La Princesa Mette-Marit comenta que sigue manteniendo la rebeldía que le caracterizaba en su juventud y que es consciente de que no gusta a todo el mundo porque no desempeña su papel regio como la gente espera que lo hiciera. "Los primeros diez años intenté ser como pensé que debería ser una princesa heredera. Pero ahora ya no estoy demasiado preocupada por eso. Es importante vivir una vida en la que pueda ser yo misma", añade la consorte.
Ese afán por ser la princesa perfecta no le hizo bien, y cuando se dio cuenta de que debía ser ella misma y no lo que los demás esperaban que fuera, se quitó esa ansiedad del principio y se sintió mucho mejor, lo que tuvo como consecuencia que estuviera más cómoda en su papel.
No ha tenido una vida fácil
Por otro lado, ha recordado su infancia. La Princesa Mette-Marit no fue del todo feliz debido al divorcio de sus padres. Aunque todo el mundo pensaba que las cosas iban bien en su hogar, ella era consciente de que la realidad distaba mucho de la creencia ajena. Todo eso, unido a su carácter rebelde, le llevaron a hacer cosas como raparse la cabeza cuando iba al instituto. Tuvo episodios de ira y tristeza que afortunadamente logró superar.
Su vida no fue fácil antes de casarse con Haakon de Noruega, y no lo es desde entonces, pero el paso de los años le ha servido para quererse y aceptarse más. Ahora tiene más paz que nunca a pesar de tener que enfrentarse a la adversidad al sufrir fibrosis pulmonar, una dolencia incurable con la que la Princesa Mette-Marit ha tenido que aprender a vivir.