Galería: La Familia Real Española en imágenes
Mucho se ha escrito a lo largo de los años sobre las valiosas piezas que esconde el joyero de la Familia Real Española, pero quizás no tanto sobre las alhajas que en su día se guardaban en él y que ahora han cambiado de dueño o simplemente se encuentran desaparecidas. Y es que antes de que la Reina Victoria Eugenia decidiese crear el lote de "Joyas de Pasar" - que tras su muerte permanecerían vinculadas permanentemente a la Corona - todas las joyas de las reinas españolas eran de propiedad privada y, por lo tanto, de libre disposición. Esto provocó que muchas de ellas fueran vendidas en momentos de necesidad o legadas a modo de herencia de forma arbitraria, lo que supuso la pérdida de numerosas piezas de gran valor económico y sobre todo histórico.
La polémica perla Peregrina
Sin lugar a dudas la joya más famosa de todas ellas es la perla Peregrina, cuyo origen se remonta al siglo XVI y que durante años lucieron prácticamente todas las reinas de la Casa de Austria. Se trata de una perla en forma de lágrima con un peso de 58'5 quilates y hallada por un esclavo en el Golfo de Panamá en torno al año 1515. Poco después fue entregada al Rey Felipe II de España, quien la convirtió en un broche con el que llegó a posar Felipe III en su famoso retrato ecuestre pintado por Velázquez. De él fue pasando de una generación a otra sucesivamente hasta 1808, cuando la perla cambió de dueño.
Fue ese año cuando José Bonaparte se convirtió en Rey de España debido a la abdicación de Carlos IV y decidió apropiarse fraudulentamente de gran parte del patrimonio artístico vinculado a la Corona. Hasta el punto de que, cuando finalmente fue derrocado, no tuvo reparos en llevarse consigo las joyas, cuadros y demás obras artísticas que otrora colgaban en los palacios de la realeza española. La perla Peregrina fue uno de esos objetos sustraídos por el hermano de Napoleón y que acabó así en Francia.
Poco o nada se supo de ella hasta que en 1914 salió a subasta en Inglaterra. Fue entonces cuando se le ofreció a Alfonso XIII recuperarla, pero éste se negó por considerar excesivo el precio que le pedían por ella. En su lugar la compró un multimillonario estadounidense y años después la perla volvió a ser subastada. Era 1969 y en esta ocasión el comprador fue el actor Richard Burton, que por 37.000 dólares se hizo con la histórica pieza con el objetivo de que la luciese su célebre esposa : Elizabeth Taylor.
Curiosamente, el mismo año en el que había renunciado a comprar la Peregrina original, Alfonso XIII adquirió una perla prácticamente idéntica (mucho más barata) con el objetivo de regalársela a su esposa y hacerla pasar por la original. De ahí que, cuando en 1969 los medios se hicieron eco de la nueva pieza en el joyero de Elizabeth Taylor, la Reina Victoria Eugenia defendiese la autenticidad de la perla que ella poseía y afirmara que la de la actriz era falsa. Desde entonces el debate ha estado abierto y todavía hoy no está del todo claro cuál de las dos perlas era la verdadera y cual la copia.
Generalmente se da por hecho que la Peregrina original era la que lució Elizabeth Taylor hasta que, tras su muerte en 2011, fue subastada por nueve millones de dólares. La periodista Carmen Posadas en su reciente libro 'La leyenda de la Peregrina' (2020) quiso por fin cerrar el debate dando por cierta esta versión al afirmar: " Para que perdonara sus mil infidelidades, Alfonso XIII le regaló en 1914 una perla que, según aseguró, era la mítica Peregrina. Ella creyó que decía la verdad. De hecho, cuando trascendió que Burton la había comprado, ella denunció que la suya era la original".
Consciente o no de que no era la auténtica, la Reina Victoria Eugenia sí decidió incluir esa perla que su esposo le había regalado dentro de las "Joyas de Pasar" y por lo tanto permanece desde entonces vinculada a la Casa Real española. La Reina Sofía la lució en numerosas ocasiones colgando de su collar de perlas, mientras que la Reina Letizia optó por llevarla como broche tanto en el Día de la Hispanidad de 2017 como en la celebración de la Pascua Militar de 2019.
