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La única tía superviviente del Rey Carlos XVI Gustavo de Suecia porta en su nonagenaria espalda un sinfín de apasionantes historias como fruto de su doble vida: primero como actriz de teatro y luego como consorte de un príncipe sin título. En ambas facetas ha sabido desenvolverse con facilidad, así como también en su versión más solidaria. Pero... ¿cuál es la historia de la más longeva de los Bernadotte?
Una carrera forjada sobre los escenarios
Gullan Marianne Lindberg nació el 15 de julio de 1924 en la ciudad sueca de Hälsingborg, en el seno de una familia humilde y marcada por la pronta separación de sus padres. Marianne solo tenía nueve años cuando su progenitor abandonó el hogar familiar y creció viendo cómo su madre debía hacerse cargo de ella y de su hermano menor. Este último requirió además una atención especial, puesto que sufría dislexia y eso dificultó mucho su educación en aquellos años.
La primogénita, en cambio, sí se mostró muy interesada en formarse académicamente y siendo muy joven empezó a trabajar como actriz en el teatro de su ciudad natal. Con el tiempo llegó a ser admitida en la escuela de formación del Teatro Real Dramático, donde realizó un curso entre 1945 y 1948. Al finalizar su formación, fue contratada como actriz y a esta profesión le dedicaría los próximos once años de su vida.
Unos años en los que tuvo tiempo además de casarse con el director Gabriel 'Toto' Tchang, del que se divorciaría en 1957 y con el que tuvo a sus tres hijos: Robert Gabriel, Richard Antoine y Marie Gabrielle. Desgraciadamente, su vocación interpretativa le impidió estar con sus retoños tanto como le gustaría y, de hecho, en 1952 tendría que recibir sobre un escenario la noticia de que su hijo mediano había fallecido con tan solo dos años de edad. El motivo fue una ceguera provocada por una serie de complicaciones tras una vacunación. Un duro golpe del que nunca llegaría a recuperarse, pero como ella decía: "El espectáculo debe continuar".
Un príncipe azul pero sin título
A finales de la década de los años 50, ya divorciada, Marianne conoció en una de sus obras a un célebre diseñador que se encargaba de la decoración de la misma: Sigvard Bernadotte. Un hombre que, a pesar de su profesión tenía unos orígenes muy distintos a los de la actriz: era hijo del Rey Gustavo VI Adolfo de Suecia y, por vía materna, bisnieto de la Reina Victoria de Inglaterra. Pero, a pesar de esto, no ostentaba el título de príncipe. ¿Por qué?
Había nacido en el seno de la Familia Real Sueca, sí, pero en 1934 se vio obligado a renunciar a sus derechos sucesorios para poder casarse con la alemana Erika Patzek. El problema era que las leyes dinásticas de los Bernadotte por aquel entonces eran muy claras sobre el matrimonio de un miembro de la realeza con alguien de la plebe: "Los príncipes que se casen con una sueca no perteneciente a la realeza, o sin autorización real, pierden sus derechos, por ellos y sus descendientes". En este caso, la situación se agravaba por ser una alemana.
Como era de esperar, el hasta entonces Príncipe Sigvard perdió su título y por si esto no fuera suficiente le arrebataron el pasaporte sueco e incluso se congelaron sus cuentas bancarias. En compensación, la Gran Duquesa Carlota de Luxemburgo (pariente lejana suya) le otorgó el Condado de Wisborg y el más que cuestionado título de Príncipe Bernadotte.
Cuando el expríncipe conoció a Marianne Lindberg, ya se había divorciado de su primera esposa y había contraído segundas nupcias con la danesa Sonia Robbert en 1943. Nada le importó el hecho de estar casado, ya que el flechazo entre el decorador y la actriz fue instantáneo: él se divorció en 1961 y ese mismo año contrajeron matrimonio en Estocolmo. La propia Marianne recordará años más tarde: " Se divorció y se convirtió en un padre para mis hijos. No era lo más prudente para él que se atreviera a hacer algo así, pero lo arriesgó todo por mí ".
