De no haber abdicado el 7 de octubre de 2000, el Gran Duque Juan de Luxemburgo habría ostentado el récord de ser el soberano más longevo del mundo incluso por encima incluso de su gran amiga Isabel II de Inglaterra, cinco años menor que él. Lamentablemente, el calendario dejó de correr para él el 23 de abril de 2019, cuando falleció a los 98 años. Siempre discreto y con un menor peso político que su homóloga británica, la suya es una historia de valentía y tesón llena de muchos buenos momentos pero también algunos que preferiría olvidar...
Un héroe de guerra destinado a reflotar la monarquía
Juan Benedicto Guillermo Roberto Antonio Luis María Adolfo Marcos Aviano de Nassau nació el 5 de enero de 1921 en el Castillo de Berg (Luxemburgo). Su madre era la Gran Duquesa Carlota de Luxemburgo y su padre el Príncipe Félix de Borbón-Parma. De modo que si bien por parte de madre descendía de la realeza holandesa, la sangre paterna lo unía con las monarquías española, francesa y portuguesa. Aún así, se cambió el orden de los apellidos para que el heredero conservase el Nassau de la dinastía familiar reinante en Luxemburgo desde el siglo XIX.
Una dinastía que se encontraba por aquel entonces en horas bajas de popularidad debido a la mala gestión que la Gran Duquesa María Adelaida (tía del recién nacido) había hecho del país durante la Primera Guerra Mundial. Tras ser acusada de colaborar con Alemania y permitir la ocupación, fue obligada a abdicar el 14 de enero de 1919 y tras ello se celebró un referéndum para que los luxemburgueses decidieran entre monarquía y república. Solo gracias a la popularidad de Carlota la institución se salvó con casi un 80% de fotos a favor.
En su madre tendría Juan al mejor ejemplo de buena gestión y podría decirse que gracias a ella se convirtió en un hombre extremadamente humilde, que nunca ha buscado la notoriedad y que no considera merecerse ningún honor porque, desde su punto de vista, lo único que ha hecho es servir a su país. Aún así, pocos soberanos europeos pueden presumir como él de haber combatido en el frente durante la Segunda Guerra Mundial.
Fue a raíz de la ocupación alemana de Luxemburgo en 1940 cuando la Familia Real tuvo que exiliarse primero a Francia, luego a Portugal y finalmente a Gran Bretaña. Allí el ya Príncipe Heredero ingresa en la prestigiosa Academia Militar Sandhurst y posteriormente en el Ejército Británico, donde llegará a ser capitán de la Guardia Irlandesa. Llegará a participar en el desembarco de Normandía, en la liberación de Bruselas y en la propia liberación de Luxemburgo.
Una historia de amor real contra todo pronóstico
Una vez finalizado el conflicto, al Príncipe Heredero le tocaba todavía por cumplir una misión: encontrar esposa. Por suerte o por desgracia para él, su madre fue la encargada de realizar la búsqueda por él, ya que - al igual que la mayoría de las uniones entre miembros de la realeza por aquel entonces - su matrimonio sería concertado e interesado.
La elegida fue la Princesa Josefina Carlota de Bélgica, hija del Rey Leopoldo III (hermana por lo tanto de los posteriores Reyes Balduino y Alberto) y ahijada de la propia Gran Duquesa Carlota. Los dos contrayentes se conocían desde la infancia, pero lo que se desconoce es si alguno de ellos puso algún impedimento al amaño que hicieron sus familias. Lo que sí es cierto es que en su día, cuando se anunció el compromiso de manera oficial, la prensa especuló con que ambos podrían haber estado realmente enamorados de plebeyos. Todos predijeron que sería un matrimonio infeliz debido a las circunstancias, pero se equivocaron.
La boda se celebró el 9 de abril de 1953 en la Catedral de Notre-Dame de Luxemburgo con una cifra total de invitados que alcanzaba los 2.500 y entre los que se incluían tres reyes, tres reinas y cuarenta príncipes y princesas de toda Europa. También fueron muchos los ciudadanos que quisieron ser testigos del enlace y una gran cantidad de belgas se trasladó al Gran Ducado para presenciar la boda de su princesa. Fue tal la afluencia de gente que el gobierno luxemburgués llegó a pedir a sus conciudadanos que abriesen sus hogares para alojar a los invitados. Desde la prensa se habló de "la mayor invasión pacífica de Luxemburgo".
A pesar del júbilo con el que el pueblo recibió a los novios, lo cierto es que la ceremonia en el interior de la catedral tendría un devenir bastante dramático debido a la crisis familiar que existía en el seno de la Familia Real Belga. La Reina Astrid había fallecido en 1935 y a los pocos años su viudo había contraído matrimonio con Lilian Baels, que si bien fue muy bien aceptada por sus tres hijos, nunca llegaría a gozar del cariño del pueblo belga. Obviamente estaba invitada a la boda de su hijastra, pero por cuestiones de protocolo no pudo sentarse junto a su marido. Su puesto fue ocupado por su suegra, la Reina Madre Isabel, con quien su rivalidad era manifiesta. La pobre Josefina Carlota, viendo la tensión que reinaba entre su familia, no pudo disimular sus nervios y cometió varios errores: primero se colocó en el lugar equivocado en el altar y luego se equivocó a la hora de pronunciar sus votos. Al final de la ceremonia difícilmente pudo evitar las lágrimas.
Esas lágrimas acabaron convirtiéndose en felicidad con el paso de los años, ya que gracias al matrimonio la exprincesa belga al fin encontró la estabilidad después de años de conflictos familiares. Su matrimonio con el Gran Duque Juan se prolongaría durante más de medio siglo y solo llegó a su fin el 10 de enero de 2005 debido a su muerte a causa de un cáncer de pulmón. Una enfermedad que le había sido diagnosticada en 2003 y que precisamente había obligado a suspender las celebraciones de sus Bodas de Oro. Su partida fue un duro golpe del que Juan de Luxemburgo nunca llegaría a recuperarse.
