Tanto él como la Infanta Cristina han recibido ayuda psicológica y lo están pasando muy mal, pero ahora la peor parte se la lleva Urdangarin. Cristina de Borbón está hundida por haber tenido que separarse de su marido y por el destino que le espera, pero al menos ella es libre, no tiene cuentas pendientes con la Justicia y puede seguir en su casa, con sus hijos y con su trabajo.
No resulta positivo que esté apartado, que es lo que le pasa en Brieva, ya que la soledad puede hundirle todavía más y dejarle a merced de unas visitas familiares que necesitaría como agua de mayo. Por otro lado, Urdangarin tiene miedo a estar con otras personas desconocidas por lo que puedan hacerle. En concreto, tiene pánico y fobia a la gente, algo extraño en una persona tan simpática y expansiva, pero que tiene sentido debido al aislamiento que ha vivido en los últimos años y a los insultos que algunas personas le han dedicado cuando se lo han cruzado.
La vigilancia hacia Urdangarin va a ser extrema, porque además, al estar solo, no hay un preso de los llamados de confianza, de esos que cuidan a otros, que pueda estar un poco pendiente de él. Al menos, puede tener contacto con el equipo de salud mental de la cárcel de Brieva, así como con el jesuíta que va cada domingo a la cárcel y que está disponible entre semana por si alguien le necesita.
¿Traslado a Zaballa?
Quizás Instituciones Penitenciarias valore que Urdangarin necesita estar con gente, por mucho que pueda sentirse amenazado, y le envíe a otro centro penitenciario. En su momento se habló del de Zaballa, en Álava, que según Informalia, habría sido solicitada por los Urdangarin. No todos residen en Euskadi, pero al menos allí tiene parientes cercanos que pueden visitarle todas las semanas y darle los ánimos que necesita para salir adelante.