Sin embargo, se ciernen ciertas dudas sobre el futuro de la única persona no aforada de la Familia Real. En primer lugar, tendrá que cumplir con la orden que impuso el Rey Felipe al subir al Trono: "Los miembros de la Familia Real solamente podrán desarrollar, con carácter de exclusividad, actividades de naturaleza institucional".
Así, cuando llegue el momento tendrá que decidir a qué se quiere dedicar, si a representar a la Corona o a desarrollar una carrera profesional. El problema es que si decide la segunda, debería renunciar a ejercer como Infanta de España, aunque probablemente no a sus derechos sucesorios.
Si apuesta por seguir bajo el paraguas de la Corona, todo iría bien mientras el Rey siguiera siendo Felipe VI. Cuando su hermana Leonor sea Reina de España, la Infanta Sofía dejaría de formar parte de la Familia Real automáticamente, ya que la pertenencia a la misma está dictaminada por Ley y establece que son miembros el Rey o Reina y su consorte, ascendientes y descendientes directos, lo que excluye a los hermanos. Si la Infanta Sofía hubiera sacrificado un carrera profesional para servir a la Corona, ¿En qué lugar quedaría? De producirse este hecho debería existir una disposición para garantizar que aunque oficialmente no formara parte de la Familia Real, si pudiera seguir con sus tareas de representación y cobrara por ellas. En el caso de la Infanta Elena, acude a eventos concretos cuando le reclama la Corona, aunque lo hace de forma desinteresada.
Trabajos sí, negocios no
La medida tomada por Felipe VI podría perjudicar a su benjamina, pero es un mecanismo eficaz para evitar que vuelva a ocurrir lo sucedido con la Infanta Cristina e Iñaki Urdangarin. Mientras Cristina de Borbón tenía su presente y futuro asegurado gracias a LaCaixa, a lo que se sumaban sus ingresos por representar a la Corona, Iñaki Urdangarin buscaba su sitio tras retirarse del balonmano en el año 2000. Tras hacer carrera en Octagon, en 2003 se embarcó en el Instituto Nóos de la mano de Diego Torres. Casi tres lustros más tarde se enfrenta a la condena impuesta por malversación, prevaricación y falsedad documental, fraude a la administración, tráfico de influencias, y dos delitos fiscales.
El Rey Juan Carlos estaba a favor de que los miembros de la Familia Real ajenos al núcleo duro trabajaran, pero prefería que no hicieran negocios, que no figuraran, y así evitar el Caso Nóos, que costó la Corona a Don Juan Carlos, separó para siempre a los Borbón y Grecia y sumió a Casa Real en una crisis de la que todavía le cuesta salir. Al menos, servirá para que algo así no vuelva a suceder.