Mientras algunos príncipes o princesas tienen una sonrisa perenne, los hay que enseñan los dientes cuando hay algo que no les gusta, algo que por cierto se va atemperando con la edad con ciertos royals de infancia complicada. También se encuentran los que son demasiado malhumorados, pero son tan serios que les cuesta sonreír y dan una imagen más distante.
Las malhumoradas
La que peor carácter parece tener es la Princesa Leonor de Suecia. La hija mayor de Magdalena de Suecia y Chris O'Neill nació en Nueva York el 20 de febrero de 2014. Su abuelo materno, el Rey Carlos XVI Gustavo, le concedió el tratamiento de Alteza Real y los títulos de Princesa de Suecia y Duquesa de Gotland. Tras vivir en la Gran Manzana el primer año de su vida, poco antes de nacer su hermano, el Príncipe Nicolás, los Bernardotte-O'Neill se trasladaron temporalmente a Suecia, y después a Londres, donde residen desde entonces.
En sus posados no es raro que salga corriendo, como cuando en Solliden en verano de 2016 pegó la espantada mientras sus padres, hermano, abuelos, tíos y primos posaban para los reporteros gráficos. Al final tuvo que ir el Príncipe Carlos Felipe a poner orden y a recoger a su sobrina para que estuviera quieta un momento. Peor fue en junio de 2016, cuando viajó a Gotland junto a sus padres para conocer a Haidi, una potra que el gobierno de la provincia de Gotland regaló a la niña cuando se le entregó al nacer el título de duquesa de este lugar. La Princesa Leonor se revolucionó nada más llegar, brincó por los prados, tiró un cubo de agua a la potra y se comió la zanahoria que tenía que darle. ¡Menuda es Leonor!
El mismo año que Leonor de Suecia, pero el 10 de diciembre, vino al mundo en Mónaco Gabriella María Teresa Grimaldi. Nació un poco antes que su hermano mellizo, el Príncipe Jacques, aunque debido a la Ley Sálica que perjudica a la mujer frente al varón en la cuestión sucesoria, ha quedado relegada al segundo lugar. Todavía es pronto para saber qué carácter tendrá de mayor, pero viendo cómo es de pequeña, quizás agradezca pasar a un segundo plano y no tener las responsabilidades que le esperan a su hermano.
La Condesa de Carladès es una niña adorable... cuando quiere. Aparece en pocas ocasiones, y cuando lo hace, no siempre está de buen humor. En septiembre de 2016, los Príncipes de Mónaco acudieron al tradicional picnic en el que participan los Grimaldi. Allí estaba la pareja reinante junto a un heredero, mientras que no hubo ni rastro de la niña. ¿Qué pasó? La niña ya estaba lista, pero antes de llegar al parque, se puso a llorar y no había quien le calmara. Sus padres tuvieron que enviarla de nuevo a palacio con su niñera, para así no cancelar el acto. El Príncipe Jacques se portó como un bendito.
En las segundas navidades de su vida, participó en un acto de celebración infantil que tiene lugar cada año por esas fechas. Unos muñecos que pretendían hacer gracia le causaron un disgusto y no paró de llorar, por lo que con esa rabieta no hubo otra forma de que estuviera tranquila que mandarla a casa. Su hermano Jacques volvió a portarse como un bendito. En marzo de 2017 se celebró el torneo de rugby benéfico al que asistieron Alberto y Charlene de Mónaco junto a su hija Gabriella. La niña tampoco estaba cómoda y terminó con un berrinche.
Los serios
Hay otros royals que no es que tengan mejor o peor humor, quizás en las distancias cortas sean muy simpáticos, pero en sus apariciones públicas muestran más seriedad y distancia, lo que lleva a pensar que no son especialmente alegres de carácter. Entre ellos hay dos sobrinos del Rey Felipe VI a los que hemos visto crecer y que en constante con sus hermanos o primos, parecen más callados que los demás.
El primero de ellos es Juan Urdangarin. El primogénito de la Infanta Cristina e Iñaki Urdangarin ha crecido entre risas y juegos con sus hermanos Pablo, Miguel e Irene, y disfrutando de la Navidad, el verano y en otros momentos con las travesuras compartidas con su primo Froilán. Él nunca ha sido retraído, pero lo que dejan ver sus apariciones públicas es que es más serio y tranquilo que otros miembros de su Real Familia.
