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El Rey Juan Carlos quiere a todos sus hijos por igual, aunque no hay duda de que siente una predilección especial por la Infanta Elena. Alejado de las responsabilidades oficiales e institucionales, Juan Carlos I es libre para dedicarse a sus aficiones compartidas con sus amigos, y también con su primogénita.
Al padre de Felipe VI le encanta la vela, le gusta ir a los toros y disfruta comiendo en buenos restaurantes. Todo eso puede hacerlo con la Infanta Elena. A la Infanta Cristina no le gustan los toros y el Rey Felipe es mucho más austero que su padre y prefiere la discreción. La Duquesa de Lugo es sin embargo muy parecida a su padre, e incluso con la vela, que nunca le ha gustado tanto como a sus hermanos, se ha unido todavía más a él. La Infanta Elena ha redescubierto su amor por la navegación y se ha lanzado a competir, para orgullo de Don Juan Carlos.
Miedo por el trabajo de la Infanta Elena
Su relación es idílica, y como todo padre, quiere lo mejor para ella. Aunque sabe que el futuro de su hija está asegurado, tiene miedo que la Infanta Elena sufra las consecuencias que pueda acarrear la muerte de Juan Carlos I. La Duquesa de Lugo ya no representa a la Corona desde que Felipe VI subió al Trono salvo en actos concretos, y aunque es maestra de profesión, el sustento se lo da su trabajo en la Fundación Mapfre.
En 2008, la Duquesa de Lugo fichó como directora de proyectos de la Fundación Mapfre. Tiene un horario de 08:00 a 14:00 horas de lunes a viernes y gana unos 200.000 euros brutos al año. La Infanta Elena es feliz con este trabajo, al que dedica su energía y con el que no puede estar más satisfecha. Quizás por eso y porque es su fuente de ingresos, el Rey Juan Carlos teme que este puesto peligra cuando él ya no esté.
La sombra del Rey Juan Carlos es alargada, y cuando muera, es posible que la Infanta Elena pierda influencia. Como señala LOC, el padre de Felipe VI ve a Doña Elena desamparada y no podría soportar que perdiera su trabajo en el futuro.