Las subastas de la Reina Victoria Eugenia e Isabel II
La historia de la Peregrina es totalmente excepcional no solo por el propio desarrollo de los acontecimientos que la envolvieron, sino también porque es la única joya - al menos conocida - de la Familia Real Española que se perdió por haber sido sustraída de manera ilícita. Lo más común, como se indicaba al principio, es que las piezas que ya no están en el joyero real fueran en su día vendidas por sus dueñas. Este es el caso de la Reina Victoria Eugenia, que tuvo que desprenderse de muchas alhajas de su colección para poder sufragar los gastos derivados de su exilio en Suiza.
Uno de los ejemplos más representativos es el conjunto de esmeraldas que en su día recibió como herencia de la Emperatriz Eugenia de Montijo (su madrina) y que tuvo que vender en 1961. Originalmente eran nueve esmeraldas cuadradas que, según los expertos, podrían haber pertenecido a la corona de Napoleón III y que llegaron a manos de la esposa de Alfonso XIII en 1920, tras la muerte de la emperatriz francesa. Decidió entonces encargarle a Cartier el diseño un collar de diamantes con ellas, al que luego añadió otras dos esmeraldas a mayores para crear también unos pendientes a juego.
Ya en el exilio, la Reina Victoria Eugenia pide de nuevo a la firma de joyas francesa que realice una remodelación del collar, acortándolo e introduciendo una doble hilera de diamantes entre cada esmeralda. Las dos piedras que se quitaron sirvieron para crear y añadir al conjunto un broche y un anillo. Todo este conjunto (excepto los pendientes) salió a subasta en 1961 y se vendió por separado : el anillo y el broche fueron adquiridos por un comprador anónimo a cambio de 250.000 francos, mientras que el collar pasó a manos del joyero americano Harry Winston tras pagar por él 560.000 francos.
El nuevo dueño del collar no lo quería para sí mismo, sino que se hizo con él para poder satisfacer el encargo hecho por el Sah de Irán de diseñar un collar exclusivo para su esposa Farah Diba. Harry Winston desmontó la pieza original y de ella creó un collar de diamantes con siete colgantes de esmeraldas, un par de pendientes, una pulsera y un anillo. Sin embargo, según la cuenta de Instagram @Spanishroyaljewels, las esmeraldas del collar de Farah Diba podrían no ser las originales de la Reina Victoria Eugenia: " Se da por hecho que las esmeraldas de la Reina Ena son las que están engastadas en el collar. Pero desde mi punto de vista estas esmeraldas difieren en tamaño de las vendidas por la Reina de España. Las encuentro más pequeñas en comparación con las demás. Las que van montadas en la pulsera y en el anillo probablemente sí coincidan con las españolas".
La realidad es que mucho antes de que los Reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia tuviesen que partir al exilio tras la instauración de la Segunda República en 1931, la Reina Isabel II ya había tenía que exiliarse también en 1868. Ella, al igual que hizo la esposa de su nieto, también se vio obligada a vender muchas joyas de su colección particular. Una colección que Nuria Lázaro Milla califica de "magnífica" en su estudio 'Las joyas de la Reina Isabel II de España' (2017), en el que describe además cómo dicha colección acabó desperdigándose: "Son escasas las joyas que actualmente pueden reconocerse y con toda seguridad atribuirse a su propiedad. Gran parte de la colección desapareció en ventas y préstamos a consecuencia de sus desmanes económicos, además de la inevitable dispersión de las restantes al ser repartidas entre los herederos tras su fallecimiento ".
La única joya de Isabel II que todavía conserva la Familia Real Española - y porque la Reina María Cristina consiguió comprarla antes de que saliese a subasta - es un collar de perlas que en su día le había regalado su consorte, Francisco de Asís de Borbón. Un hilo de 37 perlas naturales que en conjunto pesan más de un kilo y medio que posteriormente sería incluido por la Reina Victoria Eugenia en el lote de "Joyas de Pasar". Gracias a eso la Reina Letizia pudo estrenarlo en 2018, para la recepción que se ofreció al Presidente de Alemania en el Palacio Real de Madrid.
Aparte del collar hay otra pieza perteneciente al joyero de Isabel II que todavía sigue vinculada a la familia Borbón, pero no a la Familia Real. Es un broche de diamantes en cuyo centro hay una esmeralda de considerable tamaño y tallada en forma rectangular. También fue salvada de ser subastada por la Reina María Cristina pero, a diferencia de las perlas, no permaneció vinculado a la Corona: Alfonso XIII se lo regaló a la Condesa de Barcelona en 1938 con motivo del nacimiento del futuro Rey Juan Carlos y ésta a su vez se la deja en herencia a su hija, la Infanta Pilar.
