Sólo habían pasado 15 años desde que la Reina Federica de Grecia falleciese, pero su hija mayor todavía la tenía en mente cuando conversaba con Pilar Urbano en lo que luego sería el libro 'La Reina' (1996). Doña Sofía reconocía en su madre a una de las personas que mejores consejos le había dado y uno de ellos era el referente a no permitir que la viesen llorar en público.
Aunque recientemente hayan sido descubiertos los numerosos beneficios de dejar brotar las lágrimas de nuestros ojos, lo cierto es que para mucha gente éstas todavía siguen siendo un signo de debilidad y por ello hay que evitarlo a toda costa. La realeza sigue teniendo prohibido este signo de humanidad pero a lo largo de los últimos tiempos han sido muchos los royals que no han podido reprimir sus emociones y se han dejado llevar...
Juan Carlos y Sofía: unidos por el dolor
Pese a las recomendaciones de su madre, la Reina Sofía no pudo evitar las lágrimas al posar su brazo sobre los hombros del Rey Juan Carlos durante el entierro de Don Juan de Borbón en el Monasterio del Escorial. Aquel 7 de abril de 1993 pasará a la historia por ser la primera vez que los españoles pudieron ver a sus monarcas mostrar que ellos también son seres humanos y tienen sentimientos.
Después de casi toda una vida de enfrentamiento por la Corona, cuando por fin Don Juan Carlos y su padre habían conseguido limar asperezas, un cáncer de garganta acabó con la vida del Conde de Barcelona. Ahí fue donde realmente el Rey se dio cuenta de que, tal como reconocería años después a Jesús Hermida en una entrevista: " Se me había ido el padre, pero también el amigo y el consejero ".
Como homenaje quiso que Don Juan recibiese los honores fúnebres correspondientes a un rey, incluido el enterramiento en el Panteón de Reyes de El Escorial. Precisamente f ue en el momento de entregar el cadáver a los monjes agustinos cuando sus ojos brillaron más que nunca, desbordados por unas lágrimas que intentaba retener al máximo. En un gesto de complicidad nunca más visto, la Reina Sofía posó el brazo sobre el hombro de su marido y compartieron juntos el dolor.
El periodista Jaime Peñafiel describió así tan dramática escena: " Media España lloró aquel día a causa de las lágrimas de Sofía. La otra media se contuvo con pudor, pero todo el mundo compartió con ella el escozor de la tristeza ". Sin duda un momento histórico que en cierto modo se repetiría años después tras el atentado del 11-M.
Todas las crónicas de aquellos días recogían las irreprimibles lágrimas de Doña Sofía al intentar dar consuelo a las víctimas. Un sentimiento de dolor compartido por el Rey Juan Carlos, quien en un reciente documental francés mostraba su emoción al recordar las cifras de fallecidos que la lacra del terrorismo ha dejado en España: " A lo largo de mi reinado he tenido más de 800 malos momentos ".
Las primeras y últimas lágrimas de Doña Letizia
La actual Reina de España y otrora periodista Letizia Ortiz no recibió una educación regia y esto se puede notar en muchos de sus comportamientos, pero aún así hubo un acontecimiento que marcaría un antes y un después en su vida y en su forma de ser. Se trata del fallecimiento de su hermana pequeña, Érika Ortiz, el 7 de febrero de 2007.
Desde que se había anunciado su compromiso con el Príncipe de Asturias, la familia de Letizia se vio sometida a una presión mediática para la que no estaban preparados y esto provocó graves consecuencias en la menor de las hermanas Ortiz Rocasolano. De carácter sensible y con tendencia a la depresión, Érika no pudo sobrellevar el "peso de la fama" y decidió poner fin a su vida a los 31 años en el mismo piso en el que Letizia había vivido antes de trasladarse a La Zarzuela.
