El Rey Emérito se ha sentido molesto al no haberle invitado a uno de los momentos cumbres de la Transición que él lideró.
El 15 de junio de 1977 se celebraron las primeras elecciones de la Democracia en España, en las que se eligió el Congreso y el Senado de la Legislatura Constituyente. Fue uno de los grandes hitos de la Transición que lideró el Rey Juan Carlos tras ser proclamado Rey el 22 de noviembre de 1975 y desmontar el régimen dictatorial en el que había vivido nuestro país durante casi cuatro décadas.
Este miércoles 28 de junio, las Cortes Generales celebraron una Sesión Solemne en el Palacio de las Cortes en la que se organizó un acto de Conmemoración por el 40 aniversario de las elecciones. Los Reyes Felipe y Letizia se encargaron de presidir el acto, y además, como Jefe del Estado, el Monarca ofreció un discurso en la Cámara Baja.Al ver que solo estaban los Reyes de España hubo quien se preguntó dónde estaba quien había hecho posible el hito, el Rey Juan Carlos. Todo o casi todo el mundo esperaba que Don Juan Carlos, por mucho que sea el Rey Emérito, ocupara un lugar de honor de acuerdo con su rango, pero lo cierto es que no fue invitado.
Este desplante ha venido de la Casa del Rey, que ha considerado que no será oportuno que estuviera presente. Como señala El Mundo, es una cuestión de protocolo, ya que es difícil encontrar un lugar para Juan Carlos I cuando el lugar principal tiene que ser para el Jefe del Estado, que es su hijo. Don Juan Carlos no está enfadado con Felipe VI
Don Juan Carlos se ha tomado muy mal el haber sido desplazado y así se lo ha hecho saber a fuentes de su entorno. Está dolido, no lo asume ni lo entiende, y está profundamente enfadado. En ese sentido, el periodista Raúl del Pozo ha contado el citado medio que preguntó lo siguiente al Rey Emérito: "¿No cree Su Majestad que no invitarle a la conmemoración de la Democracia es como no invitar a Napoleón a la conmemoración de la batalla de Austerlitz?". Don Juan Carlos contestó: "Sí, desde luego".
De todos modos, el Rey Juan Carlos no está enfadado con su hijo Felipe VI, al que le descarga de responsabilidad. Tampoco quiere buscar culpables, simplemente se ha sentido ninguneado y espera que no vuelva a ocurrir. Desde su entorno señalan que no hubiera sido difícil sentarle, en la tribuna de invitados y con el escudo real a su espalda habría sido suficiente. Al menos, recibió un aplauso cuando Ana Pastor, presidenta del Congreso, recordó la importancia de su figura para la celebración de las primeras elecciones democráticas.