Malta cuando el Duque de Edimburgo servía en la Marina, con mayor razón tuvieron que dejarles al cargo de la Reina Madre en las largas y agotadoras giras por la Commonwealth, como la que realizó la pareja real cuando se les informó en Kenia de la muerte de Jorge VI. Llegaron más, lo que sumado a los grandes compromisos y ocupaciones de Isabel II como Reina, con un Duque de Edimburgo más dedicado a sus hijos, pero también con poco tiempo, les hizo estar menos pendiente de su descendencia. No fueron malos padres, pero sí fueron el reflejo de cómo eran aquellos tiempos para los royals, y más cuando el deber les llamó tan temprano.
El nacimiento del Príncipe Andrés y el Príncipe Eduardo les ofreció otra oportunidad. Isabel II tenía su reinado asentado, era más madura y se encontraba viviendo una segunda y mejor etapa en su matrimonio tras los problemas experimentados en la década anterior. Fue el Duque de York su ojito derecho, y ambos fueron los que más unidos estuvieron. Con el Conde de Wessex fue una madre más presente que con Carlos y Ana, si bien nunca gozó de las mismas atenciones que el Príncipe Andrés. Con los años, los vínculos entre madre e hijos fueron creciendo y engrandeciéndose con todos ellos, aunque con Carlos, al que debía estar más unido por ser su sucesor, tuvo sus más y sus menos. No ayudó Lady Di, a la que la Reina Isabel apoyó, insistiendo a su hijo para que intentara que funcionara su matrimonio. Tampoco su oposición a Camilla, a la que terminó aceptando no sin reservas. De todos modos, un Carlos ya muy adulto y casado con Camilla se fue acercando poco a poco tanto a su padre como a su madre.
Cuestión aparte merece el Príncipe Andrés. El héroe de la Guerra de las Malvinas, el hijo perfecto para la Reina, con el que montaba a caballo y con el que tanto tiempo disfrutaba, resultó ser el protagonista de uno de los escándalos más graves de la Monarquía. Su relación de amistad con el criminal sexual Jeffrey Epstein, además de otras amistades inadecuadas, la acusación de abuso sexual por parte de Virginia Giuffre, así como polémicas económicas demostraron que ese hijo favorito era un verdadero problema. La Reina no le soltó de la mano en sus peores momentos, aunque tuvo que expulsarle de la Casa Real Británica, a la que no volvió ni al llegar a un acuerdo con la mujer que le acusó. Eso en lo institucional, porque en lo personal Isabel II siempre siguió a su lado.
La Reina Isabel II como suegra
No, no fue Isabel II una madre especialmente afectuosa. ¿Y como suegra? De todo hubo. Con respecto a Mark Phillips y Sir Timothy Laurence, primer y segundo marido de la Princesa Ana, no hay demasiada constancia de cómo fue su relación. Se llevó un disgusto al darse cuenta de que el primer matrimonio de su hija no funcionaba, pero acogió con cariño al nuevo yerno, que hizo feliz a la Princesa Ana. Eso le bastaba. Lo que sí ha trascendido más es su vínculo con sus nueras o exnueras.
Por supuesto ahí estuvo Lady Di. Diana Spencer contó con el beneplácito de la Reina para casarse con su hijo y convertirse en Princesa de Gales. No quería ni oír hablar de Camilla, y pensaba que ya era hora de que su heredero 'sentara la cabeza' y formara una familia, y para ello nada mejor que una aristócrata a la que conocían de toda la vida y sin pasado, ese requisito afortunadamente ya descartado para las consortes. La relación comenzó un tanto distante porque a la joven y tímida Diana le intimidaba demasiado. Con los años su vínculo se fue estrechando. Era la madre de sus nietos y sabía que su matrimonio iba mal y que sufría por ello. No dudó en reprochar a su hijo lo mal que marchaba su relación y en apoyar a Diana de Gales cuando creía que tenía razón.
Sin embargo, cuando el matrimonio de Carlos y Diana se volvió insostenible y se separaron, la Reina no fue tan afectuosa con la que había sido su nuera. Peor fue después de la entrevista de Panorama de 1995 en la que Lady Di habló ampliamente de su desgraciado matrimonio y de las infidelidades mutuas. Tras sus declaraciones, la Reina decidió que era el momento de divorciarse, lo que tuvo lugar en 1996. Para entonces, Isabel II era la Reina, pero Lady Di ya era la reina de corazones, la princesa del pueblo, lo que creció tras su trágica muerte el 31 de agosto de 1997 en un accidente de tráfico en París.
