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El 10 de octubre de 1830 nació la entonces Princesa Isabel de Borbón, única hija y sucesora de Fernando VII. Lo que nadie imaginaba en aquel momento es que la pequeña pasaría a la historia como la ' Reina de los Tristes Destinos '. La anterior Soberana española que había llevado su nombre, Isabel I de Castilla 'La Católica', todavía era aclamada por su legendario reinado casi cuatro siglos después, y que ambas se llamasen igual era, por tanto, señal de buen augurio, pero lo cierto es que estas dos monarcas han acabado siendo recordadas de forma completamente opuesta. De hecho, Isabel II condujo a España a una República que provocó su propio exilio, muriendo en París en 1904 alejada de un trono que todavía sigue recuperándose de aquellas y otras heridas que se produjeron después.
Sin embargo, la memoria de Isabel II de España no solo permanece latente en la Corona por el fatídico reinado que desarrolló entre 1833 y 1868, sino también por la herencia que dejó a través de 37 majestuosas perlas que, todavía hoy, siguen luciendo las Reinas del país en los actos más importantes del Estado. A pesar de que muchos consideren la tiara de la Flor de Lis de Victoria Eugenia de Battenberg como la más valiosa joya de la Monarquía española, lo cierto es que su tesoro más preciado es el collar de perlas naturales que un día perteneció a Isabel II, la reina que un día perdió su trono y tuvo que vender sus alhajas para mantenerse en el exilio, pero que nunca renunció a esta pieza única de joyería.
Las joyas de la Corona española
Cada vez que España recibe una visita de Estado y se celebra una cena de gala en el Palacio Real de Madrid, todas las miradas se dirigen a la Reina, especialmente a la diadema que puede lucir sobre su cabeza. El protocolo es rígido en este sentido, estando estos objetos reservados para las visitas de otros miembros de la realeza o de países cuya forma de gobierno sea también la Monarquía. Sin embargo, siempre hay excepciones, pudiendo hacer uso de estos símbolos de realeza en viajes de mandatarios procedentes de estados con los que España mantiene especiales lazos de amistad. De hecho, doña Letizia se coronó por primera vez con la tiara de la Flor de Lis, emblema de los Borbones, en 2017, 3 años después de que se convirtiera en Reina consorte y durante la cena de gala en honor del Presidente de la República de Argentina.
Aunque periodistas y expertos en Casa Real siempre se fijan en la tiara que puede lucir la Reina en este tipo de acontecimientos, para muchos pasan desapercibidos otro tipo de piezas de joyería que, sin embargo, llegan a ser incluso de más valor que las diademas que resplandecen sobre su cabeza. Dentro del 'joyero de pasar' que legó en testamento la Reina Victoria Eugenia de Batternberg a su nieto Juan Carlos I en 1969 se encuentran algunos de estos tesoros que rivalizan con las majestuosas tiaras. Este lote está formado por ocho joyas que la consorte de Alfonso XIII recibió de él y de la Infanta Isabel de Borbón 'La Chata' en usufructo y que se van transmitiendo de reina a reina. Entre ellas, las perlas de la Reina Isabel II, que no solo es la más antigua de todas las piezas, sino también la más valiosa como así han determinado los expertos.
Isabel II de España, una reina enjoyada
A pesar de las graves penurias económicas que atravesó España a lo largo del siglo XIX, debido en gran medida a las constantes crisis políticas a las que se enfrentó el país durante esas décadas, la Reina Isabel II no renunció a uno de sus mayores aficiones: la adquisición de majestuosas joyas. Su colección era una de las más espectaculares de Europa y, de haber llegado hasta nuestros días, la Corona española tendría uno de los joyeros más fastuosos de todo el viejo continente, a la altura del de la mismísima Familia Real inglesa.
Sin embargo, el triste destino de Isabel II de España, que tuvo que partir al exilio tras la proclamación de la Primera República en 1868, obligó a la Soberana a subastar buena parte de sus preciosas joyas. " Son escasas las joyas que actualmente pueden reconocerse y con toda seguridad atribuirse a su propiedad. Gran parte de la colección desapareció en ventas y préstamos a consecuencia de sus desmanes económicos, además de la inevitable dispersión de las restantes al ser repartidas entre los herederos tras su fallecimiento ", afirma Nuria Lázaro Milla en su tesis 'Las joyas de la Reina Isabel II de España' (2017).
La gran subasta de las joyas de Isabel II se produjo en 1878, cuando se vio necesitada de fondos. Con el dinero que recaudó adquirió el edificio del Hotel Basiliewski, construido en 1864, al que rebautizó como Palacio de Castilla y donde vivió hasta su muerte, acontecida en 1904. Isabel II no se planteó regresar a España a pesar de que la Monarquía se había restablecido en la figura de su hijo, Alfonso XII, permaneciendo en su exilio parisino. Una de las grandes joyas de las que se desprendió en aquel entonces fue la tiara de lises, que hubiera hecho auténtica sombra a la que en 1906 regaló Alfonso XIII a Victoria Eugenia. La de la monarca exiliada fue diseñada en 1855 por el italiano Camilo Torreggiani, era completamente circular y estaba formada por 12 flores de lis de diamantes, alternadas con picos de menor altura y también de diamantes.
Por su parte, Isabel II sí mantuvo hasta sus últimos días otra de sus tiaras más famosas, la de leones y castillos, que estaba realizada en oro y representaba las armas de la antigua Corona de Castilla. Esta pieza se adjudicó a su hija, la Infanta María de la Paz de Borbón, tras la muerte de la Reina en 1904 en su residencia de la capital francesa. Otra de las piezas que también conservó, aunque a punto estuvo de perderla, fue un collar de perlas naturales que su esposo Francisco de Asís le regaló con motivo de su enlace el 10 de octubre de 1846. De hecho, esta es la única joya de Isabel II de España que todavía se encuentra en el joyero de la Familia Real, lo que le convierte en la más antigua de todas las que hoy en día luce doña Letizia y que un día heredará la futura Reina Leonor.
