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El bautizo es uno de los grandes días de una persona al ser el protagonista. El problema es que al igual que el nacimiento, es imposible recordarlo salvo las personas que no han recibido el sacramento poco después de venir al mundo y deciden hacerlo cuando tienen uso de razón y pueden tomar sus propias decisiones. Irene Urdangarin no tuvo esa oportunidad y fue bautizada el 14 de julio de 2005, cuando tenía poco más de un mes de vida. Lo hizo con todos los honores en La Zarzuela como miembro de la Familia Real que era en ese momento : sobre la pila traída del Palacio Real, con agua traída del Jordán y con el traje de cristianar que se utiliza desde el bautizo del Rey Juan Carlos, celebrado el 26 de enero de 1938 en Roma.
Acudió la Familia Real en pleno, además de los Urdangarin y otros parientes y amigos. Era un día feliz, pero no lo fue tanto para la Reina Letizia, entonces Princesa de Asturias, que en aquel momento estaba embarazada de más de cinco meses de la Princesa Leonor, nacida el 31 de octubre de 2005.
Como recuerda Pilar Eyre, esa tarde de verano hacía mucho calor y la ceremonia fue larga. Doña Letizia no se levantó de la silla, el intenso calor provocaba que no parase de abanicarse, incluso cuando fue a posar con el resto de la Familia Real se le hundieron los tacones en el césped y casi se cae. No estaba cómoda y lo pasó mal.
Una relación entre cuñadas que acabó mal
A todo ello se une lo que había pasado tiempo antes. La Infanta Cristina pensó que sería buena idea que sus suegros, Juan Mari Urdangarin y Claire Liebaert se alojaran en el conocido como el Pabellón del Príncipe, residencia de Don Felipe y Doña Letizia que se encuentra a un kilómetro del Palacio de La Zarzuela. Como sus suegros aceptaron, Cristina de Borbón llamó a su hermano para preguntárselo. Al entonces Príncipe de Asturias le pareció bien, pero quiso que se lo consultara también a Doña Letizia. La Infanta Cristina así lo hizo, pero no obtuvo la respuesta que esperaba: " Estoy embarazada, no me siento bien y no me apetece tener en casa a unas personas que no conozco ".
A la Infanta Cristina le sentó muy mal y fue el principio del fin de una relación de cuñadas que había comenzado muy bien. Doña Letizia y Cristina de Borbón se cayeron bien desde el principio e incluso cuando viajaba a Barcelona para las pruebas de su vestido de novia, llamaba a su cuñada y comían juntas en El Jardí de l'Abadessa en Pedralbes. La relación era excelente también entre los dos hermanos y también entre los cuñados. Eran dos parejas con mucha complicidad, aunque todo empezó a torcerse con lo que ocurrió antes del bautizo de Irene Urdangarin.