Una persecución firmada
"La confesión del príncipe Al-Zanim (como se refieren a él) de que mató a 25 musulmanes afganos a sangre fría, y que da a entender que solo eran piezas de ajedrez a sus ojos, nos revela la cantidad de condescendencia, discriminación y amor por la criminalidad que hay en sus genes", relata el artículo, en el que no solo se ataca al hijo del monarca inglés, sino a toda la sociedad occidental en general, y a la inglesa en particular: "El sentimiento del hombre inglés racista está por encima de los humanos, los otros son solo peones y piezas de ajedrez que el inglés puede quitar de la faz de la tierra cuando quiera y desea derramamiento de sangre". La publicación critica duramente que la prensa europea y americana se haya fijado, únicamente, en los escándalos que el Príncipe desvela entre sus páginas, y no le hayan dado mayor importancia a lo que ellos consideran "criminalidad en Afganistán".
El grupo terrorista ordena a todos sus miembros que luchen por vengar a los ciudadanos afganos asesinados por el marido de Meghan Markle, a la vez que asegura que esta es una oportunidad "para que la Corona británica se vengue de su hijo disidente reduciendo el costo de asegurarlo", retirándole su seguridad y permitiendo "dar paso a las manos islámicas para que sean ellas las que se tomen su justa retribución, ya que los crímenes no caen por estatuto de limitaciones, y los hombres correctos corren contra él". En la publicación también se tacha la muerte de la Princesa Diana, madre del Príncipe, como un asesinato, asegurando que su muerte y la creencia de que el palacio participó en su asesinato "le hizo volverse dicto a las drogas" y que su padre "no se preocupó por él en absoluto", algo que se debería a que el monarca "duda de su linaje hacia él, y no lo considera su hijo por crucifixión y descendencia".
Con esta publicación, Al Qaeda firma una persecución de forma pública contra el Príncipe Harry que resulta verdaderamente preocupante, asegurando que todos sus miembros se encuentran en búsqueda del hijo de Carlos III para acabar con su vida. Antes de finalizar, lanza un mensaje final a toda la sociedad, al definir las declaraciones del Príncipe como "manifestaciones y reversiones del estándar de la miserable vida británica degenerada", asegurando que sus memorias "son un reflejo de la realidad de la decadencia".