Ya desde pequeño ponía un poco de orden en las trastadas de su primo Froilán, que no parecía tener límite, si bien es cierto que lo que ha marcado su personalidad ha sido el Caso Nóos. Cuando estalló el caso de corrupción que hundió a su padre, Juan Urdangarin tenía 12 años, por lo que ya se daba cuenta de lo que ocurría y ha sido el hermano que más ha sufrido. Ha pasado toda la adolescencia entre traslados, insultos a sus progenitores y el ostracismo tanto a la Infanta Cristina como a Iñaki Urdangarin, sobre todo en el caso de él.
En Washington estaba más tranquilo, pero la vuelta de la familia a Barcelona en verano de 2012 le llevó a escuchar por la calle cómo insultaban a su padre, a notar el vacío que se hacía a la pareja Urdangarin de Borbón, e incluso a él mismo, que lo pasó muy mal en el curso 2012/2013. Antaño todos querían ser sus amigos, pero ya nada era como antes... El juicio también ha sido duro, pero al menos se saldó con la absolución de la Infanta Cristina, sin embargo, el estigma ahí está y quedará para siempre. El halo de tristeza que destila su mirada también seguirá, aunque solo él sabe qué o quién es el culpable.
Su prima Victoria de Marichalar tampoco es que sea la alegría de la huerta. Frente a su hermano Froilán, cualquiera parece serio, pero lo cierto es que la hija de la Infanta Elena no tiene nada que ver con él, aunque se llevan bien y se quieren mucho. Desde bien pequeña, se pudo comprobar que la niña era más tímida que su hermano y algunos de sus primos. Introvertida y callada, de pequeña le gustaba llevar un calcetín con ella en cada momento, sin importar que fuera una boda real (la de sus tíos Felipe y Letizia) o una misa de Pascua con la Familia Real.
Toca el piano, monta a caballo y es una apasionada de la danza, además de una buena estudiante y una persona que se toma las cosas muy en serio, siendo responsable al máximo. Su carácter es más sereno y calmado, aunque también sufrió en su infancia dos disgustos. El primero fue la separación de sus padres, que ocurrió cuando tenía solo 7 años; después llegó el accidente de Froilán al dispararse en el pie en una jornada de caza en la que ella estaba presente, con el consiguiente shock al ver a su hermano herido; en aquel momento tenía solo 11 años.
La Familia Real Belga no destaca por ser la más simpática ni abierta, y las nuevas generaciones tampoco van camino de remediarlo. Dentro de los cuatro hijos de los Reyes, el Príncipe Gabriel y la Princesa Leonor son los más alegres, mientras que los Príncipes Emmanuel e Isabel son más serios. Llama la atención la heredera, a la que le cuesta sonreír en público, y cuando lo hace parece que está forzada. De todos modos, quizás cuando sea más mayor entienda el poder que tiene una sonrisa natural, sobre todo en la boca de un miembro de una Casa Real.
Cerrando la lista se encuentra el nieto mayor de Carolina de Mónaco, Sasha Casiraghi. No le corresponde título ni dignidad alguna debido a las leyes sálicas del Principado, pero ha realizado alguna que otra aparición pública, concretamente en el Día Nacional de Mónaco, que año tras año reúne a la mayor parte de los Grimaldi. Su primera vez fue en 2014, fecha en la que tenía 20 meses, repitiendo justo dos años después para que su hermana India Casiraghi fuera presentada oficialmente.
En ambas convocatorios, Sasha Casiraghi se dejó ver siempre serio. No es que el momento fuera el más adecuado para las risas, pero llamó la atención la excesiva reserva de un niño tan pequeño. En otras ocasiones en las que ha sido fotografiado tampoco ha estado sonriente, así que parece que su carácter es más bien tirando a serio. De todos modos, el nacimiento de sus tíos segundos Jacques y Gabriella de Mónaco le ha alejado del trono que ostenta su tío abuelo Alberto II, así que su presencia institucional nunca va a ser más que lo que ha sido ya y no va a tener que preocuparse por dedicar sonrisas a los ciudadanos monegascos.