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JOYERO REAL

El joyero de la Familia Real de Mónaco: las escasas tiaras y joyas de las Grimaldi

El joyero de la Familia Real de Mónaco: las escasas tiaras y joyas de las Grimaldi
Juan Salgado
Publicado el Martes 12 noviembre 2019 12:00 Última actualización: Lunes 23 diciembre 2019 10:30
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La realeza monegasca carece de una colección de 'Joyas de la Corona' y las piezas que lucen son, en su mayoría, regalos o adquisiciones particulares.

A diferencia del resto de monarquías europeas, la Familia Real de Mónaco carece de una colección de joyas vinculadas a la Corona y no tiene en su haber siquiera piezas tradicionales que hayan ido pasando de una generación a otra. Una anomalía en toda regla y que sorprende mucho teniendo en cuenta que, por otro lado, los Grimaldi son una de las Familias Reales más ricas del mundo.

La Princesa Carlota (madre de Rainiero III) sí hizo un intento de crear un lote de 'joyas de pasar', aunque falló en su ejecución: tras su muerte en 1977 legó sus joyas directamente a su nieta Carolina y no a su nuera, la Princesa Grace. Lo hizo por su mala relación con la exactriz, a la que nunca prestó ninguna de sus alhajas. Y, a consecuencia de esto, a día de hoy las 'joyas de la corona' están en las manos particulares de la Princesa Carolina y no vinculadas a la Corona.

¿Qué joyas lució Grace Kelly? ¿Son exclusivas de la Princesa Carolina las joyas de su abuela? ¿Qué piezas hay actualmente en el joyero de los Grimaldi a disposición de la Princesa Charlene? Unas preguntas a las que a continuación intentaremos dar respuesta...

La Princesa Grace y sus joyas prestadas

Si ya de primeras la Princesa Grace tuvo complicado entrar a formar parte del selecto círculo de la realeza por su pasado como actriz, más difícil fue hacerlo sin contar con un joyero a la altura del resto de reinas y princesas. Es por ello por lo que Grace de Mónaco pasó a ser la única princesa de su tiempo que tenía que pedir prestadas a las joyerías las piezas que lucía en los grandes eventos de gala.

Grace de Mónaco en el 'Baile del Siglo' en 1966 | PinterestGrace de Mónaco en el 'Baile del Siglo' en 1966 | Pinterest

El caso más llamativo fue el de la tiara que llevó en el 'Baile del Siglo', celebrado en Mónaco en 1966 e inspirado estéticamente en la época del Segundo Imperio francés. Para esta ocasión, la esposa de Rainiero III pidió prestada a la joyería Van Cleef & Arpels una pieza que supuestamente (no existe versión oficial sobre su origen) había pertenecido a la mismísima Emperatriz Josefina. Con el tiempo, esta tiara se convertiría en la más importante de las joyas que la Princesa Grace lució en toda su vida.

Por su puesto, la consorte monegasca también tenía piezas de joyería en propiedad: algunas encargadas por ella misma a los joyeros más prestigiosos y otras que recibió como regalo del Príncipe Soberano. El primero de estos regalos fue, de hecho, antes de casarse. Cuando se anunció el compromiso oficial entre el Príncipe Rainiero y Grace Kelly, el soberano quiso agasajar a su futura esposa con un aderezo compuesto por un collar de perlas de tres vueltas abrazado por dos anillos de diamantes, unos pendientes y una sortija.

Carolina de Mónaco en el Baile de la Rosa 2019Carolina de Mónaco en el Baile de la Rosa 2019

La todavía actriz lo estrenó, de hecho, en las fotografías promocionales de su última película - 'Alta Sociedad' (1956) - y con el tiempo se convertiría en uno de sus conjuntos preferidos. Tras su muerte en 1982, la Princesa Carolina heredó parte de su joyero y en el Baile de la Rosa 2019 decidió desempolvar el célebre aderezo de perlas que tanto significaba para su madre.

Otra de las piezas favoritas de la Princesa Grace fue una tiara desmontable diseñada por la prestigiosa firma Cartier. Se trataba del regalo de bodas que le hizo la Société de Bains de Mer (propietarios del Gran Casino y la Ópera de Montecarlo) y estaba compuesta por tres broches de diamantes y rubíes insertados en una montura de diamantes pero separables entre sí. Una pieza de gran versatilidad que la princesa lució de todas las maneras posibles (como tiara, como collar y como broches independientes) y que Cartier recreó en 2014 para la película 'Grace de Mónaco', protagonizada por Nicole Kidman.

