El yerno deseado... o no
Iñaki Urdangarin Liebaert tenía 29 años, era alto, guapo, rubio, deportista de élite y de éxito. Además era encantador, simpático y educado. Era el marido perfecto, el cuñado perfecto y el yerno perfecto, aunque no para el Rey Juan Carlos, que no veía bien que su hija mediana se desposara con un jugador de balonmano, por muy guapo y simpático que fuera y muy feliz que hiciera a la Infanta Cristina. Al final no pudo hacer nada y acompañó a su hija al altar de la Catedral de Barcelona el 4 de octubre de 1997.
La pareja era perfecta, y a falta de una Princesa de Asturias para el Príncipe Felipe, y con unos Duques de Lugo con menos carisma, los Duques de Palma causaban sensación y ofrecían buena imagen a la Familia Real. Además, era un vasco que vivía en Barcelona y se había casado con una Infanta de España, una jugada que parecía hecha ex profeso, pero no, fue fruto del azar. Luego llegaron los hijos, Juan (1999), Pablo (2000), Miguel (2002) e Irene (2005), cuatro niños rubios, guapos y adorables que completaron la felicidad de la pareja y contribuyeron a esa imagen de familia perfecta que tanto gusta en las Casas Reales.
Llegaron los hijos, que apuntalaron su posición. La Infanta Cristina e Iñaki Urdangarin no podían ser más felices con sus magníficos trabajos y su vida perfecta. Las cosas se torcieron un poco cuando se retiró del balonmano, aunque incluso el Barça le homenajeó retirando su camiseta y entró en la Real Orden del Mérito Deportivo con la categoría de Gran Cruz. Ahora tenía que buscar una ocupación digna de un duque real y por eso quiso hacer carrera en el Comité Olímpico Español, sueño respaldado por su suegro, e incluso llego a vicepresidente, pero no contó con la confianza de los miembros y terminó dimitiendo. Su sueño había fracasado.
Entró en ESADE para hacer un Máster en Formación e Intervención de Empresas y Máster en Business Administration, un orgullo para la Infanta Cristina y para él mismo. Fue el ESADE donde marcó su destino, ya que allí conoció a Diego Torres, el hombre que vio en Urdangarin un filón para hacer negocios. Torres había fundado el Instituto Nóos en 1999 y convenció a Urdangarin para hacer negocios juntos.
Entre 2004 y 2006, Iñaki Urdangarín fue presidente del Instituto Nóos e ingresó una enorme cantidad de dinero sobre todo a costa de los gobiernos de la Comunidad Valencia e Illes Balears. Los Urdangarin de Borbón vivían un sueño apuntalado con la compra de una lujosa casa en el barrio barcelonés de Pedralbes que reformaron y pusieron a punto por una millonada que mucha gente se preguntaba de dónde sacaban. Las cosas empezaron a ponerse feas cuando en febrero de 2006, el diputado socialista en el Parlamento balear, Antoni Diéguez, cuestionó el pago de 1,2 millones de euros que el Ejecutivo de Jaume Matas había pagado a Nóos por un foro sobre turismo y deporte celebrado en el Palma Arena. Fue el principio del fin.
Una vida perfecta convertida en un infierno
La Casa Real investigó y se dio cuenta de que no salían las cuentas, así que ordenó a Urdangarin que dejara Nóos. Este lo hizo, pero creó con Torres la fundación Areté, de nuevo cerrada por la Institución al ver que era igual de peligrosa. La solución definitiva llegó gracias a una llamada del Rey Juan Carlos a César Alierta para que colocara al marido de su hija en Telefónica, y así fue. Entre 2006 y 2009 desarrolló su labor en Barcelona, hasta que la investigación del Palma Arena se volvió peligrosa y Casa Real movió sus hilos para que Urdangarin se marchara a Washington, lo que se vendió como un traslado de Telefónica que servía para mejorar profesionalmente. Llegó 2011 y estalló todo. Ese otoño se registró la sede de Nóos, y tras encontrar buena información y la aparición de un indicio tras otro, Casa Real apartó a Iñaki Urdangarin de los actos oficiales y el juez Castro le imputó.
Desde 2011, Iñaki Urdangarin ha sido un martirio para la Casa Real Española. Imputado él, imputada la Infanta, con una gestión de la crisis lamentable por parte del protagonista de la historia y unas ramificaciones que llegaron incluso al Rey Juan Carlos, la Familia Real se rompió. La Reina Sofía y la Infanta Elena se convirtieron en los hilos que unían a todos los Borbón y Grecia, que en realidad hacía mucho que habían dejado de ser una familia. En 2017, la Infanta Cristina fue absuelta e Iñaki Urdangarin, condenado, y aquella buena amistad con su suegro y su cuñado, enterrada para siempre en la memoria y en la hemeroteca.