La Reina, el Duque de Edimburgo, el entonces Príncipe Carlos y sus hijos Guillermo y Harry recibieron la noticia en Balmoral, donde pasaban el verano. En un intento de proteger a sus nietos, la Monarca se atrincheró en las Highlands con ellos y retiró todas las televisiones a las que pudieran tener acceso. Durante días hubo silencio y fue creciendo una indignación contra la Monarquía en general y contra Isabel II en particular. Tanto es así que el entonces Primer Ministro, Tony Blair, aconsejó a la Reina que diera un paso al frente, y al final lo dio. Se desplazó a Londres para ver los homenajes que la ciudadanía había dejado en recuerdo a Diana, ofreció un mensaje a la nación para elogiar su figura, consintió que se le diera un funeral con todos los honores e incluso inclinó la cabeza al paso del féretro de Lady Di. Todo ello le hizo volver a ganarse el cariño y el respeto de un pueblo sobre el que siguió reinando exactamente 25 años más.
Con Camilla no hubo nunca feeling. Ni ella, ni el Duque de Edimburgo, ni la Reina Madre ni Lord Mountbaten pensaban que era adecuada para ser Princesa de Gales. Que en 1973 se casara con Andrew Parker-Bowles ya provocó que se descartara definitivamente. Sin embargo, como no se le pueden poner diques al mar, el amor de Carlos y Camilla volvió a retomarse. A la Reina Isabel le costó aceptar a Camilla como esposa de su hijo, aunque terminó consintiendo al entender que era el amor de su vida. Dio permiso para la boda civil, aunque no asistió a ella, aunque sí a la bendición religiosa realizada en la Capilla de St George de Windsor Castle.
Con los años se fueron acercando, y si bien no llegaron a ser las más íntimas, sí construyeron una relación suegra-nuera. Como muestra de que Isabel II llegó a confiar en Camilla nada mejor que el mensaje con motivo de su 70 aniversario de reinado emitido el 6 de febrero de 2022, en el que expresó su deseo de que cuando su hijo Carlos fuera Rey, tuviera a su lado a su esposa Camilla como su Reina Consorte. Y sus deseos fueron órdenes. El 8 de septiembre de 2022, día de la muerte de Isabel II, su hijo Carlos se convirtió en el Rey, y Camilla en la Reina Consorte.
La relación con Sarah Ferguson no siempre fue fácil. Si bien se lo perdonaba todo a su hijo favorito y todo parecía estar bien, pronto se dio cuenta de que la esposa del Príncipe Andrés no era la mejor baza para la Casa Real Británica. De todos modos, no pasó mucho tiempo en ella. Los Duques de York se casaron el 23 de julio de 1986. Seis años más tarde se anunció la separación, el mismo año en el que se hicieron públicas las rupturas de Carlos y Lady Di y de la Princesa Ana y Mark Phillips. El Príncipe Andrés y Sarah Ferguson, padres de dos hijas, estaban distanciados por los compromisos del Duque de York con la Marina Británica. Sin embargo, lo que acabó con su matrimonio fueron unas fotos publicadas en 1992 en las que un millonario llamado John Bryant aparecía chupando los dedos de los pies a Sarah Ferguson, aparentemente relajada y en topless. Fergie estaba entonces en Balmoral y ordenó que se marchara de allí inmediatamente.
Pese a todo ello, el Príncipe Andrés y Sarah Ferguson siguieron manteniendo fuertes vínculos, imanes para los escándalos y sobre todo vivienda. Han seguido unidos en los buenos y en los malos momentos, se definen como la pareja de divorciados mejor avenida del mundo y no descartaron volver a casarse. Ante todo esto y teniendo en cuenta la predilección de Isabel II por su tercer hijo, la relación con Fergie volvió a ser cálida y solían verse con frecuencia porque además los York residían en The Royal Lodge, a dos pasos del Castillo de Windsor. Sarah Ferguson reconoció públicamente que Isabel II había sido con ella más madre que su propia madre, y a su muerte le homenajeó públicamente con estas palabras: " Para mí, ella la suegra y amiga más increíble. Siempre le estaré agradecida por la generosidad que me mostró al permanecer cerca de mí incluso después de mi divorcio. La extrañaré más de lo que las palabras pueden expresar ".