Nicole Kidman en un fotograma de la película 'Grace de Mónaco'Nicole Kidman en un fotograma de la película 'Grace de Mónaco'

La Princesa Carolina y su joyero 'real'

La primogénita de los Príncipes Rainiero y Grace fue la principal beneficiada en el testamento de su abuela, puesto que esta le legó directamente a ella las piezas más importantes de su joyero personal. Uno de los motivos fue sin duda la mala relación que existía entre la Princesa Carlota y su nuera, pero también puede que influyese el hecho de que ya por aquel entonces la mayor de los hermanos Grimaldi daba muestras de ser la más aristocrática y 'real' de los tres.

La joya más representativa de todo este lote que la Princesa Carolina recibió en herencia es la Tiara Pearl Drop, denominada así debido a su diseño con perlas en forma de pera rodeadas por arcos de diamantes y sobre una base de oro blanco y platino. Fue creada en 1920 por Cartier para la Princesa Carlota de Mónaco como regalo de bodas de su marido, el Conde Pierre de Polignac.

Carolina de Mónaco en la cena de gala previa a la boda de Guillermo y StéphanieCarolina de Mónaco en la cena de gala previa a la boda de Guillermo y Stéphanie

La Princesa Carolina ha posado con ella en numerosas sesiones de fotos, pero solo la ha mostrado en público dos veces en todos estos años: la primera fue en 1996, con motivo del 50 cumpleaños del Rey Carlos Gustavo de Suecia, mientras que la segunda y última fue en 2012, durante la cena de gala previa a la boda de los Príncipes Guillermo y Estefanía de Luxemburgo.

En ambas ocasiones, la hija mayor de Grace Kelly acompañó esta pieza con otra de las tiaras de su abuela: la Tiara Fringe. Se trata de un tipo de alhaja muy popular entre la realeza a finales del siglo XIX y principios del XX, inspirada en los tocados rusos tradicionales. Es tan popular que gran parte de las familias reales europeas tienen una del estilo en su joyero.

Alberto II y la Princesa Carolina de Mónaco presidiendo el Baile de la Rosa 2015Alberto II y la Princesa Carolina de Mónaco presidiendo el Baile de la Rosa 2015

En el caso de la Tiara Fringe monegasca, fue un regalo del Príncipe Luis II a la Princesa Carlota con motivo de su boda y ella la lució en numerosas ocasiones sobre su pelo. Su nieta, no obstante, siempre la ha llevado a modo de collar (como en el Baile de la Rosa 2015). Justo lo contrario de lo que ocurre con el collar de zafiros que la Princesa Carolina posee desde joven, formado por siete grandes piedras enmarcadas en diamantes y que solo ha lucido como tiara una vez. Fue en 2011, durante la boda del Príncipe Alberto y Charlene Wittstock.

La Princesa Carolina tuvo la oportunidad de paliar la escasez de piezas regias en el joyero de los Grimaldi obteniendo acceso directo al valioso joyero de una de las familias reales más antiguas de Europa. Lo hizo cuando se casó en 1999 con el Príncipe Ernesto Augusto de Hannover, jefe de la Casa Real de Hannover y dueño de las piezas de esta dinastía cuyos orígenes se remontan al siglo XVII.

Carolina de Mónaco y Ernesto de Hannover en la cena de gala previa a la boda de Federico de Dinamarca y Mary DonaldsonCarolina de Mónaco y Ernesto de Hannover en la cena de gala previa a la boda de Federico de Dinamarca y Mary Donaldson

Al convertirse en Princesa de Hannover, la hija de Rainiero de Mónaco obtuvo el derecho a lucir tanto la Tiara Floral como la Tiara Brunswick, dos de las joyas más representativas de la familia. Curiosamente, solo lo hizo una vez y portando las dos tiaras en un mismo evento: la boda del Príncipe Federico de Dinamarca y Mary Donaldson en 2004.

En la cena de gala previa al enlace la Princesa Carolina lució la Tiara Floral, hecha a base de oro y plata y adornada con diamantes en formas florales. Por su parte, la Tiara Brunswick fue la elegida para el gran día de la ceremonia religiosa. Coronando su recogido de pelo, esta pieza que perteneció a la Emperatriz Josefina volvió a recuperar el esplendor perdido desde que fuese vista por última vez en público en 1980.

