El nacimiento del tercer hijo de los Duques de Cambridge ha sido un enorme acontecimiento, y todas las miradas estaban puestas primero en el Hospital St. Mary's de Londres, y una vez que salieron a presentar a la criatura y abandonaron el centro médico, en Kensington Palace, que es donde residen.
La expectación es máxima para conocer el nombre de la criatura, y mientras ha llegado y no el momento, el Príncipe Guillermo se desplazó a la Abadía de Westminster para participar en el servicio religioso celebrado en el templo para conmemorar el ANZAC Day 2018.
A su llegada, el Duque de Cambridge se vio con el Príncipe Harry y Meghan Markle, un bonito reencuentro que llega tras el nacimiento de un nuevo Windsor. Ahí pudo verse la excelente relación entre cuñados cuando el Príncipe Guillermo y la estadounidense se saludaron con un beso y mostraron la complicidad que les une.
El Príncipe Harry y Meghan Markle no paran
Es muy posible que en las palabras que intercambiaron, Meghan Markle preguntara al primogénito del Príncipe de Gales por cómo están Kate Middleton y el bebé, y poco probable por cómo se llama la criatura, ya que ella lo sabrá. Mientras tanto, el Príncipe Guillermo comentó ante algunos presentes que el bebé tiene un buen nombre, que la madre y el bebé están muy bien y que la criatura se está portando adecuadamente y les deja dormir, algo que no les pasaba con el Príncipe Jorge.
Esta ha sido la primera aparición del Duque de Cambridge desde la presentación de su tercer hijo el pasado lunes 23 de abril, el mismo día en el que vino al mundo el que ostenta el quinto lugar en la línea de sucesión. Por su parte, el Príncipe Harry y Meghan Markle llevan una semana con la agenda muy cargada debido al aniversario de la batalla de Gallipoli en 1915 que fue un desastre para el Ejército de Australia y el de Nueva Zelanda, motivo por el cual la Familia Real recuerda a los caídos de Oceanía.
Por otro lado, el lunes 23 de abril habían asistido a una misa en memoria de Stephen Lawrence, un joven de 19 años asesinado en 1993. Se cumplían 25 años, y la Casa Real Británica quiso estar presente en el recuerdo a este hombre cuya muerte sirvió para que los británicos rechazaran como nunca la xenofobia.