En cuanto la Princesa de Asturias se enteró de la fatídica noticia, aún a pesar de su embarazo de seis meses, se trasladó de inmediato al lugar. Fueron momentos muy dramáticos que no harían más que encrudecerse durante el posterior velatorio. En el tanatorio de La Paz se pudo ver a una Letizia destrozada y rota por el dolor que apenas podía articular palabra. Aún así hizo un esfuerzo para dirigirse a los medios: " Quiero dar las gracias a todos aquellos que os habéis sentido apenados por la muerte de mi hermana ". Fueron las únicas palabras que pudo decir antes de romper a llorar.
Esta fue la primera y única vez en la que se ha visto a la Reina llorar en público. A partir de entonces su carácter se endureció hasta el punto de que es muy difícil descifrar qué se esconde tras sus fríos gestos. No obstante, el gran cambio fue para su familia, tal y como contaba en su día la periodista Consuelo Font en 'El Mundo': " La tragedia supuso un antes y un después para los Ortiz Rocasolano que, llevados por una mezcla de dolor e instinto de autoprotección, pasaron de ser personajes fijos del escenario mediático a casi desaparecer del mapa".
Constantino de Grecia: una vida de más lágrimas que sonrisas
Ante la tragedia da igual tu procedencia o la educación que hayas recibido. Da igual que se trate de un príncipe, un rey o un plebeyo. Como ya se ha dicho antes, todos tenemos sentimientos. Y si no que se lo digan al Rey Constantino II de Grecia, uno de los monarcas más sensibles y cuya trágica vida ha hecho mella en un carácter que dista mucho del hieratismo que se presupone a alguien de su rango.
Le tocó vivir el exilio durante toda su infancia y, años después de haber regresado a su país, tuvo que asumir la Jefatura del Estado en un clima de gran inestabilidad política. Tanta que su reinado no llegó siquiera a los 10 años y desde 1967 vive exiliado junto a su familia. Sin duda unos hechos que condicionaron mucho su carácter y que lo han convertido en una persona nostálgica y apesadumbrada.
Quienes lo han tratado afirman que es incapaz de hablar de Grecia sin evitar emocionarse y durante los últimos años, debido a la edad y a sus problemas de salud, su fuerza vital se ha visto mermada y apenas puede reprimir sus sentimientos en cualquier situación. Ya en 1975 se le pudo ver llorar en la proclamación de Don Juan Carlos como Rey de España. La periodista Pilar Urbano fue testigo de ello y, tal y como revela en su libro 'La Reina' (1996), el propio monarca heleno se lo reconoció: " No sé si fue sólo por la alegría por ellos o también el desgarro por mi patria ".
Más recientemente, durante la Conferencia Internacional Round Square 2017 en Ciudad del Cabo (Sudáfrica), en la que él era el encargado de dar el discurso inaugural, los allí presentes se quedaron atónitos al ver cómo Constantino II r ompía a llorar a los pocos segundos y fue su esposa quien se vio obligada a continuar leyendo su discurso. Después de eso, la Familia Real Griega ha decidido reducir sus apariciones públicas para evitar escenas como esta. Aunque tal y como se pudo comprobar en el funeral del Príncipe Enrique de Dinamarca en febrero de 2018 - en el que se vio muy afectado al Rey de Grecia - ya poco se puede hacer.
La calidad humana de la fría Familia Real Noruega
El 22 de julio de 2011 será recordado en Noruega como el día más trágico de su historia reciente. Un día en el que se perpetró la que para muchos es considerada la mayor masacre ocurrida en el país desde la Segunda Guerra Mundial:la matanza de Utoya. 76 muertos y casi un centenar de heridos fue el saldo que dejó la explosión y el posterior tiroteo perpetrados por el ultraderechista Anders Breivik.