La hermana mayor del Rey Emérito la lució en grandes eventos como la boda de su hijo Fernando Gómez-Acebo en 2004 y tras su muerte se desconoce cuál de sus herederos es el actual propietario (probablemente su hija, Simoneta Gómez-Acebo). En cualquier caso, dado que es una de las contadas joyas de Isabel II que todavía se conservan, son muchos los expertos que consideran que debería volver al joyero de la Familia Real. Puesto que de lo contrario correría el riesgo de acabar siendo subastada y llegar a manos privadas.
Una historia de herencias mal repartidas
Ya no sería la primera vez que una joya histórica vinculada a la Casa Real acaba en manos privadas por haber sido desvinculada de la Corona y, en su lugar, dejarla en herencia a miembros de la familia Borbón. Ocurrió con un broche de diamantes que la Reina María Cristina recibió como regalo de bodas cuando se casó con Alfonso XII en 1879. Diseñado siguiendo la tendencia de los "corsage" o prendedores propios del siglo XIX, este broche destaca por su tamaño de 20 centímetros y por el valor de las piedras que lleva incrustadas (95 quilates).
Tras la muerte de la Reina María Cristina lo heredó su hija, la Infanta María Teresa de Borbón; quien a su vez decidió dejárselo en herencia a su primogénito: el Infante Luis Alfonso de Baviera. Fue este último quien o ptó por subastarlo en la década de los 80 y pudo así ser adquirido por el Barón Thyssen para regalárselo a su esposa, Carmen Cervera. Ella es la actual propietaria de esta histórica pieza que intentó vender (sin éxito) en 2015 a través de la casa de subastas Christie's, la cual se refería a este broche como "la máxima personificación de la joyería europea del siglo XIX".
La Reina María Cristina llegó a acumular gran cantidad de joyas, pero por desgracia no son muchas las que conserva el joyero de la Familia Real Española actualmente. Y es que, si bien el Rey Alfonso XIII sí decidió vincular algunas de ellas a la Corona regalándoselas a su esposa, también cometió el "error" de regalarle muchas otras a su nuera, la Condesa de Barcelona. En su mente estaba la remota idea de que algún día esta última se convertiría en Reina de España, pero no fue así y la madre del Rey Juan Carlos acabó disponiendo de muchas joyas según su criterio personal.
Es el caso, por ejemplo, de un broche compuesto por un zafiro cuadrado rodeado de dos hileras de diamantes que actualmente posee la Infanta Margarita tras haberlo heredado de su madre. Los expertos no se ponen de acuerdo sobre su autoría, que algunos adjudican a Chaumet y otros a Francisco Marzo. Pero en cualquier caso su origen se sitúa en torno al año 1890. La hermana menor del Rey Juan Carlos lo ha utilizado en numerosas ocasiones, siendo la más emotiva de todas el acto que el Museo del Prado organizó en honor a Carlos Zurita en 2013. En esa ocasión lució el broche que en su día perteneció a la Reina María Cristina con un collar de perlas y unos pendientes también de zafiros, pero cuyo origen es desconocido.
La Infanta Pilar, por su parte, heredó un juego compuesto por un collar de 25 perlas con un cierre de brillantes y unos pendientes a juego. Según algunas fuentes el collar formaba parte del joyero de la Emperatriz María Teresa de Austria, tatarabuela de la Reina María Cristina. La Condesa de Barcelona lo recibió como regalo de bodas y lo lució en infinidad de ocasiones a lo largo de los años siguientes. Llegó incluso a dejárselo varias veces la Infanta Pilar, quien finalmente acabó heredándolo.
La ya desaparecida Duquesa de Badajoz, a diferencia de su madre, prefirió siempre reservar el collar de perlas exclusivamente para eventos familiares importantes como las bodas de Simoneta Gómez-Acebo, la de la Infanta Elena o la del Príncipe Felipe. Y por supuesto también para grandes acontecimientos como la abdicación del Rey Juan Carlos en 2014. En esta última ocasión la Infanta Pilar añadió al collar de perlas un zafiro que, curiosamente, también había pertenecido a la Reina María Cristina.