Un reinado discreto marcado por los conflictos familiares
El Príncipe Heredero Juan se convirtió de manera oficial en Gran Duque en 1964 tras la abdicación de su madre, aunque en realidad había asumido la regencia varios años antes. La Gran Duquesa Carlota había dejado el listón muy alto, pero su hijo supo estar a la altura. Así lo aseguran los historiadores luxemburgueses: "A pesar de que los acontecimientos que tuvieron lugar durante su reinado fueron menos relevantes que los que ocurrieron durante el de su madre, han contribuido igualmente al florecimiento político, económico y social de Luxemburgo y han creado un clima de estabilidad sin precedentes en la historia del país".
Al fin y al cabo fue durante su mandato cuando Luxemburgo, siendo uno de los países más pequeños de Europa, se convirtió en el país con mayor producto interior bruto per cápita del mundo y en uno de los promotores de la integración europea. Aunque la labor del Gran Duque Juan en este sentido estuviese limitada por la Constitución del país, su papel sería fundamental y es por ello por lo que fue galardonado con el Premio Carlomagno a la integración continental.
Los Grandes Duques tendrían cinco hijos - Marie-Astrid (1954), Enrique (1955), Juan y Margarita (1957) y Guillermo (1963) - que heredaron de ellos el sentido de la responsabilidad y la discreción que ya son emblema de la monarquía luxemburguesa. No obstante, será el primogénito y heredero quien más quebraderos de cabeza dé a sus padres, de manera involuntaria, debido a la mujer que eligió para convertirse en su día en consorte.
Se trataba de una joven cubana llamada María Teresa Mestre, a quien la Gran Duquesa Josefina Carlota se negó a aceptar desde el primer momento por su origen plebeyo y latino. No pudo hacer nada por evitar que su hijo se casase con ella, pero durante las décadas que siguieron al enlace dedicó todas sus fuerzas a intentar romper esta unión, llegando incluso a difundir falsos rumores de infidelidad por parte del Príncipe Enrique. A su nuera se referiría siempre como 'la pequeña cubana' o simplemente como 'la criolla', incluso cuando ésta la reemplazó en el puesto de Gran Duquesa consorte en el año 2000.
Debido a su discreción, se desconoce qué opinaba el Gran Duque Juan de todo esto. Pero al menos tanto él como su mujer pudieron tener la satisfacción de emparentar a varios de sus hijos con miembros de la realeza europea : la Princesa Marie-Astrid se casó con el Archiduque Carlos Cristian de Austria, la Princesa Margarita con el Príncipe Nicolás de Liechtenstein y el Príncipe Guillermo con Sibilla Weiller (nieta de la Infanta Beatriz de España).
El retiro dorado del cabeza de familia
Siguiendo la tradición familiar implantada primero por su tía y posteriormente por su madre, el Gran Duque Juan decidió abdicar a favor de su heredero el 7 de octubre de 2000, a pocos meses de cumplir 80 años. Se trató de una ceremonia muy emotiva que tuvo lugar en el Palacio Ducal de Luxemburgo y en la que el verdadero protagonista fue el Príncipe Guillermo, por encontrarse hospitalizado tras sufrir un grave accidente automovilístico.
Los Grandes Duques Juan y Josefina Carlota tuvieron poco tiempo para disfrutar de su nuevo estatus como eméritos, ya que el cáncer de pulmón de la consorte desbarató todos sus planes en apenas un lustro. En el momento de quedarse viudo Juan tenía 84 años y un estado de salud que ya comenzaba a evidenciar el peso de la edad. De hecho, el día del funeral de su esposa tendría que haber encabezado el cortejo fúnebre, pero la tristeza y su salud únicamente le permitieron esperar al ataúd en la entrada del templo.
A partir de ese momento la soledad se apoderó de él y comenzó a sufrir un lento pero inexorable empeoramiento de su estado físico hasta acabar prácticamente confinado a una silla de ruedas. Desde entonces acudió a muy contados actos públicos y sus días transcurrieron entre el Castillo de Fischbach y la residencia de verano que la Familia Real de Luxemburgo posee en la Costa Azul francesa.
En 2016 hizo una excepción para acudir al gran homenaje que su familia y su país le rindieron con motivo de su 95 cumpleaños. Un aniversario que reunió en un mismo auditorio a sus 5 hijos, 22 nietos y 10 bisnietos junto a gran parte de la realeza europea (los Reyes Felipe y Matilde de Bélgica, la Princesa Beatriz de Holanda, la Reina Sofía de España, el Rey Constantino de Grecia...) con un único objetivo: brindar por la longeva vida del Gran Duque y desearle un feliz cumpleaños.
Muy sonado sería también su último cumpleaños, en el que la exmujer de su nieto el Príncipe Luis le dedicó unas emotivas palabras a través de su Instagram: "Es el mejor bisabuelo que podría haber imaginado para mis dos hijos. Él fue el único que me recibió con los brazos abiertos y un cálido abrazo cuando entré a formar parte de la Familia Real. Gracias a él nunca como una extraña, sino como una más de la familia". Unas palabras que hubiesen pasado desapercibidas de no ser porque se pronunciaban en pleno proceso de divorcio entre el príncipe y Tessy Antony y porque además reabrían viejas heridas en el seno de la Familia Real. El Gran Duque Juan, sin embargo, vivió ajeno a polémicas hasta que su vida se apagó para siempre.