69 de los fallecidos fueron unos jóvenes de poco más de 20 años que se encontraban en la Isla de Utoya disfrutando de un campamento organizado por los socialistas noruegos. Unas vidas truncadas que emocionaron a partes iguales al pueblo y a su Familia Real, que en cuanto tuvo conocimiento de los hechos se desplazó a acompañar a los familiares de las víctimas e intentar ofrecerles su consuelo. Aunque casi tan afectados como ellos estaban tanto los Reyes como sus hijos, que no podían ocultar la tristeza de sus rostros.
Durante la misa funeral celebrada dos días después en la Catedral de Oslo, no había pañuelos suficientes para secar el rostro del Rey Harald y la Reina Sonia. Una escena conmovedora que dejaría una honda huella pasado el tiempo. Concretamente, un mes después se realizó un homenaje en el que, entre lágrimas, Harald V confesaba: " Como padre, abuelo y marido, sólo puedo imaginar vuestra pena. Como rey del país, siento el dolor de cada uno de vosotros ".
Quien sin duda sintió más ese dolor fue la Princesa Mette-Marit, puesto que su hermanastro era uno de los fallecidos. Trond Bernsten, hijo del segundo marido de su madre, se encontraba ejerciendo labores de seguridad en la isla de la matanza. En un intento de proteger a su hijo y a varios de los jóvenes, fue uno de los primeros en recibir los disparos de Breivik. Las lágrimas de la princesa valían más que mil palabras.
Charlene y Máxima: dos novias lloronas por diferentes motivos
Las lágrimas en general están asociadas a la tristeza y al dolor, pero lo cierto es que en la mayoría de las ocasiones también pueden estar causadas por la emoción de un momento de felicidad como, por ejemplo, una boda. Se supone que es el día más importante en la vida de los novios y que nada puede enturbiar su felicidad pero... ¿es siempre así?
Cuando la argentina Máxima Zorreguieta le dio el 'sí quiero' al todavía Príncipe Guillermo Alejandro de Holanda, a muchos de los invitados allí presentes se les puso un nudo en la garganta cuando tuvieron que contemplar una escena llena de ternura y tristeza a partes iguales.
En honor al país de origen de la novia, la banda nupcial decidió tocar el tango 'Adiós Nonino'. Una nostálgica pieza que Astor Piazzolla compuso en homenaje a su padre y que hizo a la argentina acordarse del suyo propio. Un Jorge Zorreguieta que no pudo estar presente en esta ceremonia debido a su pasado como miembro del gobierno del dictador Videla.
Considerado persona 'non grata' en Holanda, el Parlamento llegó a hacerle firmar un documento comprometiéndose a no acudir al enlace de su hija. Zorreguieta se negó y tuvo que ser su hija quien le suplicara que lo hiciese. Unos instantes dramáticos que la hoy Reina de Holanda rememoraba al escuchar el tango mientras enjugaba sus lágrimas y agarraba con fuerza la mano de su marido.
Muy diferente fue la boda del Príncipe Alberto de Mónaco y Charlene Wittstock el 1 de julio de 2011, en la que la exnadadora sudafricana se ganó a pulso el apodo de "la novia más llorona": estuvo llorando o al menos con cara de tristeza durante toda la ceremonia. ¿Por qué? En la actualidad, años después del enlace, todavía permanece el interrogante.
En su día numerosos medios especularon con que la princesa había intentado huir de Mónaco a tres días de la boda por la supuesta existencia de un nuevo hijo ilegítimo del Príncipe Alberto. El semanario francés 'L'Express' fue todavía más allá al asegurar que había habido nada menos que tres intentos de fuga: uno durante unas pruebas de vestuario en Francia, otro durante el Gran Premio de Mónaco y el último en el aeropuerto de Niza, al que consiguió llegar con intención de viajar a Sudáfrica.
La policía monegasca consiguió llegar a tiempo para retirarle el pasaporte, llevarla de vuelta a palacio y una vez allí convencerla de que quedarse sería la mejor opción. Charlene se quedó, sí, pero la tristeza que todo el mundo vio en su rostro el día de la boda demostraba que, al menos para ella, esa no había sido la mejor opción.