A las 11:00 horas del 12 de octubre, llegaban a la plaza Cánovas del Castillo de Madrid los Reyes de España a bordo del Rolls Royce de Patrimonio Nacional que utilizan para desplazare en ocasiones señaladas. Tras ellos, viajaban sus hijas, la Princesa Leonor y la Infanta Sofía, escoltadas también por la caballería de la Guardia Real.
El Capitán General de los Tres Ejércitos ha lucido el uniforme de gran etiqueta del Ejército de Tierra, por su parte, la Reina ha apostado como siempre por Felipe Varela, que le confeccionó un vestido sobrio en azul cobalto hasta la rodilla en crepe de lana y chaqueta a juego. Los zapatos eran negros y el clutch iba en piel metalizada con ribetes en cristal de Swarovski, así como un recogido bajo en el pelo.
Como manda la tradición, se celebró el homenaje a la bandera sobre el mástil frente a la tribuna. Así, cuatro componentes de la Casa de Su Majestad el Rey llevaron la enseña nacional en una bandeja para después colocarla en el mástil. Justo después se dejó la corona de laurel ante la bandera para rendir homenaje a los caídos por España, y la patrulla Águila tiñó el cielo en tonos rojigualdos, lo que llamó la atención de Leonor y Sofía, que miraron arriba para no perder detalle.
La Princesa Leonor y la Infanta Sofía estuvieron sonrientes, serias, solemnes, atentas, calladas y habladoras, todo durante la hora que duró el acto, en el que cual la Reina estuvo muy pendiente de sus hijas, que ya son todas unas expertas en esto de asistir al Día de la Hispanidad. A lo que no han ido fue a la recepción en el Palacio de Oriente, a la que la Casa Real invitó a unos 200 personas.