Para compensar el atrevimiento de su marido, la nueva Condesa de Wisborg abandonó por completo su carrera como actriz para centrarse en su papel como esposa y, sobre todo, como madre. Serían décadas de feliz matrimonio que solamente se enturbiaron tras la muerte del Rey Gustavo VI Adolfo en 1973 y la subida al trono del nieto de este: el actual soberano Carlos XVI Gustavo.
El caso es que mientras vivió su padre, Sigvard Bernadotte no se atrevió a hacer nada que pudiese ocasionar un conflicto con la Corona. No obstante, con la entronización de su sobrino, ese respeto institucional tornó a una reivindicación de los derechos perdidos. Es decir, solicitó airadamente que se le restituyeran los títulos reales arrebatados por su primer matrimonio y comenzó a autodenominarse "Príncipe Sigvard Bernadotte de Wisborg". Ante la negativa del rey a cumplir sus deseos, interpuso una demanda ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
Desafortunadamente, Sigvar no vivió lo suficiente para conocer la resolución de dicho tribunal. Murió el 4 de febrero de 2002 a los 94 años y el TEDH desestimó la demanda. A pesar de que durante sus últimos años de vida había conseguido limar asperezas con su sobrino, Carlos XVI Gustavo nunca cedió y todavía a día de hoy se refiere a su tío simplemente como "Sigvard Bernadotte". Con pesar, su viuda reconoció que la cuestión del título era muy importante para él y que se había sentido maltratado en este sentido. Según las palabras de Marianne Bernadotte: " Era una cuestión que le enfurecía y entristecía a partes iguales ".
Integrada en la Familia Real por méritos propios
Tras casarse con Sigvard Bernadotte, Marianne decidió volcar sus energías en la beneficencia. Concretamente, poniendo el foco sobre dos causas con las que se sentía muy identificada debido a su propia experiencia personal. Una de ellas era la dislexia, el trastorno que había sufrido su hermano y que curiosamente han padecido también tanto el propio Rey Carlos XVI Gustavo de Suecia como sus tres hijos.
Fue a partir de los años 80 cuando su compromiso con esta causa comenzó a desarrollarse de modo activo al frente de la Asociación Sueca de la Dislexia y de la Academia Internacional de Remediación. Con el tiempo, su labor sería premiada incluso con varios doctorados honorarios. Uno otorgado en 1996 por el Instituto Karolinska de Estocolmo y otro en 2006 por la prestigiosa Universidad de Bolonia (Italia). Además, ha sido galardonada con el Premio Humanitario Albert Schweitzer.
Aparte de la dislexia, si hay algo que quita el sueño a Marianne Bernadotte desde hace muchos años es el tema de la salud ocular infantil. Desde que su hijo falleciese por esta razón cuando solo tenía dos años, la viuda de Sigvard Bernadotte se propuso luchar para que ningún niño volviese a sufrir por ello y en 1990 decidió crear la Sigvard & Marianne Bernadotte Research Foundation for Children's Eye Care (hoy renombrada como The Bernadotte Foundation), dedicada a "la promoción y financiación de investigaciones avanzadas y estudios clínicos de enfermedades oculares y defectos en el desarrollo visual de los niños".
También junto a su marido fundó en 1982 la Marianne & Sigvard Bernadotte Art Awards Foundation, que anualmente premia a jóvenes artistas suecos con el objetivo de que desarrollen sus carreras en la música, el teatro, el diseño o el arte. Sin duda, la mejor manera de continuar ligada a ese mundo artístico que dejó atrás al casarse y al que desde muy joven perteneció en calidad de actriz.
Con estas y muchas otras iniciativas, Marianne Bernadotte no solo se ha ganado el respeto y el cariño del pueblo sueco, sino también de sus parientes más cercanos. Dadas las inclinaciones de la Reina Silvia y sus hijos por las causas benéficas, no resulta extraño que hayan brindado todo su apoyo a la más longeva de la familia (es la única superviviente de la generación de los Bernadotte previa a la actual) y la premien con su presencia en prácticamente todos los actos que organiza. Tras los años de ostracismo sufridos en calidad de consorte, ahora la viuda del expríncipe al fin tiene el lugar que le corresponde.