Carolina de Mónaco en la boda de Federico de Dinamarca y Mary DonaldsonCarolina de Mónaco en la boda de Federico de Dinamarca y Mary Donaldson

Al no haberse divorciado legalmente del Príncipe Ernesto de Hannover, la Princesa Carolina sigue siendo oficialmente la consorte del jefe de la Casa Real de Hannover y por lo tanto la 'legítima' portadora de las joyas pertenecientes a la familia. No obstante, no ha vuelto a lucirlas desde que se separó de su marido en 2009. Sí lo han hecho las otras dos mujeres de dinastía Hannover en sus respectivas bodas: Ekaterina Malysheva en 2017 y Alessandra de Osma en 2018. ¿Habrán tenido que pedirle permiso a la Princesa Carolina para hacerlo?

La Princesa Charlene y su poca afición por las joyas

Al no haber una colección de joyas específicamente vinculadas a la Casa Real de Mónaco y siendo la Princesa Carolina la propietaria del legado de su abuela, la realidad es que la consorte del Principado carece de un 'fondo' al que recurrir cuando es necesario. Aunque, a decir verdad, desde el primer momento la Princesa Charlene dejó claro que las grandes joyas no van con ella y en sus años de casada son contadas las veces en las que ha optado por lucir una gran pieza.

La primera tendría que haber sido su boda, pero lo cierto es que ninguna de las novias de la familia Grimaldi ha llevado tiara el día de la ceremonia religiosa. La nadadora Charlene Wittstock no iba a ser menos y por eso renunció a lucir el regalo de boda que le había hecho el Príncipe Alberto II en forma de tiara: la Tiara Océano.

Alberto y Charlene de Mónaco en el Baile de la Cruz Roja 2011Alberto y Charlene de Mónaco en el Baile de la Cruz Roja 2011

Se trata de una pieza diseñada por Van Cleef & Arpels (una de las firmas preferidas por Grace Kelly) que debe su nombre a las olas que aparecen representadas en ella como claro homenaje al pasado de campeona olímpica de natación de la nueva Princesa de Mónaco. Con una base de oro blanco, contiene un total de 1.200 piedras preciosas (zafiros y diamantes) de 70 quilates.

Charlene de Mónaco no la lució en su boda, pero sí lo hizo en el Baile de la Cruz Roja de ese año. Dando muestras de una gran versatilidad, optó por lucirla en forma de collar sobre su impresionante estructura ósea y consiguió - por primera y única vez - eclipsar a su cuñada, la Princesa Carolina. Tras ese momento, nunca ha vuelto a lucir esta joya en público pero sí posó con ella para un reportaje de fotos en la revista ¡Hola! en 2014. Esta vez, como tiara.

También como regalo de boda, el Príncipe Alberto quiso crear otra pieza mucho más personal y discreta para su esposa. En este caso, el encargado de diseñarla fue el joyero francés Lorenz Bäumer en colaboración con la propia Charlene bajo una única premisa por parte de ella: "que sea algo sencillo e informal". Fue así como se concibió la Tiara Espuma, hecha de diamantes de un total de 60 quilates sobre oro blanco y dispuestos sobre unas varillas que semejan el romper de las olas en el mar.

Charlene y Alberto saludan a los asistentes a la cena de gala tras su bodaCharlene y Alberto saludan a los asistentes a la cena de gala tras su boda

Esta última pieza sí fue lucida por la Princesa Charlene en la cena de gala posterior a su enlace religioso y desde entonces no ha vuelto a hacerlo. Y, como ya se ha dicho, no ha vuelto a lucir ninguna tiara ni en las ocasiones en las que el protocolo lo requería. Ejemplo de ello fue la boda de Magdalena de Suecia y Chris O'Neill, donde la Princesa Charlene acudió en representación de Mónaco y se convirtió en la única invitada de la realeza que no llevaba tiara.

¿La veremos alguna vez luciendo la Tiara Océano en algún acto oficial? ¿O acaso le cederá la Princesa Carolina el uso y disfrute de las tiaras que ella heredó de la Princesa Carlota en algún momento? Muchos interrogantes son los que quedan sin respuesta al analizar el joyero de la familia Grimaldi y una única certeza: la Familia Real de Mónaco, para lo bueno y para lo malo, siempre nada a contracorriente.

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