Don Felipe y Doña Letizia han estado entre el 14 y el 19 de junio en Estados Unidos. Han pasado por Nueva Orleans y San Antonio para celebrar los 300 años de las fundaciones de estas dos ciudades con pasado español. Una vez cumplidos estos compromisos, los Reyes viajaron a Washington para reunirse con el presidente Trump y su esposa, Melania Trump.
La expectación era máxima, por comprobar sus gestos, los looks de ambas Primeras Damas y cómo se comportaría el siempre excesivo Donald Trump con el correcto y educado Rey Felipe VI, cuyos caracteres en nada se parecen, afortunadamente para España y su ciudadanía.
Hubo sonrisas, pero faltaba complicidad. Además, no es plato de buen gusto que Estados Unidos hubiera anunciado su retirada del Consejo de Derechos Humanos de la ONU justo coincidiendo con la visita. La causa ha sido que la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos ha denunciado la separación que padres e hijos menores que se está ejerciendo en la frontera entre Estados Unidos y México.
Al menos, Trump fue agradable y conciliador con estas palabras: "Estuvimos en España no hace demasiado y nos encanta. Un pueblo muy especial, un país precioso. Nuestra relación ha sido sobresaliente a lo largo de los años". Ante estas palabras, el Monarca comentó: "Un final estupendo para un viaje perfecto". Trump, que rompió el protocolo pasando por delante de sus invitados y su esposa, alabó la magnífica relación comercial con España y de defensa bilateral.
Duelo de estilo en la Casa Blanca
Las Primeras Damas lucieron estilos distintos. La Reina estrenó un vestido de la firma norteamericana Michael Kors, haciendo un guiño a sus anfitriones. Se trata de un diseño rosa, entallado, abotonado y sin mangas que lleva un cinturón plateado. Como complementos, repitió la cartera de mano de ante y los salones a juego de
Magrit, que lució durante su estancia en Nueva Orleans. Lo curioso del look de la consorte es que ya fue llevado por Trump, aunque el de la eslovaca fue en azul.
Por su parte, la Primera Dama de los Estados Unidos se decantó por un vestido estampado con grandes flores, sin mangas, y en tono marrón y verde, que llevaba con un cinturón blanco. Llevaba a juego unos zapatos de ante verde.