2012 fue un año glorioso para la Monarquía Británica, y más concretamente para su máximo exponente, la Reina Isabel II de Reino Unido, que celebró sus 60 años en el Trono con el Jubileo de Diamante, una efeméride que vivió sus actos centrales en junio y que demostró el fervor que el pueblo de Reino Unido siente por su Reina y su Familia Real.
Pero los seis decenios de su coronación no fue la única fecha señalada que la Reina Isabel tenía en su calendario, pues el 20 de noviembre se cumplieron 65 años de su boda con el Duque de Edimburgo, entonces Príncipe de Grecia y Dinamarca. Parece mucho, pero quedó en nada porque los años fueron pasando y siguiendo sumando años y sumando récord. Tanto es así que pasaron nada más y nada menos que 73 años juntos, siendo el matrimonio más largo y longevo de la historia de la Casa Real Británica.
El Príncipe Felipe de Grecia y Dinamarca nació en la residencia de verano de la Familia Real helena en Corfú en 1921, siendo el único hijo varón del Príncipe Andrés de Grecia y Dinamarca y de Alicia de Battenberg, bisnieta de la Reina Victoria. Su infancia y su adolescencia fueron muy tristes a causa de la familia rota en la que vino al mundo. Padeció el exilio junto al resto de la Casa Real Griega, viviendo en Francia primero y en Reino Unido después.
En Gran Bretaña mantuvo una estrecha relación con su tío Lord Mountbatten, quien le aconsejó que ingresara en la Marina Real Británica y que cambiara el orden de sus apellidos, traduciendo al inglés el germánico Battenberg, mal considerado en la Gran Bretaña de la época. Ya sabía en ese momento que algún día se casaría con la entonces Princesa Isabel.
La infancia de 'Lilibeth' no tuvo nada que ver con la de su futuro esposo, pues ella creció en una familia feliz y unida. Nacida en 1926, era la primogénita de los entonces Duques de York y posteriormente Reyes Jorge VI e Isabel de Reino Unido. Conoció al Príncipe Felipe en 1934, lo volvió a ver en 1937, y dos años después se enamoró de él, comenzando una comunicación epistolar que posteriormente fraguó una relación que culminó en boda en 1947.
El difícil camino hacia el altar
Reino Unido atravesaba un mal momento tras la destructiva II Guerra Mundial que la propia Isabel había sufrido en carne propia, sin embargo no solo había problemas en ese sentido, pues aunque tenía sangre real Felipe venía de un hogar desectructurado, sus hermanas se habían casado con Príncipes alemanes favorables al nazismo y su fortuna era inexistente; aunque finalmente lograron su propósito y contrajeron matrimonio el 20 de noviembre de 1947.
Antes de la boda, Felipe de Mountbatten renunció a la religión ortodoxa que profesaba y se convirtió al anglicanismo, dejó atrás sus títulos griegos y daneses que le correspondían por cuna, aunque a cambio se le concedió el tratamiento de Alteza Real y el título de Duque de Edimburgo, siendo más tarde también Príncipe de Reino Unido.
La ceremonia tuvo lugar en la Abadía de Westminster donde hubo sonadas ausencias, entre ellas las de las hermanas de Felipe y dos de los tíos de Isabel, el Duque de Windsor y la Princesa María.
Posteriormente se sirvió un banquete en el Palacio de Buckingham, no sin antes tener lugar el tradicional saludo de los recién casados desde el balcón a un pueblo que seguía pasando penurias en plena posguerra, pero que no renunció a ese día que Winston Churchill definió como "un toque de color en el duro camino que debemos recorrer". Comenzaba así el camino común de esta singular pareja.
Una vida en común con altibajos
Los primeros años de su matrimonio fueron los más felices. Primero vivieron en Windlesham Moor, cerca del Castillo de Windsor, hasta que tomaron Clarence House como hogar. Entre 1949 y 1951 se desplazaron a Malta debido al trabajo del Príncipe Felipe como oficial de la Marina Real, aunque Carlos y Ana se quedaron siempre en Reino Unido.
Durante ese tiempo, los Edimburgo cumplieron con sus compromisos oficiales, que fueron aumentando a medida que la salud del Rey Jorge VI se deterioraba. En 1952 la vida del Monarca se apagó para siempre, noticia que el Duque dio a su esposa cuando se encontraban de viaje en Kenia. Aunque fue proclamada Reina al morir su padre, no fue coronada hasta el 2 de junio de 1953.
En ese momento, la Princesa Isabel se convirtió en Reina, y sus obligaciones se ampliaron, al igual que las de Felipe, que dejó su carrera en la marina para ser Príncipe consorte a tiempo completo, y tuvo que aprender a caminar siempre detrás de la Monarca, lo que nunca ha sido del agrado del Duque de Edimburgo. De esos tiempos se recuerda la humillación que sintió cuando no se permitió que sus vástagos llevaran el apellido Mountbatten en detrimento del Windsor propio de la Casa Real Británica, aunque en 1960 se llegó a un acuerdo y los miembros más jóvenes de la Familia serían Mountbatten-Windsor.
Han tenido cuatro hijos, el Príncipe Carlos (1948), la Princesa Ana (1950), el Príncipe Andrés (1960), y el Principe Eduardo (1964), que les han dado ocho nietos y otros tantos bisnietos, así como y numerosos quebraderos de cabeza por culpa de sus divorcios y otros escándalos que consiguieron alterar a la Reina, pero que no acabaron con la Monarquía.
A lo largo de los muchos años que la Reina Isabel y el Duque de Edimburgo permanecieron casados compartieron buenos y malos momentos, una vida oficial en común que les ha llevado a viajar por el mundo, han celebrado juntos sus aniversarios de boda hasta llegar a los 73, un hito que pocas parejas consiguen y que ha tenido lugar gracias a su juventud al pasar por el altar y a su longevidad.
Su amor terrenal terminó el 9 de marzo de 2021 con la muerte del Duque de Edimburgo a los 99 años, pero su romance será eterno.