La ausencia de Doña Letizia en la toma de posesión de Pedro Sánchez deja claro una vez más que no tiene por qué seguir las tradiciones marcadas por la Reina Sofía.
La Monarquía Española es milenaria, pero al mismo tiempo es muy nueva. Los 44 años transcurridos entre la proclamación de la II República y la restauración de la Monarquía en la persona de Juan Carlos I tras casi cuatro décadas de dictadura provocaron que nada de lo anterior sirva, y que las tradiciones de antaño no tengan tanto peso. Además, la Casa Real se rige por la Constitución, solo que en ocasiones deja huecos que tienen que interpretarse como se quiera o como se pueda.
El papel del Jefe del Estado está marcado por la Carta Magna, pero nada se dice de la consorte más allá de los títulos y honores que le corresponden y su papel en caso de establecerse una regencia. Así, en algunos casos, la Reina Sofía obró como pensaba que debía hacer, y por eso desde 1986 acompañó al Rey Juan Carlos en las tomas de posesión de los presidentes de Gobierno.Doña Sofía estuvo cuando Felipe Gonzalez, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy juraron y prometieron el cargo, y lo hizo porque le parecía que debía estar ahí, para acompañar al Monarca, para visibilizar a la mujer en un tiempo en el que empezaban a tener más presencia política o porque quería estar. Además, contaba con el beneplácito de Casa Real, y si se hubiera advertido que su presencia era contraproducente, no se hubiera presentado jamás.
Cuando el Rey Felipe subió al Trono el 19 de junio de 2014, en su discurso habló de "Monarquía renovada para un tiempo nuevo", y aunque todavía hay mucho que mejorar, se han dado algunos pasos correctos. Uno de ellos fue en relación a las juras o promesas del cargo de presidente. En tiempos de Juan Carlos I, la Biblia y el crucifijo estaban situados en la mesa sobre la que se asienta la Constitución para que quien vaya a ostentar la presidencia jure o prometa lealtad a la Carta Magna y al Rey. Al producirse el relevo en la Jefatura del Estado, y teniendo en cuenta la aconfesionalidad del Estado, Felipe VI dejó que quien vaya a jurar o a prometer decida si quiere los símbolos religiosos o no. Mariano Rajoy los quiso en 2016, Pedro Sánchez en 2018, no. El papel de la Reina Letizia
Y luego está la presencia de la Reina de España. No estuvo cuando Rajoy juró por segunda vez como presidente, y no ha estado este 2 de junio de 2018, cuando ha sido Pedro Sánchez el que ha tomado posesión tras el triunfo de la moción de censura que desalojó a Rajoy del poder un día antes. El Rey debe estar como Jefe del Estado; ¿Tiene que acompañarle la Reina consorte? No. La Constitución no dice nada al respecto, y la única tradición al respecto la impuso la Reina Sofía siguiendo su criterio personal, y como he mencionado antes, con el necesario beneplácito de la Casa de SM el Rey.
Ahora el momento es otro, y no solo la Reina Letizia busca distanciarse de la Reina Sofía para buscar así su propio espacio y para romper con el pasado, sino que se intenta redefinir el papel de la consorte del Rey. ¿Sería conveniente que fuera? Puede ser un gesto de deferencia ante el nuevo presidente, pero su papel no es ese, y ya habrá tiempo de coincidir en actos oficiales. Además, desde hace ya tiempo, Casa Real intenta separar los actos de los Reyes para potenciar la labor y el papel del Jefe del Estado, y que en los actos de mayor calado en los que no hace falta que esté presente Doña Letizia, no se pongan todos los focos en su aspecto, que es lo que suele ocurrir. Felipe VI es el primer Rey plenamente consticional, y tanto para lo bueno como para lo malo, sus actuaciones siguen al pie de la letra lo que marca la Carta Magna. Como de la consorte no dice nada en este sentido, el criterio personal de Doña Letizia, del del Monarca y de la propia Casa Real es la que marca el camino a seguir tanto en este como en otros aspectos.
Críticas va a haber, pero además Doña Letizia ya no podía estar presente en la toma de posesión de Sánchez, porque al no acudir a la de Rajoy sentó un precedente con el que ya no se puede acabar. Si no hubiera ido a la de Mariano Rajoy y sí a la de Sánchez, La Zarzuela tendría que haber ofrecido una buena explicación para que los españoles y españolas no pensaran que estaba mostrando públicamente afinidad política, algo que ni ha hecho ni hará desde que forma parte de la Familia Real. El tiempo pasará y llegará otro presidente, o siendo optimistas, una presidenta, y si Doña Letizia sigue siendo la Reina consorte, tampoco estará presente en el Salón de Audiencias.