Y por fin la favorita, Sophie Rhys-Jones. Desarrolló su carrera profesional en las Relaciones Públicas y no era aristócrata, ni royal ni nada parecido. En 1993 conoció al Príncipe Eduardo en un partido de tenis benéfico, teniendo que esperar para casarse hasta 1999 hasta asegurarse de que no iba a haber otra Lady Di. Este matrimonio ha sido un éxito, tanto que el Conde de Wessex es el único hijo de Isabel II que no se divorció, y si bien los Wessex tuvieron que hacer frente a un escándalo por el que dieron carpetazo a su carrera privada, dedicándose desde entonces solo a tareas de representación, fueron reconstruyendo su reputación hasta convertirse en dos miembros de la Familia Real Británica muy valorados.
La Reina se fue acercando cada vez más a su nuera Sophie, sobre todo debido al sufrimiento experimentado por su difícil nacimiento de Lady Louise en 2003 y por la muerte de la madre de la Condesa de Wessex en 2005. La Reina se convirtió desde entonces en una madre para Sophie de Wessex. Era su nuera favorita, lo que se reflejaba también en su posición en la Casa Real Británica, convirtiéndose en una imprescindible. A nivel personal, las dos montaban a caballo y pasaron mucho tiempo juntas, sobre todo cuando el Duque de Edimburgo falleció en abril de 2021 y la Reina se quedó más sola. Fue sin duda como una madre y una hija.
La Reina como abuela y bisabuela
La Reina y el Duque de Edimburgo tuvieron ocho nietos: Peter y Zara Phillips (1977 y 1981), hijos de la Princesa Ana y Mark Phillips, el Príncipe Guillermo y el Príncipe Harry (1982 y 1984), hijos del Rey Carlos III y Lady Di, la Princesa Beatriz de York y la Princesa Eugenia de York (1988 y 1990), hijas del Príncipe Andrés y Sarah Ferguson, y Lady Louise Mountbatten-Windsor y James Mountbatten-Windsor (2003 y 2007), vástagos del Príncipe Eduardo y Sophie de Wessex. Con todos ellos la Reina fue una abuela cariñosa. Ocurre en ocasiones que padres que fueron severos o distantes se relajan con sus nietos, lo que parece ser el caso.
Los seis mayores tuvieron la oportunidad de pasar más años con ella, disfrutando sobre todo de la Navidad en Windsor o Sandringham y de los veranos en Balmoral. Todos recuerdan su sentido del deber, pero también del humor, su amor a la familia y sus enseñanzas y cómo fue una presencia constante en su vida, al igual que el Duque de Edimburgo.
Fue Isabel II una abuela afectuosa que además no dudó en ser inflexible con el Príncipe Harry en lo institucional, pero muy comprensiva en lo personal. De hecho, el Duque de Sussex reconoció que la relación con su abuela se fue estrechando con los años, incluso tras su salida de la Casa Real Británica. Con sus nietos pequeños, los Wessex, compartió aficiones, como los caballos, y disfrutó de mucho tiempo juntos. Para Kate Middleton, su nieta política, fue una guía, un ejemplo a seguir y una cariñosa abuela con la que siempre pudo contar.
Isabel II conoció además a 12 bisnietos. El Príncipe George (2013), la Princesa Charlotte (2015) y el Príncipe Louis (2018), hijos del Príncipe Guillermo y Kate Middleton, Archie Mountbatten-Windsor (2019) y Lilibet Diana Mountbatten-Windsor (2021), vástagos del Príncipe Harry y Meghan Markle, Savannah Phillips (2010) e Isla Phillips (2012), hijas de Peter y Autumn Phillips, Mia Tindall (2014), Lena Tindall (2018) y Lucas Tindall (2021), hijos de Zara Phillips y Mike Tindall, Sienna Mapelli Mozzi (2021), hija de la Princesa Beatriz de York y Edoardo Mapelli Mozzi y August Brooksbank (2021), hijo de la Princesa Eugenia de York y Jack Brooksbank.
Los más pequeños no han podido generar muchos recuerdos con su bisabuela, pero sí han tenido la oportunidad de hacerlo los Cambridge, las Phillips y las dos Tindall mayores. " Mis tres hijos han podido pasar las vacaciones con ella y crear recuerdos que durarán toda su vida ", aseguró el Príncipe Guillermo tras la muerte de Isabel II a los 96 años, lo mismo que con el Duque de Edimburgo, un bisabuelo cercano para sus bisnietos mayores.
La Reina trató de pasar el tiempo que pudo con sus bisnietos y logró, tres meses antes de su muerte, volver a abrazar a Archie y conocer a Lilibet Diana cuando viajaron a Reino Unido en junio de 2022 por el Jubileo de Platino. Así pudo conocer a la única bisnieta a la que todavía no conocía, una ilusión que logró cumplir antes de su fallecimiento.