Las 37 perlas de Isabel II de España
Las perlas naturales son uno de los objetos más preciados desde el comienzo de los tiempos. Los propios griegos consideraban a estas joyas como 'lágrimas de los dioses', por la dificultad que suponía encontrarlas. A diferencia de las perlas cultivadas, las de origen natural se forman por casualidad en el interior de la concha de un molusco, lo que hace que su color no sea tan blanco como las artificiales ni que su forma sea puramente redondeada, así como que su tamaño varíe de unas a otras. Por ello, el regalo de bodas que hizo el Rey consorte Francisco de Asís a su esposa era un auténtico tesoro. El collar estaba formado por varias decenas de perlas que destacaban por su grosor, lo que les hacía más especiales si cabe, y de él colgaba además una perla en forma de perilla más grande todavía, siendo el cierre de un chatón de brillante.
Esta joya perteneció a la madre del Rey consorte, la Princesa Luisa Carlota de Borbón-Dos Sicilias, y se convirtió en una de las favoritas de su nueva propietaria, que se retrató en varias ocasiones con él. De hecho, Isabel II luce en uno de los retratos oficiales de Francisco Madrazo este collar de perlas, lo que demuestra la importancia que para ella tenía. Sin embargo, quedó realmente demostrado cuando se produjo la gran subasta de 1878 en París; la Reina exiliada escribió suplicando a la Infanta Isabel para que lo recuperase. " Y deseando no salgan de la familia te ruego las compras para ti ", llegó a decirle en una carta a su hija, que cumplió con la voluntad de su madre. Para demostrar que no había perdido esta joya, años después volvió a retratarse con el collar, aunque ya en ese momento solo contaba con 37 perlas, por lo que quizá tuvo que reducir su extensión y vender parte del mismo.
En el momento en que se produjo el fallecimiento de Isabel II de España en 1904, y para poder pagar diversos gastos que habían quedado pendientes, se procedió a subastar parte de sus bienes, entre los que se encontraban algunas de las joyas que pudo retener hasta su muerte. Sin embargo, antes de que se llevase a cabo la venta pública, se comunicó a la Familia Real la posibilidad de adquirir en privado y con anterioridad las piezas que quisieran conservar. Alfonso XIII y su madre, la Reina María Cristina, decidieron adquirir el collar de perlas por la importancia que tenía para la Soberana y para la familia en sí misma. Posteriormente, el Rey se lo entregó a su esposa, la Reina Victoria Eugenia, quien al final de sus días lo incluyó en el lote de las 'joyas de pasar', lo que explica que las Reinas de España lo lleven en su cuello desde entonces. Tanto doña Sofía como doña Letizia lo han lucido en diversas ocasiones, y algún día también lo hará la Princesa Leonor, siendo el momento en el que el collar pasará de nuevo a manos de una Reina titular de España y no de una consorte.
Un error histórico ahora corregido
El collar de perlas naturales que conserva la Familia Real española se atribuyó durante décadas a un presente que Alfonso XII le hizo a su primera y amada esposa, la Reina María de las Mercedes de Orleans, con motivo de su boda. Sin embargo, gracias a la tesis de Nuria Lázaro y a la labor de difusión en un viral hilo de Twitter del historiador del arte Roger Bastida, se acabó demostrando que esta joya se refiere verdaderamente al regalo que Francisco de Asís hizo a Isabel II por su casamiento, después de haber investigado profundamente al respecto. Además, concluyeron también que la perla perilla que cuelga del collar es la que forma parte de un broche en forma de lazo que Alfonso XIII encargó para su esposa y que también terminó siendo incluido en el 'joyero de pasar'. Un error histórico que se ha terminado corrigiendo y que ha demostrado que la Reina Isabel II continúa estando presente en la Corona de España, aunque sea a través de sus queridas perlas.
Otra joya de Isabel II en la Familia del Rey
El día que Alfonso XIII y la Reina María Cristina tuvieron que decidir qué joyas de Isabel II decidían adquirir para evitar su subasta pública, no solo se decantaron por el collar de perlas naturales que Francisco de Asís había regalado a su esposa en 1846, abonando más de 200.000 francos, sino que también decidieron salvar un broche cuadrado con una gran esmeralda rodeada de brillantes. Después de que Victoria Eugenia también se hiciera con el mismo a través de su esposo, decidió no incluir esta pieza en el 'joyero de pasar' de las Reinas de España, por lo que, siguiente su testamento, se repartió entre otros familiares, recayendo en la Condesa de Barcelona, quien lo terminó legando a la Infanta Pilar. Por tanto, no solo en la Familia Real hay una joya de Isabel II, sino que en la Familia del Rey Felipe VI también.
La hermana de Juan Carlos I lució en varias ocasiones esta majestuosa esmeralda que había pertenecido a su antepasada. Sin embargo, tras su muerte, acontecida en enero de 2020, se le ha perdido la pista, pudiendo haberla heredado su única hija, Simoneta Gómez-Acebo y Borbón, a quien todavía no se le ha visto con el broche. Una buena estrategia sería que, al igual que hizo el Rey emérito con la tiara Cartier, que se la compró a Infanta María Cristina de Borbón para recobrarla al patrimonio de la Familia Real, el Rey Felipe VI hiciera lo propio con el broche de Isabel II, evitando así una posible venta en el mercado privado que provoque la pérdida de una joya histórica y fundamental para la Corona de España, aunque las posibilidades de que esto ocurra son reducidas.