Tras su triunfal gira por Oceanía y un par de eventos un tanto deslucidos ya en suelo británico, los Duques de Sussex han reaparecido con todo su esplendor. La cita tenía lugar en el London Palladium y el protocolo obligaba a vestir de gala por una buena causa.
Se trataba de la tradicional gala benéfica de la Royal Variety, una organización destinada a recaudar fondos para artistas en mala situación económica. La primera velada data de 1912 y contó con la presencia de los Reyes Jorge V y María de Teck. Desde entonces se ha convertido en una tradición de la Familia Real Británica, comandada por Isabel II y que cada vez más va delegando en sus nietos.
Los Duques de Cambridge ya han acudido en varias ocasiones, pero esta ha sido la primera vez para el Príncipe Harry y su esposa. Para tan especial ocasión y en su cuarto mes de embarazo, Meghan Markle ha elegido un look que no ha dejado indiferente a nadie: son tantos los que lo critican como los que alaban su decisión.
La Duquesa de Sussex llevó el pasado 19 de noviembre al London Palladium una falda negra con cola de sirena y un cuerpo bordado de lentejuelas con motivos florales. Esto último se sostenía al cuello con unas finas tiras negras que dejaban sus hombros al descubierto. Sin duda un look que ha recordado a los mejores tiempos de la Princesa Diana.
En palacio no ha gustado su elección
Las principales cabeceras de moda ya se han hecho eco del nuevo estilismo de Meghan Markle con gran aceptación. Sin embargo, el Palacio de Buckingham no está muy contento con los atuendos de la Duquesa. Tal y como asegura Daily Mail, el equipo de la Reina " le ha transmitido a Meghan que tiene que vestirse menos como una estrella de Hollywood y más como una royal ".
En el diario británico enumeran las varias ocasiones en las que la Duquesa de Sussex no se ciñó al protocolo real a la hora de vestir. Como por ejemplo el pasado mes de junio, cuando acudió a visitar Cheshire en compañía de la Reina. Supuestamente se le habría informado de que debía llevar sombrero, al igual que la Monarca, pero ella declinó hacerlo.
Curtida ya en este tipo de situaciones, Isabel II no mostró su descontento en público, pero sí en privado. Del mismo modo que cuando su nieto contrajo matrimonio con la exactriz. La ceremonia fue digna de un cuento de hadas, pero a la Soberana no le gustó que una mujer divorciada decidiese vestir de blanco y llevar velo.