Cinco días más tarde se produjo la Cumbre de Sandringham en la que participaron la Reina, el Príncipe de Gales, el Príncipe Guillermo y el Príncipe Harry. Buckingham Palace informó vía comunicado de que la Reina daba su apoyo al paso atrás de los Duques de Sussex y señalaba que eran unos miembros muy queridos de su familia, aunque especificando que les hubiera gustado que hubiera seguido representando a la Corona a tiempo completo.
Dolor como padre
A ellos se unió Kate Middleton cuando se casó con el Príncipe Guillermo en 2011. La relación entre los tres era muy cercana, y a pesar de que los Duques de Cambridge formaron su propia familia, el Príncipe Harry nunca se sintió desplazado. Además, los tres vivían en Kensington Palace, aunque cada uno en su apartamento. La llegada de Meghan Markle cambió las reglas del juego. Un consejo del Duque de Cambridge a su hermano en el que le decía que no se precipitara con la entonces actriz no fue bien recibido. No hubo especial complicidad entre cuñados, ni tampoco entre cuñadas. Además, aunque fueron bautizados como Los Fab Four de la realeza, el equipo de cuatro duró un suspiro.
Los ya Duques de Sussex querían su propio espacio. Reformar el apartamento de Kensington adecuado para ellos era más caro que hacer lo mismo con Frogmore Cottage, por lo que eligieron esta propiedad de Windsor que les cedió la Reina. Allí tenían una casa más grande, más íntima y alejada de Londres... y de los Cambridge. Los Sussex separaron su oficina de los Cambridge para depender de Buckingham Palace (hasta el Megxit), rompiendo también su vinculación con la Royal Foundation para crear la suya propia.
Todo esto ha sido vivido con tristeza por el Príncipe Carlos, que ha visto cómo la armonía entre sus descendientes saltaba por los aires. A todo padre le gusta que su familia esté unida, y más si es la Familia Real, donde afectos y trabajo van unidos. Asimismo, le ha dolido que los Duques de Sussex hayan tirado la toalla y no solo abandonen la Casa Real Británica, sino que pongan tierra de por medio y pasen la mayor parte del tiempo en Norteamérica. El Príncipe Carlos, que acogió a Meghan Markle con los brazos abiertos y pensó que podría ver crecer a su nieto Archie, está triste por haberse sentido en cierto modo traicionado. Puede llegar a entenderlo, pero es sin duda el que peor se ha tomado la marcha. Además, no le ha sentado particularmente bien que el Príncipe Harry haya pasado por encima de él, solo se haya referido públicamente en los comunicados a la Reina y solo haya intentado quedar bien con ella. Entiende que la Reina es Isabel II, pero siendo su padre y estando a punto de ser su Rey, ha llegado a sentirse despreciado o minusvalorado por su propio hijo.
Coste económico
Hasta su salida como miembros activos de la Familia Real Británica, los Duques de Sussex recibían financiación para sufragar sus gastos oficiales y privados. El 5 por ciento provenía de The Sovereign Grant, mientras que el 95 por ciento restante viene del Ducado de Cornualles. En 1337, Eduardo III de Inglaterra concedió a su hijo Eduardo, el Príncipe Negro, el título y las tierras del Ducado de Cornualles, con las que se mantenía el Príncipe de Gales. Desde entonces, el Heredero ingresa las rentas derivadas del Ducado de Cornualles. Desde que sus hijos abrieron sus oficinas, el Príncipe Carlos les ha destinado cierta cantidad de dinero, una cantidad que se termina por el Megxit.
Sin embargo, y a pesar de su decepción, el Príncipe Carlos no quiere amenazar la estabilidad financiera de los Sussex. Aunque el Príncipe Harry y Meghan Markle cuentan con fondos importantes (se estima su fortuna en más de 30 millones de euros), pueden explotar su marca Sussex Royal siempre y cuando no dañe los valores de la Corona y no les faltan las ofertas para ser financieramente independientes, se van sin ingresos fijos. Mientras llega el momento, el primogénito de la Reina Isabel destinará una cantidad indeterminada a los Sussex, aunque eso sí, procedente de su bolsillo privado.
Coste para su reinado
Si a nivel personal el Megxit es duro, más lo es a nivel institucional. El Príncipe Carlos no está teniendo un camino de rosas rumbo a un Trono que no llega. A la poca diferencia de edad que existe con la Monarca y la salud y longevidad de esta se unen los problemas que sufre y han sufrido. Sabe que su reinado será breve, pero quiere que sea una realidad, esté un año o esté 20 al frente de la Corona.
El Príncipe de Gales tiene claro quién va a estar en la Casa Real Británica una vez muera la Reina Isabel y quién no. No contaba ni con los Kent, ni con los Gloucester, ni con el Duque de York. Por mucha sintonía que tuviera con la Princesa Ana o valore el trabajo de los Condes de Wessex, querían seguir el ejemplo de otras Casas Reales de Europa y limitar el número de miembros activos a él mismo, a la Duquesa de Cornualles, a sus hijos, a sus nueras, y a su debido tiempo, a sus nietos.
Es consciente de que aunque haya dedicado su vida al servicio de Reino Unido y de la Commonwealth, que trabaje en favor de causas benéficas a través de The Prince's Trust, que sea un ejemplo de ecologismo o que cuenta con gran simpatía y encanto, su imagen no es la misma que la de sus hijos.
Los dos pilares de su reinado iban a ser el Príncipe Guillermo y su familia y el Príncipe Harry y la suya. A partir del Megxit le toca no solo contar solo con los Duques de Cambridge y sus hijos, sino quizás echar mano de otros parientes reales. El tiempo lo dirá, pero por lo pronto, no hay duda de que ha sido él el gran perjudicado por el Megxit. El reinado de la Reina Isabel no va a peligrar por ello, el Príncipe Guillermo puede sobrevivir sin ellos en su reinado, donde contará con sus hijos, mientras que los Duques de Sussex son conscientes de la decisión que han tomado, y aunque lamentan cómo han ido las cosas, en palabras del Príncipe Harry: "No había otra opción". El Príncipe Carlos se queda sin la mitad de su equipo, y eso le duele como padre y como Rey.