Las tiaras recuperadas y las que no volvieron
No cabe duda de que, más allá de pulseras o broches, las piezas más representativas de cualquier joyero real son las tiaras. Y aunque a día de hoy la Casa Real española solo posea poco más de media docena, en su día la Reina Victoria Eugenia llegó a acumular una envidiable colección equiparable a la de la mismísima Familia Real Británica. Lamentablemente esa colección se disgregó tras su muerte debido a que solo decidió incluir entre las "Joyas de Pasar" la Tiara de la Flor de Lis. El resto de las tiaras fueron heredadas por sus dos hijas, la Infanta Beatriz y la Infanta María Cristina.
Esta última fue sin duda la gran beneficiada en el reparto, ya que recibió dos de las piezas más valiosas: la Tiara Cartier y la Tiara Chaumet. Dado que se e trataba de dos de las joyas más utilizadas por la esposa de Alfonso XIII a lo largo de su vida y que por lo tanto tenían un alto valor simbólico para la Familia Real Española, el Rey Juan Carlos decidió comprárselas a su tía para así devolverlas al joyero real y evitar que fueran subastadas. Un objetivo que solo se cumplió parcialmente.
La Tiara Cartier sí volvió a España y ha sido lucida tanto por la Reina Sofía como por la Reina Letizia, pero no ocurrió lo mismo con la Tiara Chaumet. Su diseño representaba siete flores de lis de platino y diamantes y, según la cuenta de Instagram @joyasreales.es, este fue precisamente el motivo por el que el Rey Juan Carlos prefirió no traerla de vuelta. Al fin y al cabo, ya tenían otra tiara que simbolizaba la flor de los Borbones (la Tiara Flor de Lis). Fue así como la Tiara Chaumet acabó siendo finalmente subastada en los años 80 y adquirida por un comprador anónimo.
También gracias al Rey Emérito hoy el joyero real alberga nuevamente la Tiara Rusa, que en su día había pertenecido a la Reina María Cristina y que, tras pasar por la Condesa de Barcelona, acabó en manos de la Infanta Pilar. Al igual que había hecho años atrás con su tía, Don Juan Carlos decidió comprar la tiara a su hermana mayor y de ese modo recuperarla. Una estrategia que sin embargo no llegó a buen término cuando en 2012 intentó comprar a sus primas Sandra y Olimpia Torlonia una tiara de aguamarinas que en el pasado lucía la Reina Victoria Eugenia.
Se trataba de una joya de inspiración floral hecha a base de platino y diamantes, con cinco arcos donde originalmente colgaban unas perlas que con el tiempo serían sustituidas por unas aguamarinas de gran tamaño. La Reina Victoria Eugenia se la regaló en 1935 a la Infanta Beatriz con motivo de su boda con Alessandro Torlonia y fue esta última la que encargó a la prestigiosa firma Bulgari que rediseñase la joya tal y como luce en la actualidad: sustituyendo los arcos con motivos florales por unos círculos de diamantes entrelazados. Un diseño que llama la atención por su gran parecido a la Tiara Vladimir de la Reina Isabel II de Inglaterra.
La Infanta Beatriz se la dejó en herencia compartida a sus dos hijas y, tras la muerte de Sandra Torlonia en 2015, su actual propietaria es Olimpia Torlonia. Debido a que permanece alejada de los círculos de la realeza apenas ha podido ser vista luciendo la tiara, pero sí se la ha dejado al menos en una ocasión a su hija, la Princesa Sibilla de Luxemburgo; quien la lució en la cena de gala previa a la boda del Príncipe Guillermo de Luxemburgo y Stéphanie Lannoy en 2012.
Dado que como miembro de la Familia Real de Luxemburgo las posibilidades de lucir una tiara son muy altas, es más que probable que Olimpia Torlonia desee que sea su hija la próxima dueña de la pieza y que por eso se negase a vendérsela al Rey Juan Carlos. Aunque la versión que publicó en su día el periódico La Razón optaba por no entrar en demasiados detalles: "Olimpia y Sandra Torlonia no desean que las aguamarinas, guardadas con celo en una caja fuerte en Suiza, salgan de sus manos, ya que fueron uno de los caprichos que con más cariño obsequió su abuelo Alfonso XIII a su esposa". Por un motivo o por otro, parece poco probable que la tiara vuelva a España y es así como se une a la lista de joyas que la Familia Real Española ha perdido a lo largo de la historia.